“Solo los humanos y los alvinters poseen una Chispa en su interior, ya que a diferencia de los Jotuns que nacieron de la tierra nosotros lo hicimos del sacrificio de un dios”
Fragmento del tema uno de: Unión de Chispas,
Vínculos y Regalos Mágicos entre Almas Heladas.
Por Lady Eira Lindgren.
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Cada copo de nieve se unía a otros para formar una manta que cubría cada rama de los árboles a la redonda. Cuando lo hacían en el suelo la tierra quedaba sepultada bajo una alfombra blanca y esponjosa que hablaba cuando la suela de una bota la aplastaba, un sonido acogedor pero que a su vez rompía con la tranquilidad del lugar; una paz que parecía formarse de la nieve no solo congelando el bosque sino también el tiempo para mantenerlo todo hermoso y relajante.
Al menos eso era lo que Kari sentía en cada una de las veces que salía a trabajar, y la verdad que le gustaba mucho su trabajo, no solo porque implicaba caminar por un hermoso entorno de altos arboles marrones y ramas cubiertas de blanco, sino también por la tranquilidad que traía consigo y que por tantos ciclos había buscado.
Él no se encontraba solo, de entre la quietud del lugar también emergía una gran y fuerte figura, las patas del enorme lobo hacían crujir la nieve del suelo justo como su amo y eso parecía gustarle al animal. Su pelaje es una mezcla de blanco abajo y grises por su lomo, a veces Kari pensaba que tenía mucho pelo y que eso le daría calor, después de todo él solo vestía unos pantalones y una remera de tela fina en tonos marrones; de solo ver todo ese pelaje el incómodo calor de su cuerpo aumentaba.
Mientras que el joven campesino disfrutaba caminar con lentitud, gozaba cada bocanada de aire frio que llegaba a sus pulmones. El lobo le tomaba la delantera, se alejaba varios metros de él y parecía mucho más centrado en su trabajo que el propio Kari, entre sus dientes el lobo agarraba con fuerza una canasta de madera con varios frutos amarillos y rojos en su interior pero les faltaba llenar más de la mitad de la canasta para cubrir la cuota de hoy.
Ya había sacado todos los que crecieron en los árboles que rodean el pueblo y más lejos, pasarían meses hasta que volvieran a crecer otros y como no estaba encontrando más tuvo que llegar hasta aquí. Una zona del bosque nevado que estaba a poco más de una hora de caminata desde su casa, casi nunca vino por aquí así que no la conocía bien y por lo tanto tampoco le tenía mucha confianza al lugar.
–¿Puedes ver más pinebras Magnus? –le preguntó el campesino a su compañero. En respuesta el animal lo miró con el ceño fruncido, como si le recriminara que también se pusiera a trabajar.
El joven de piel gris oscura captó ese mensaje. –Oye, tranquilo. Yo también estoy buscando, solo que no tuve tanta suerte como tú. –Al lobo pareció gustarle ese alago porque levantó el hocico orgulloso, le gustaba que Kari lo elogiara.
Una corriente de aire viajó entre los troncos y los abrazó a ambos, el largo cabello plateado de Kari se sacudió como si quisiera liberarse de su cabeza para correr junto al viento y volvió a quedarse quieto cuando supo que ese no podía ser el caso. Mientras el joven campesino se lo acomodaba, sus orejas puntiagudas se movieron al sentir un aullido de Magnus, se volteó a mirarlo y el animal había salido corriendo hacia algún lugar.
–¡Oye! Espérame.
Al haberse quedado mucho tiempo parado en un solo lugar sus botas se habían hundido un poco en la nieve, tuvo que hacer algo de fuerza de más para librarse de ese agarre y salir corriendo detrás del lobo. Pudo notar como su compañero parecía agitado, sin duda había encontrado algo <Se mueve muy brusco, espero que no se le caigan las pinebras de la cesta> pensó un poco preocupado.
El lobo por fin se detuvo varios metros por delante, había pegado un salto y apoyó sus piernas delanteras sobre el gran tronco de un árbol alto. Kari redujo el paso mientras más se acercaba y una vez que estuvo debajo del árbol levantó la mirada, hacia donde su compañero señalaba en lo alto. Sus ojos se abrieron en grande. –¡¿Ocho pinebras en un solo árbol?! –Eran 5 rojas y 3 amarillas–. Esto debería ser suficiente para llenar la mitad de la cesta ya, con eso cumpliríamos la cuota de hoy muy rápido.
Magnus soltó sus patas del tronco y se movió para frotarse contra las piernas del campesino, este último formó una sonrisa y le acarició entre las orejas. –¿Quién es un excelente buscador? Tú, si tú. Hoy te toca un pescado extra por este logro. –Su compañero soltó un fuerte ladrido ante la noticia.
A sus espaldas Kari cargaba consigo dos hachas de madera pequeñas atadas a un cinturón, desabrochó una de ellas para agarrarla firme en su mano. En el pantalón tenía un cinturón de cuero muy largo, tanto así que le daba casi tres vueltas alrededor de la cintura, se lo sacó hasta la mitad para rodear el tronco del árbol y poder escalarlo hasta la zona donde estaban todos esos frutos.
El trabajo de Magnus ya estaba completo, le gustaría hacer más, pero la forma de su cuerpo no se lo permitía. Se conformó con recostarse en el suelo y observar la espalda y trasero del campesino mientras este se subía unos tres metros en el tronco hasta llegar a las ramas donde estaban las primeras pinebras. –Cuidado abajo –advirtió antes de usar su hacha de buen filo para cortar las ramas y que esta cayeran con los frutos, él es bueno en lanzar hachas así que cuando la rama quedaba muy lejos o poco accesible su puntería no fallaba al arrojarla para cortar la rama y que cayera todo al suelo. El problema era tener que bajar a buscarla y volver a subirse pero tampoco le molestaba tanto.
Cortó todas las ramas y una vez abajó les arrancó los frutos para dejarlos dentro la cesta, seguido colocó sus brazos como jarra. –Pensé que conseguiríamos un poco más hoy pero bueno, supongo que debería agradecerle a los Vindivus por al menos alcanzar el mínimo impuesto. –Volvió a acariciar la cabeza de Magnus haciendo que este se pusiera de pie–. Regresemos a casa ahora.