Canticos del Viento y el Ocaso

Capítulo 4: La Chica Rara y Amigable del Mercado

“No es poca cosa hacer algo como regalar la Chispa, cada persona solo nace con una. Entregarla implica abandonar una parte de sí mismo, dejando el cabello como la nieve sin vida y los ojos con un total vacío negro”

Fragmento del tema dos de: Unión de Chispas,

Vínculos y Regalos Mágicos entre Almas Heladas.

Por Lady Eira Lindgren.

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La mezcla de calor y frio formaban una sensación reconfortante, el soplo anterior Kari tuvo que estar recolectando pinebras y encima se le dificultó mucho encontrarlas por lo que tuvo que ir muchísimo más lejos de lo normal, sin contar que en medio de su trabajo se topó a un humano muy mal herido el cual trajo hasta aquí para que su abuela lo sanara. Todo eso sin duda deja a alguien muy cansado, ya sea un humano o un alvinter.

Si fuera por Kari se quedaría descansando por toda la brisa vespertina, pero el sueño no le duró mucho cuando sintió la lengua de Magnus pasarle por toda la mejilla y la oreja. Eso provocó que el campesino se despertara de golpe y abriera los ojos para centrarse en su compañero, cuando este obtuvo la atención de su dueño lo primero que hizo fue correr hasta la puerta y escarbar debajo de ella con sus dos patas delanteras.

–Aguanta un momento, ya voy, ya voy. –El Elfo del Invierno se pasaba una mano por debajo de los ojos, donde tiene varias pecas blancas. Fue hacia la puerta, le sacó el seguro y la abrió para revelar el blanco y frio paisaje del otro lado. La brisa vespertina sacudió su cabello plateado y su compañero lleno de energía salió disparado, no pasó mucho tiempo antes de que se perdiera entre las decenas de árboles altos–. ¡Si atrapas algún conejo o ardilla tráelo y te lo cocino! –le gritó, debido a su gran audición el lobo debería haberlo oído pero con lo distraído que es llegaría a dudarlo.

Magnus siempre hace eso, suele salir bien temprano a gastar toda la energía que acumula dentro de casa, haces sus necesidades por el bosque y solo los Vindivus sabrán que más hace. Después de que pasara un momento Kari cerró la puerta, solo que esta vez sin ponerle seguro, y se dio media vuelta para regresar; notó que el fuego de ayer ya casi estaba apagado y fue a un armario a buscar más madera seca para reactivarlo.

Observó su cama en el suelo un momento, le hubiera gustado volver a costarse para seguir durmiendo pero el viento se le llevó las ganas. En cambio, su atención fue hasta su invitado inesperado, el paciente mal herido al que ayudaron ayer seguía exactamente donde lo dejaron. Daba la impresión de que recién acababan de curarlo, no se movió un centímetro y tampoco cambió su posición.

Para Kari los labios de ese humano eran lindos, bien marcados y de un tono rosa claro <No entiendo cómo puede dormir con tanta paz después de lo herido que estaba> con eso en mente el campesino empezó a dudar un poco <¿Se habrá muerto?> de todas formas él sabía que no había mejor muerte que la que traían los vientos mientras uno descansaba. Un asi, guiado por la duda de haber hecho algo mal ayer el Elfo Invernal se acercó al paciente dormido, lo apreció unos segundos más antes de poner sus dedos a un lado de su cuello y después en su muñeca. –Sigue vivo –dijo más aliviado.

–Eso es muy bueno. –Sonó desde una esquina de la casa la voz de la abuela.

Eso sobresaltó un poco a Kari, quien se levantó de repente y se volteó para verla. –Buen Soplo ¿dormiste bien?

Con su paso lento la anciana se acercó hasta la fogata que volvía a vivir de a poco. –No tanto, pensar en si habría muerto o no nuestro invitado me preocupaba un poco. Veo que tú estabas igual.

Al escuchar eso la piel de un gris oscuro de Kari se tornó un poco azulada en las mejillas. –No, en realidad no. Solo tenía curiosidad de si seguía vivo.

–Qué suerte que ese fue el caso entonces.

Para intentar cambiar el tema de conversación el joven se apresuró a ir en donde durmió, recogió las sábanas para ir a sacudirlas afuera y después doblarlas y guardarlas. Al mismo tiempo su abuela fue a buscar un ánfora, a pesar de que el jarrón de cerámica era grande no le resultó muy pesado por lo que debía quedarle poca agua. El sector de la fogata era una zona rectangular hecho de piedras, ella fue hasta la esquina opuesta de donde estaba el caldero para poner agua en una pava y calentarla. –¿Quieres un té? –le preguntó la abuela cuando el otro salía de su cuarto.

–Está bien, ahora voy a buscar el pan.

Ambos se pusieron a desayunar, cada uno con su propia taza de porcelana y platillos con pan, queso y jamón. –Pensé que ya se habría despertado –soltó Kari después de llevar un sorbo hasta su garganta. A él no le agradan mucho las personas que hacen muchas preguntas, pero tenía curiosidad de saber cómo este humano acabó en esa situación tan mala. Pero al igual que su abuela no insistiría con ellas y mejor esperaría a que su invitado quiera hablarles sobre el tema.

–Estaba demasiado mal cuando lo trajiste, lo salvamos de la muerte pero no la alejamos mucho. Habrá que seguir tratándolo hasta que despierte. O sino podría volver a empeorar.

–Ya veo.

Ella le dio un sorbo a su taza, y se permitía sentir el momento de degustarlo y disfrutarlo. –Con todo lo que pasó ayer a la brisa nocturna no pude preguntarte ¿pudiste conseguir suficientes pinebras?

–Con suerte el mínimo necesario. –En un caso normal se sentiría mal de no haber hallado más, pero bueno ayer fue un soplo muy particular y tuvo que terminar su trabajo antes.

Como siempre su abuela intentó ser positiva. –Peor es nada. Ya que iras al mercado a venderle esos frutos al señor Henrik también compra algo de medicina ¿sí? Nos vamos a quedar sin ungüento medicinal. –Ella pasó a ver a su paciente dormido–. Y él no sobrevivirá mucho sin eso y jugo de Laka.




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