“Entregarle la Chispa a alguien no solo es la llave para acceder a la magia, sino que si no se hace de forma genuina, se fuerza a alguien a entregarla, se intente sacar o robar; entonces la Chispa se volverá la cerradura que encarcele al infractor en una maldición que lo someterá a sus instintos animales y primitivos”
Fragmento del tema tres de: Unión de Chispas,
Vínculos y Regalos Mágicos entre Almas Heladas.
Por Lady Eira Lindgren.
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Calor, es lo que sentía que le hacía falta. Podía sentir como la temperatura de su cuerpo era mucho menor a la normal y como esta fue disminuyendo mientras pasaban los segundos luego del accidente. Aun así, una vez que su cuerpo acumuló el suficiente calor los parpados de Hakon se abrieron de golpe.
En realidad, hace un rato recuperó su consciencia, solo que se quedó flotando en la inmensidad oscura dentro de su mente. Ese fue el caso hasta que un estímulo externo llegó a uno de sus sentidos y lo hicieron reaccionaran, el sonido de la madera rechinando y el tintineo de algo metálico fueron lo necesario para que abriera los ojos por instinto para saber de qué se trataba.
Al hacerlo el joven noble ya no se encontraba en un paisaje de blanco total y cielo celeste sino que todo era mucho más chiquito, apretado. Le daba la sensación de que la madera de las vigas y el techo se caerían sobre él, pero al menos el calor del lugar era mayor al que uno podría encontrar fuera.
Lo primero con lo que el joven se topó fueron unas figuras a la lejanía, la casa parecía ser pequeña y rectangular, en la puerta de entrada una silueta humanoide y grisácea ingresó a la casa acompañado de un animal. A los ojos de Hakon les tomó un momento acostumbrarse y adaptarse a la luz para verlo con nitidez, a la par la figura se acercó más a él, pareció haber notado que estaba despierto.
Por la incertidumbre y el miedo el noble quiso levantarse y alejarse, quería mantener una distancia segura, solo que eso le fue más inútil con cada acción que intentaba. Quiso apoyar sus brazos en la superficie de madera donde estaba para levantarse y sintió como si gruesas agujas lo atravesaran, eso lo hizo volver a caer de espaldas; cuando intentó hacer fuerza con sus abdominales para pararse estos también le dolieron como si se le desgarraran los músculos.
Entonces todo llegó a su mente, fue como el fuerte impacto de una avalancha de nieve o el golpe de calor que uno siente al entrar en un lugar con fogata. Los recuerdos del accidente atravesaron la cabeza del joven congelándole todo el interior hasta dejarlo como una estatua incapaz de moverse, y con el calor adecuado ese hielo empezó a fracturarse.
Hakon vio que se trataba de un Alvinter, los Elfos del Invierno, las piezas se unieron como en un rompecabezas y sumado al hecho de que había un lobo a su lado el joven supo que él fue quien lo salvó cuando salió disparado de carruaje. Pero el noble no se veía a sí mismo como algo importante, otra cosa más le preocupaba; intentando ignorar el insoportable dolor logró mover su cabeza para ambos lados y analizar el lugar donde se encontraban. Entonces se dio cuenta.
–Mamá, papá. –Se centró en quien lo salvó, no sabía cuánto tiempo llevaba inconsciente pero existía la posibilidad de que ellos se hubieran recuperado antes–. ¿Dónde están? –exigió saber. Hubiera gritado si pudiera.
El Elfo del Invierno se limitó a clavarle la mirada como estacas de hielo. –Yo solo te encontré a ti –dijo sin reparos y directo al grano.
Esas palabras, esas malditas palabras le transmitieron, gracias al viento, el calor necesario para romper el hielo que congeló todo su cuerpo y lo inmovilizaba. Hakon se dejó caer otra vez sobre la superficie de madera donde estaba, la parte trasera de su cabeza chocó con algo suave que él pensó que era una almohada. Se hizo a un costado para mirar a la pared a su lado y se llevó la manta a la cabeza para cubrirse entero, quería desaparecer y reaparecer junto a sus padres. Con cada movimiento el dolor lo hubiera hecho parar, pero ahora había un dolor mucho más grande dentro de él.
Las palabras de ese Elfo fueron como hojas que el viento hace dar vueltas en círculos, giraron en su cabeza un rato hasta que no tuvo más opción que comprenderlas. El accidente del carruaje, solo lo habían encontrado a él. Su rostro se desfiguró en una mueca y las lágrimas no tardaron en salir de sus ojos, sentía que la manta que lo tapaba por completo era como una capsula que separaba todo el mundo de él así que no se contuvo al momento de llorar y gritar. No le importaba que pensara ese Elfo Invernal sobre eso, ya no le importaba nada.
<¿Por qué yo? ¿Por qué no ellos?> que injusto de mierda era el mundo, un desastre total. Sus padres eran buenos nobles que sabían cumplir su labor, él solo era el hijo único que siempre seguía sus órdenes sin dudar ¿Por qué tenía que ser él quien sobreviviera? ¿Por qué?
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Las cejas plateadas sobre los ojos de Kari se fruncieron de la furia cuando ese maldito humano se ocultó dentro de sus sabanas después de verlo, sin embargo, un instante después escuchó los gritos, los lamentos, el llanto. Tan rápido como apareció ese enojo se esfumó, se lo llevó el viento.
<No me esperaba eso> pensó para sí, estaba preocupado porque no sabía cómo reaccionar ante esa situación. Lo único que el campesino hizo fue responderle su pregunta, no entendía porque se puso así de mal al escuchar la respuesta <Apenas lo vi intenté salvarlo y traerlo aquí, no vi a nadie más… pero tampoco los busqué ¿tendría que haberlo hecho?> La primera pregunta que llegaba a su cabeza era un rotundo no, sumar más heridos y seguro en igual gravedad solo habría hecho que fuera imposible salvarlos a todos. En teoría si hay tres vidas en riesgo salvar una es mejor a ninguna, y si se trataba de sus padres a Kari le gustaría pensar que ellos hubieran insistido en que salvara a su hijo. Entonces el resultado es el mismo que ahora.