Cantando a las estrellas

21 Cuando el silencio grita

21 Cuando el silencio grita

I don't know what you were waitin' for

You know that I've been waitin' for you

I only threw this party for you

If you saw my tears, would you touch me?

  • Charlie xcx

Alan

La música sonaba como si alguien le hubiera subido el volumen al caos.

No teníamos que preocuparnos por los vecinos porque conociendo a Eva, seguramente hubiese invitado a todo el vecindario.

Robert nos había tenido a Daniel y a mi toda la mañana preparándolo todo. Bueno, básicamente Robert y yo lo hacíamos todo, porque Dani y Eva se quedaron chismeando sobre la amiga de Dahlia todo el rato. Él y Laia no habían dejado de hablar en toda la semana y Dahlia y yo no habíamos tenido ni un misero mensaje. ¿Por qué? Ni yo lo sabía. Tal vez se había cansado ya de mi, que su actitud borde no fuera broma y de verdad le caía mal. O no sabía. La conocía desde hace dos semanas y aun no sabía casi nada de ella. Supongo que el pensamiento de que se hubiese hartado hizo que no quisiese escribir yo tampoco. Tal vez esto estaba yendo muy rápido. Solo hacía un mes desde que Paula rompió conmigo y ya me estaba interesando otra chica. Dahlia me fascinaba, pero no podía evitar sentir esa culpa, aunque no tenía sentido, Paula ya lo había superado, ¿por qué no podía hacer yo lo mismo? Tampoco quería ser yo el que seguía escribiendo el primero. No quería seguir sintiendo que yo hablaba y ella tan solo respondía en lugar de conversar juntos.

No sabía si estaba más ridículo por llevar media hora en la puerta fingiendo que “tomaba el aire” o por revisar el móvil cada dos minutos como si eso fuera a hacerla aparecer.

Dani ya me había preguntado dos veces si esperaba a alguien cuando sabía perfectamente a quién y solo lo hacía para fastidiarme. A la tercera lo mandé a la mierda, para que me dejara en paz.

No estaba seguro de que fuera a aparecer. Pero ahí estaba, apoyado en la barandilla de la entrada como un idiota, fingiendo que estaba esperando a alguien más que claramente era ella.

¿Y si no venía?

¿Y si había cambiado de idea?

¿Y si por no hablar esta semana ya no quería venir?

Entonces la vi.

Y todo se detuvo.

No es que se hiciera el silencio. Es que me dio igual el ruido.

Joder.

Iba con ese vestido que seguramente le parecía “nada del otro mundo”, pero que me hizo olvidar cómo se usaban las palabras correctamente y no como alguien aprendiendo a hablar. Caminaba como si no quisiera llamar la atención, pero el mundo parecía inclinarse un poco hacia donde ella estaba.

Antes de que pudiese decir nada apareció Daniel gritando, rompiendo esa especie de aura en la que nos habíamos ensimismado.

—¡Pero bueno, nada más y nada menos que la mismísima desaparecida! —soltó Dani, abriéndose paso entre la gente como si aquello fuera su alfombra roja.

Dahlia se quedó quieta a medio metro de mí, y si ya parecía incómoda antes, ahora quería que se la tragara la tierra. O que tragara a Daniel, directamente.

—¿Y tú no tienes ningún lado por el que perderte? —le solté entre dientes, sin apartar la mirada de ella.

—Tranquilo, Alan, ya me voy. Solo vengo a confirmar que no te daba un chungo. Porque viendo tu cara de pan tostado parecía que te ibas a desmayar —me susurró, guiñándome un ojo, y desapareció entre risas.

Me giré hacia ella con una media sonrisa.

—Ignóralo. Lleva dos cervezas y media y ya se cree el rey del mundo.

—No te preocupes—respondió algo abrumada por todo el ambiente.

—Al final has venido—dije intentando tapar mi alivio.

—Bueno, alguien me tendrá que enseñar a bailar, ¿no?

—Claro, si no todos los videos que he visto serían para nada.

Nos quedamos un segundo en ese limbo raro entre decir algo más o dejar que el momento hablara por nosotros.

—Estás… —empecé a decir, pero me quedé corto. Así que volví a intentarlo—. Estás muy guapa.

—Tú pareces salido del contenedor de basura—dijo.

—Vaya gracias—dije riéndome—. Ya me parecía raro que fuese simpática. ¿Entramos o qué?

La casa retumbaba con música por dentro. ¿Cómo podía tener Robert tantos conocidos? Menos mal que no era mi casa, porque acabaría hecha un cuadro. La verdad es que no habíamos hecho tan mal trabajo, las luces de colores iluminaban todo y todos parecían estar pasándoselo bien.

La llevé hacia la cocina, era espaciosa y abierta, era como una especie de zona de tregua. Menos música, menos gente haciendo tik toks en mitad del pasillo, más oxígeno.

—¿Quieres tomar algo?

—Si hay algún refresco.

—Claro— dije lanzándole uno que casi se le cae al suelo—. Vaya reflejos.

—Mira, mejor cállate. Ni que jugase al baloncesto.

—¿Te han llamado ya?

—No.

—Sí que les gusta hacerse los interesantes.

—¡Dahlia! —interrumpió Eva con su energía habitual, empujando a medio mundo en la cocina para llegar hasta ella—. Por fin. Pensábamos que te ibas a rajar.

—Hola—respondió ella.

Eva se plantó entre nosotros como un mini huracán de sombra de ojos y labios pintados, y sin preguntarme nada, le agarró la muñeca a Dahlia.

—Ven, tenemos que hablar. Urgente. Nivel “me explota la cabeza si no lo suelto”.

—¿No puedes explotarte un poquito más tarde? —intenté bromear.

—Es rápido —dijo Eva sin ni siquiera mirarme—. Prometo devolvértela.

Dahlia me lanzó una mirada que decía “ni idea de qué está pasando” y luego simplemente se dejó arrastrar. Supuse que era su forma de evitar explicaciones. O de ganar tiempo. O de respirar. A saber.

Escuché cómo la iba interrogando sobre su canción y me pregunté cuánto tardaría Dahlia en mandarla a tomar vientos.

La seguí con la mirada hasta que desapareció por el pasillo, con Eva hablando como si tuviera prisa por resolver un crimen. Dahlia asentía, pero se notaba que estaba conteniéndose. O aguantando. O ambas cosas.



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En el texto hay: drama, amor, casualidad

Editado: 30.07.2025

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