Cantando a las estrellas

24 Cuando el silencio grita

Alan

La música sonaba como si alguien le hubiera subido el volumen al caos.
Robert nos había tenido a Daniel y a mi toda la mañana preparándolo todo. Bueno, básicamente Robert y yo lo hacíamos todo, porque Dani y Eva se quedaron chismeando sobre la amiga de Dahlia todo el rato. Él y Laia no habían dejado de hablar en toda la semana y Dahlia y yo no habíamos tenido ni un misero mensaje. ¿Por qué? Ni yo lo sabía. Tal vez se había cansado ya de mi, que su actitud borde no fuera broma y de verdad le caía mal. O no sabía. La conocía desde hace dos semanas y aun no sabía casi nada de ella. Supongo que el pensamiento de que se hubiese hartado hizo que no quisiese escribir yo tampoco. Tal vez esto estaba yendo muy rápido. Solo hacía un mes desde que Paula rompió conmigo y ya me estaba interesando otra chica. Dahlia me fascinaba, pero no podía evitar sentir esa culpa, aunque no tenía sentido, Paula ya lo había superado, ¿por qué no podía hacer yo lo mismo?
No sabía si estaba más ridículo por llevar media hora en la puerta fingiendo que “tomaba el aire” o por revisar el móvil cada dos minutos como si eso fuera a hacerla aparecer.
Dani ya me había preguntado dos veces si esperaba a alguien cuando sabía perfectamente a quién y solo lo hacía para fastidiarme. A la tercera lo mandé a la mierda, para que me dejara en paz.
No estaba seguro de que fuera a aparecer. Pero ahí estaba, apoyado en la barandilla de la entrada como un idiota, fingiendo que estaba esperando a alguien más que claramente era ella.
¿Y si no venía?
¿Y si había cambiado de idea?
¿Y si por no hablar esta semana ya no quería venir?
Entonces la vi.
Y todo se detuvo.
No es que se hiciera el silencio. Es que me dio igual el ruido.
Joder.
Iba con ese vestido que seguramente le parecía “nada del otro mundo”, pero que me hizo olvidar cómo se usaban las palabras correctamente y no como alguien aprendiendo a hablar. Caminaba como si no quisiera llamar la atención, pero el mundo parecía inclinarse un poco hacia donde ella estaba.
Antes de que pudiese decir nada apareció Daniel gritando, rompiendo esa especie de aura en la que nos habíamos ensimismado.
—¡Pero bueno, nada más y nada menos que la mismísima desaparecida! —soltó Dani, abriéndose paso entre la gente como si aquello fuera su alfombra roja.
Dahlia se quedó quieta a medio metro de mí, y si ya parecía incómoda antes, ahora quería que se la tragara la tierra. O que tragara a Daniel, directamente.
—¿Y tú no tienes ningún lado por el que perderte? —le solté entre dientes, sin apartar la mirada de ella.
—Tranquilo, Alan, ya me voy. Solo vengo a confirmar que no te daba un chungo. Porque viendo tu cara de pan tostado parecía que te ibas a desmayar —me susurró, guiñándome un ojo, y desapareció entre risas.
Me giré hacia ella con una media sonrisa.
—Ignóralo. Lleva dos cervezas y media y ya se cree el rey del mundo.
—No te preocupes.
—Al final has venido—dije intentando tapar mi alivio.
—Bueno, alguien me tendrá que enseñar a bailar, ¿no?
—Claro, si no todos los videos que he visto serían para nada.
Nos quedamos un segundo en ese limbo raro entre decir algo más o dejar que el momento hablara por nosotros.
—Estás… —empecé a decir, pero me quedé corto. Así que volví a intentarlo—. Estás muy guapa.
—Tú pareces salido del contenedor de basura—dijo.
—Vaya gracias—dije riéndome—. Ya me parecía raro que fuese simpática. ¿Entramos o qué?
La casa retumbaba con música por dentro. ¿Cómo podía tener Robert tantos conocidos? Menos mal que no era mi casa, porque acabaría hecha un cuadro.
La llevé hacia la cocina, que era como una especie de zona de tregua. Menos música, menos gente haciendo tik toks en mitad del pasillo, más oxígeno.
—¿Quieres tomar algo?
—Si hay algún refresco.
—Claro— dije lanzándole uno que casi se le cae al suelo—. Vaya reflejos.
—Mira, mejor cállate.
—¿Te han llamado ya?
—No.
—Sí que les gusta hacerse los interesantes.
—¡Dahlia! —interrumpió Eva con su energía habitual, empujando a medio mundo en la cocina para llegar hasta ella—. Por fin. Pensábamos que te ibas a rajar.
—Hola.
Eva se plantó entre nosotros como un mini huracán de sombra de ojos y labios pintados, y sin preguntarme nada, le agarró la muñeca a Dahlia.
—Ven, tenemos que hablar. Urgente. Nivel “me explota la cabeza si no lo suelto”.
—¿No puedes explotarte un poquito más tarde? —intenté bromear.
—Es rápido —dijo Eva sin ni siquiera mirarme—. Prometo devolvértela.
Dahlia me lanzó una mirada que decía “ni idea de qué está pasando” y luego simplemente se dejó arrastrar. Supuse que era su forma de evitar explicaciones. O de ganar tiempo. O de respirar. A saber.
Escuché cómo la iba interrogando sobre su canción y me pregunté cuánto tardaría Dahlia en mandarla a tomar vientos.
La seguí con la mirada hasta que desapareció por el pasillo, con Eva hablando como si tuviera prisa por resolver un crimen. Dahlia asentía, pero se notaba que estaba conteniéndose. O aguantando. O ambas cosas.
¿Y ahora yo qué hacía ahí?
Ví a Daniel animar a Robert que estaba bailando sobre una mesa. Madre mía. Yo quería la fiesta por Dahlia, y no habían pasado ni cinco minutos y ya me la habían robado. Tras unos minutos Daniel se giró hacía mí llamándome. Me acerqué un poco reluctante, apartando a gente a mis lados.
—¿Qué pasa?
—Nada. Estabas ahí emo, para que te diviertas. Además Robert está como una cabra—dijo señalando al aludido que seguía haciendo piruetas extrañas subido a una mesa.
—¿Hablamos de Eva?
—Está intensita hoy—se rió.
—A mi me lo vas a decir, he perdido a Dahlia por culpa suya.
—¿Ya os habéis peleado?
—No, de hecho no hemos tenido tiempo. Ha llegado, hemos hablado diez minutos y ¡pum!, se la lleva Eva como si fueran a negociar la paz mundial—respondí frustrado.
—Dios bendiga esa mujer. A mí me interrogó ayer por Laia durante media hora.
—¿Y confesaste?
—Todo. Hasta cosas que no habían pasado aún. Me sacó información con una cerveza y una bolsa de patatas.
—Terrible combinación.
—Increíblemente efectiva.
Me ofreció una cerveza que rechacé,¿ y que me interrogase a mí también? No gracias.
—¿Y tú y Laia qué?
—Bien. Hablamos todos los días. Le conté que me gustaban los donuts rellenos de frambuesa y no se rió de mí. Creo que es amor.
—Eso suena muy serio—dije soltando una risa.
—Sí, me lo estoy empezando a tomar tan en serio que me estoy planteando afeitarme bien antes de verla.
—¿No lo haces ya?
—Solo en los días impares. Es mi rutina espiritual.
—Tú estás fatal.
—¿Y tú qué? ¿Vas a besar a Dahlia esta década o qué?
—No sé si le apetece que la besen o que me atropellen con un tractor, que conduciría ella. A veces me mira como si quisiera arrancarme la cabeza… pero en plan romántico, o yo que sé— me revolví el pelo con las mano para después peinarlo de nuevo y repetir el proceso.
—Clásico. Eso es amor. Puro y salvaje.
—No sé, me lía. Me gusta, pero no sé si estoy metido en algo que va a explotar.
—Bueno, por lo menos no explota en forma de virus mortal o incendio forestal. Es algo.
—¿Y si no le gustó de verdad?
—Bueno a la fiesta ha venido, y Laia no me ha querido decir nada, pero tampoco ha negado nada. Aunque es como si esas dos tuvieran un pacto de sangre, no nos cuentan nada—dijo con una risotada.
—Bueno, ha venido, pero también puede ser que se sintiera mal por dejarme en leído.
—Tú te dejas en leído a ti solo, que no le has escrito tampoco.
—Touché.
—Hazme caso, habla con ella. No la dejes pensar que te da igual.
—Gracias por el consejo, doctor corazón.
—Cuando quieras. Y no la cagues.
No le pude responder porque justo Robert se cayó de la mesa y tuvimos medio segundo para evitar que se matase.
Robert se levantó como si nada, con una sonrisa de oreja a oreja y los ojos brillando de la locura propia de quien no mide las consecuencias.
—¡Eso fue la leche! —gritó, agitando las manos para llamar la atención—. ¿Quién quiere probar?
Daniel puso los ojos en blanco, pero al segundo se unió también a subirse a la mesa. Yo decidí salir de ahí, si se hostigaban prefería no verlo.
Ví la figura familiar de Dahlia en la puerta del jardín, lejos de la locura, por fín sola. Fui a acercarme pero vi que estaba hablando por teléfono, así que decidí dar una vuelta por la fiesta y hablaríamos después, seguramente fuese sobre la audición.



#4856 en Novela romántica
#369 en Joven Adulto

En el texto hay: drama, amor, casualidad

Editado: 05.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.