Cantando a las estrellas

22 Cuando tu mundo se tambalea

Dahlia

No dormí esa noche.

Mentira. Dormí, pero fue ese tipo de sueño en el que tu cuerpo descansa y tu mente te sigue gritando por dentro.

Alan. Su voz. Su risa. La forma en la que me miraba cuando creía que no me daba cuenta. Todo se me había quedado grabado como si lo hubiesen tatuado en la parte de atrás de mis párpados.

Y lo peor de todo era que no sabía si eso me gustaba... o me aterraba.

Todo estaba pasando tan rápido que me estaba costando adaptarme.

Y había descubierto la canción. La maldita canción que nunca debí subir. Era cuestión de tiempo que descubriese para quién es y empezase a hacer preguntas que no quería responder. Había notado cómo evitaba el tema, supongo que notaba que no quería hablar de ello. Pero tarde o temprano tendría que contarlo y no quería. Tendría que alejarme antes de que ese momento llegase. Pero por algún motivo se me hacía muy difícil alejarme de él, tenía una habilidad terrorífica de destruir cada muro que ponía entre nosotros.

A veces me pregunto si él se daba cuenta.

De lo que provocaba.

De cómo me rompía sin siquiera tocarme.

Porque Alan no empujaba. No obligaba. No exigía.

Solo… estaba.

Y eso, para alguien como yo, era mucho más peligroso que cualquier mentira.

𝄞☆𝄞

El lunes todo el mundo evitaba hablar de las audiciones, todos menos Craig claro, todos estábamos demasiado nerviosos.

No quería confesárselo a nadie, ni siquiera a mi misma. Pero esas audiciones en ese momento eran mi única ancla. Que si me aceptaban significaba que podía seguir adelante, que el universo me había perdonado. Que por fin se me concedería ser feliz después de lo de mamá, cumplir mis sueños y seguir adelante. Tenía todas mis esperanzas en aquella prueba, no contemplaba la idea de que no me aceptasen porque no sabría qué hacer entonces, y no quería seguir cayendo y cayendo por el mismo pozo oscuro del que nunca veía salida. Así que siempre hacía lo mismo, me agarraba a la más pequeña rama de esperanza para no hundirme.

Papá seguía sin aparecer, no sabía si llamar a Angelica para preguntarle si sabía algo o que me ayudara, pero eso significaba contárselo todo, todo lo que me he callado en ocho meses y no estaba preparada, no estaba preparada para ver su cara de decepción, de pena de…

Simplemente no estaba preparada y puede que nunca lo estuviese.

𝄞☆𝄞

El miércoles por la tarde salí del conservatorio con Laia, y Claudia nos estaba esperando fuera sentada en el bordillo como si estuviera posando para un anuncio de Vogue.

—¿Te has escapado de clase o te han echado? —pregunté mientras me acercaba.

—He terminado antes. Y Julien está con sus amigos, así que me aburro —respondió levantándose de un salto—. Además me tenéis que contar cosas. Sobre todo Laia ahora.

—¿Yo? ¿Por qué yo? —dijo Laia mientras se colocaba bien la mochila al hombro, disimulando fatal.

—Porque el domingo me mandaste un audio de dos minutos mientras esta estaba con el famosito—dijo señalándome a mí con la mano—, seguramente sonriendo como tonta y no me has terminado de contar nada. Así que confiesa

—Tampoco hay nada que contar.

—Mis narices que no. Por fin te fijas en alguien que es real, no tinta sobre papel, ¿y dices que no hay nada que contar?

—¡Claudia!

—¿Qué? Fuiste tú la que me lo escribió además, Sherlock Holmes no soy, pero los ojitos del viernes no se los perdía nadie. Y no puedes contarselo solo a Dahlia.

Yo solo me crucé de brazos, divertida.

Laia se tapó la cara con las manos. Literal.

—No se lo cuento solo a Dahlia.

—Ya, y los cerdos vuelan.

—Esto no se lo he contado.

—¿El qué? —pregunté.

—Bueno… Cuando tú quedaste con Alan, Dani y yo también nos vimos.

Alan iba a tener razón y todo, nos estaban robando el protagonismo.

—¿Y qué más? —dijo Claudia interesada—. ¿Un besito o algo no?

—No nos hemos besado —Laia parecía al borde del colapso.

—¿Aún? —dijo levantando una ceja—. Ay no seas tan lentorra como Dahlia por favor.

—¡Oye! —protesté pero me interrumpieron.

—No nos hemos besado, solo hablamos, pero yo creo que la cosa va bien. No es sacado de un libro, pero no está nada mal.

—A ver si así dejas de contarnos dramas de libros y nos das chisme de verdad.

Nos echamos a reír las tres.

Se sentía bien. Natural. Como si por un rato no existiera ni el miedo, ni las audiciones, ni Alan, ni el caos de casa. Solo ellas. Solo eso.

—¿Y tú, morena? —preguntó Claudia, girándose hacia mí con una sonrisilla—. ¿No tienes nada que confesar?

—¿Confesar qué?

—¿Que no has hablado con Alan desde el domingo?

—¿Cómo sabes eso?

—Porque te conozco. Y porque Laia me lo dijo.

Miré a Laia con traición dramatizada.

—¡Perdón! ¡Me torturó con uñas de gel!

Claudia puso los ojos en blanco.

—Vais tan lentos que me va a salir una arruga solo de esperar a que pase algo.

—Lo siento si no tengo tu ritmo de drama romántico francés.

—Podría ser peor, podríais ir tan lento como en las telenovelas turcas, que solo hay drama pero no lo importante—dijo Laia.

—Además, no le conozco ni de dos semanas, no vamos despacio, vamos demasiado rápido si algo.

Ella se encogió de hombros, como si no le afectara, pero nos conocíamos demasiado.

—Solo digo que si un chico te mira como si fueras su canción favorita… no le dejes en silencio mucho tiempo. No todos son Craig.

Me quedé callada. Porque tenía razón.

Pero lo que Claudia no sabía era que a veces el silencio era más fácil que enfrentarte a todo lo que no sabes decir en voz alta.

—¿Entonces vamos a tomar algo o vais a seguir destripando mi vida amorosa en público? —soltó Laia para cambiar de tema.

—Lo segundo —dijimos Claudia y yo al unísono.

𝄞☆𝄞



#4856 en Novela romántica
#369 en Joven Adulto

En el texto hay: drama, amor, casualidad

Editado: 05.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.