“…Lo único que necesitaban era leche, se les servía como alimento y agradecimiento por su labor. Pero no todos vivían en casas, la conquista y destrucción llevaron a algunos a vivir en los bosques. Proporcionando su ayuda a quienes dejaran un platillo de leche en los árboles.”
Fragmento de:
Canticos del Viento y el Ocaso.
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Por algún motivo, cuando Kari se despertó en el soplo siguiente esperaba escuchar algo como lo que le dijeron antes de que se fuera a dormir. Pero ese no fue el caso, la razón por la que abrió los ojos era porque el gran lobo que tenía a un lado ya no estaba durmiendo abrazado junto a él, sino que estaba de pie a su costado y empujando el mentón del campesino con su hocico para despertarlo.
La boca del Elfo Invernal se abrió en grande para dejar escapar un bostezo. –Ya voy –dijo a duras penas, estirando cada extremidad de su cuerpo y obligándose a levantarse.
Al notar esto la cola de Magnus se sacudió de un lado a otro con alegría, con un paso lento y casi arrastrando los pies Kari le abrió la puerta y el lobo no dudo en salir disparado entre los árboles. En un segundo su melena le permito camuflarse y terminar desapareciendo en el bosque nevado.
El campesino volteó su cabeza, hasta la cama hecha de dos bancos, donde su paciente descansaba. Este pensó que el rechinar de la puerta provocaría que se despertara pero pareció no ser el caso, Kari lo observó por encima y estaba durmiendo bastante bien, quizás demasiado. Su Chispa interna se sacudió como si recibiera un viento helado y se apresuró a ir a un lado del paciente, justo como sospechaba su rostro no parecía el de una persona normal durmiendo.
Pasó dos dedos por una vena a un lado del cuello, sintió el pulso solo que al no estar conforme también los puso debajo de la nariz para sentir su respiración. –Si está vivo –se dijo tranquilizándose–. Aunque más que dormido parece inconsciente. –Se quedó observando como el noble “dormía” teniendo los anillos en los dedos y el aro puesto alrededor de su cabeza, por la posición en la que descansaba es como si quisiera protegerlos para que nadie se los robara, los atesoraba.
–¿Habrá sido la medicina? –sugirió la abuela saliendo de su habitación.
–Esperemos que sí.
Con su piel arrugada al igual que su pijama la anciana se acercó a la fogata para calentar agua en una pava. –¿Esa dulce chica no te dijo nada al respecto?
–No hablamos mucho, si me contó que en unos soplos volvería a pasar por el mercado así que ahí podría buscarla. Igual sería mejor que para ese momento él ya despertara.
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Kari siempre se sentía un poco incómodo cuando iba al mercado, de por si no le gustaba mucho estar rodeado de tanta gente y menos sin poder llevar sus dos hachas. En su lugar lo que tenía era una cesta llena de las pinebras que consiguió ayer de los árboles, sería la misma rutina de siempre, ir con Henrik para vendérselas.
No obstante, ese soplo los vientos le trajeron algo inesperado. Poco antes de que llegara al puesto de Henrik escuchó como alguien le hablaba, pero lo hizo usando su nombre, Kari se volteó al instante y vio que era su ¿amigo? ¿colega? La verdad que no sabía cómo definir la relación que tenía con él, pero se trata de otro alvinter por lo que con eso ya le caía mejor que la gran mayoría de humanos aquí presentes.
Para los humanos, los alvinters eran muy parecidos entre sí, él no podía culparlos porque muchos humanos también le resultaban idénticos. De todas formas, además de las similitudes obvias de su especie tenían diferencias: esta otra persona tenía su cabello plateado atado en una cola, su iris es azul y tenía muchas menos pecas blancas en su rostro. Además de que usaba una ropa de mejor calidad.
A diferencia de la extraña y agradable chica en este caso el campesino si recordaba su nombre. –Anders.
–Hace rato que no te veía. –Kari levantó su mano para estrechársela aunque en su lugar este fue y lo dio un fuerte abrazo, ese tipo de cosas eran las que confundían al campesino respecto a que tan cercana o como era la relación de ambos. Él no tuvo muchas y buenas relaciones en el pasado, esto podría serle demasiado para él aunque quizás para quienes tienen vidas tranquilas y normales era lo común. Por eso lo dejó pasar.
–Es verdad, hace soplos que no te cruzo por aquí ¿estuviste viniendo el mercado? –le preguntó después de separarse del abrazo, aunque igual se quedó más cerca de lo que Kari esperaba.
<En verdad si, solo que me olvidé de buscarlo> pensó. –En realidad no tanto, en casa tenía todo lo necesario así que no salgo mucho. En su lugar me quedo para ayudar a la abuela.
–Ah que bueno eso, pero ya sabes, no te olvides mi propuesta. –Anders le dio un suave codazo–. Cuando salgas a recolectar o pescar invítame así te ayudo y te hago compañía.
Una sonrisa algo forzada salió de Kari. –Claro que sí, la próxima vez que salga sin duda te aviso.
–Qué bueno, me encantaría verte trabajar y ayudarte. –Para el campesino no era gran cosa su trabajo, y solo lo hacía porque si no moriría de hambre, no veía razón de emocionarse tanto como lo hacía su colega.
Al final de cuentas se trataba de otro alvinter, y no hay muchos en el pueblo. Encima era amable con Kari, y este se sentiría mal si no le devolvía de la misma forma. –Pero tú ¿Cómo vas con tu trabajo? –Le dio otro vistazo a la ropa que llevaba–. Imagino que bien.
Antes de responder Anders observó a su alrededor, entre las casas semienterradas y las personas caminando encontró unas grandes rocas al lado del camino. Fue a sentarse en una y le hizo un gesto a Kari para que se sentara a su lado, este dudó por un segundo pero terminó aceptando y fue. Ahora si su colega le respondió la pregunta.
–Es agotador, las formas de tejer la ropa son complicadas. Al menos las manos ya no se me cansan o duelen tanto como al principio. –Soltando un bufido el joven le mostró sus dos manos, Kari notó los callos en sus dedos y como temblaban mucho menos que antes–. Al menos en la bodega siempre hay una fogata encendida, eso ayuda mucho.