Canticos del Viento y el Ocaso

Capítulo 7: Viento y Calor

“Mucho más fría que la nieve convencional, mucho más dura que el hielo normal, e imposible de derretir. Son algunas características de las Lágrimas de Nedgaus, aquel hielo mágico que tiene un color dorado por su origen divino”

Fragmento del tema cuatro de: Unión de Chispas,

Vínculos y Regalos Mágicos entre Almas Heladas.

Por Lady Eira Lindgren.

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Hoy el cielo celeste estaba decorado por la nieve de las nubes, se agrupaba en figuras y formas abstractas y lo más probable es que cayera a la tierra en la brisa nocturna cuando nevara. Pero la nieve no solo decoraba el cielo, Kari se encontraba rodeado de ella por todos lados, blanca y pura: sobre las ramas de los árboles, sobre las hojas, abrazando y cubriendo la tierra.

Adentrarse en el bosque de troncos y blanco era lo que más le gustaba, cada paso que daba en su interior era un suspiro de relajación, alejado de los humanos, su destrucción y sus problemas. Y hoy la tranquilidad de la naturaleza nevada se sentía más que nunca, ya que otro humano se había instalado en su casa por quien sabe cuánto tiempo.

Vestido con unas botas y ropa ligera de tonos marrones el campesino cargaba dos hachas pequeñas en su espalda, un largo cinturón de cuero y su compañero a un lado cargaba una cesta de mimbre en la boca.

Nada le encantaría más como poder quedarse en la casa y cuidar a su abuela de ese humano desconocido, que aunque herido no dejaba de parecerle peligroso. El problema es que tenía que conseguir dinero haciendo estos trabajos, no podía simplemente dejarlos y su abuela ya era muy mayor como para poder acompañarlo. Así que solo le quedaba confiar en los dioses de los vientos.

Magnus hizo un sonido con su boca que llamó la atención de Kari, cuando este levantó la mirada el lobo blanco y gris comenzó a correr entre los árboles. Su compañero no perdió el tiempo en seguirlo con paso rápido hasta que llegaron a su destino, el lobo dejó caer la cesta a un lado y saltó para colocar sus patas delanteras en un grueso tronco, con el hocico y ojos mirando determinada rama.

El campesino se detuvo a su lado y observó. –Una rama con tres pinebras –se dijo, eran dos rojos y uno amarillo–. Hay bastantes ramas, creo que esta vez no necesitaré usar el cinturón.

Tomando una bocanada de aire el Elfo Invernal levantó sus brazos y se agarró con firmeza a dos ramas cercanas, hizo fuerza en el abdomen para elevar sus pies hasta poder colocarlos en otra rama más baja y así fue subiendo. En el suelo blanco el gran lobo se emocionaba de solo verlo, parecía recibir una ráfaga de energía y daba vueltas alrededor del árbol buscando la mejor perspectiva.

Después de girar unos 60 grados puedo encontrar una muy buena vista, observó al campesino sentarse en una rama gruesa, aunque parecía resistente no era muy grande por lo que su trasero se apretaba voluptuosamente en ella. Seguido se arrastró un poco por ella hasta que sus brazos pudieron alcanzar los frutos, para su suerte las ramillas no eran duras ni flexibles y pudo sacarlos con facilidad. –¡Calcúlale bien! –gritó Kari.

El lobo supo lo que tenía que hacer, con su cola sin poder para de moverse fue corriendo a agarrar la cesta e intentó calcular la trayectoria de los objetivos. Al notarlo debajo de si el campesino soltó un fruto de su mano y este cayó en el borde de la cesta y luego para afuera. –Casi.

Haciendo un cambio en su intuición, lanzó el segundo y esta vez sí pudo embocarle dentro, por su vista periférica Kari pudo notar como Magnus se emocionó tanto que parecía saltar. Entonces cuando se detuvo lanzó el tercero, solo que alguno de los Vindivus quiso jugarles una broma y el viento movió el fruto para que cayera justo en la cabeza del lobo.

El campesino no pudo evitar echarse para atrás de la risa, volvió a tirar su cuerpo para adelante al ver la confusión de su compañero abajo y ese cambio de peso provocó que la rama cediera. Seguido de un crujido la rama se partió y Kari cayó al suelo, todas las demás ramas y ramillas lo ayudaron a caer más despacio; y sin contar la capa de nieve en el suelo que amortiguó su caída.

La manta blanca del suelo abrazó al joven para protegerlo de un impacto, aceptando ese abrazo el Elfo Invernal no podía parar de reírse al recordar la cara de confusión de su compañero cuando lo golpeó el fruto. Magnus pareció avergonzarse por eso y en venganza soltó la cesta para ir corriendo y lanzarse sobre él, Kari puso su brazo y ese fue lo que el lobo mordió, mostraba sus colmillos afilados y los cerraba alrededor del brazo pero siempre sin usar la fuerza suficiente para lastimarlo.

El campesino quiso empujarlo y se hizo a un costado para sacarse de encima la gran bolsa de pelaje y saliva, el lobo se enojó ante eso y aprovechándose de la tonta distracción del alvinter fue y le mordió una nalga. Kari soltó un grito y se puso de pie al instante. –No, esa parte no –le contestó intentando aguantarse la risa.

Intentó volver en sí y fue a recoger los dos frutos que no logró encestar, los metió dentro y se dio cuenta que ya había llenado dos tercios de la cesta. –Hoy sí que fue un buen soplo, en esta zona hay bastantes frutos. –Magnus soltó un ladrido de alegría.

Antes de prepararse para salir Kari se llevó una mano al bolsillo del pantalón, no sentir nada allí dentro hizo que se preocupara. Sus ojos de esclerótica celeste se movieron por todo el entorno buscando aquello que le faltaba, a los pocos segundos le pareció encontrarlo en el hueco con su forma hecha en la nieve, por lo que se apresuró en recogerlo.

Al notar esto Magnus se enojó en serio, su hocico se arrugaba y sus orejas se agachaban y le mostraba los colmillos al objeto que su compañero fue a recoger. – Ey no hay de qué preocuparse. Es lo que me dio… ash no me acuerdo nunca el nombre de esa chica. –El campesino se agachó y recogió una pequeña caja.




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