“…porque se alimentan solo de sangre y usan los cadáveres para profanarlos. Neamh Mairbh se llaman, y en la Luna eterna tienen carta para ser libres y atormentar a gusto”.
Fragmento de:
Canticos del Viento y el Ocaso.
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La nieve no paraba de caer del cielo nublado, en esta ocasión el campesino tuvo que abrigarse más sin contar que era más difícil caminar con la excesiva cantidad de nieve, razón por la cual Hakon no lo acompañaba hoy. La cantidad de nieve que iba acumulándose en el suelo llegaba a medir lo mismo que una cabeza y el viento también estaba mucho más fuerte de lo normal <Hoy los Vindivus deben estar ajetreados> esto solía pasar cuando sus dioses estaban molestos o de lo contrario se emocionaban demasiado.
El sendero empedrado del pueblo estaba despejado, podían verse las piedras con facilidad, en cambio a los costados del camino la nieve se acumulaba cada vez más en cantidad. En el camino de al lado el alvinter notó como un grupo de niños trabajaban en conjunto para despejar los caminos de la nieve <El Barón les debe haber pagado algunas monedas de plata> pensó. Le parecía mejor ver a los niños trabajando por monedas y hacer eso a que salieran a jugar al bosque con este clima, las cosas podrían volverse peligrosas muy rápido.
Incluso al propio Elfo Invernal no le gustaba salir a caminar por el bosque con este clima, claro que él tenía 10 veces más posibilidades de sobrevivir que esos niños pero de todas formas. Que sus dioses se molestaran o emocionaran mucho, ambas podrían ser señales de algo no muy bueno y no quería arriesgarse <Espero que Magnus regrese pronto de su salida vespertina>. Su compañero siempre salía apenas se levantaba, no sabía porque ni a donde iba, tampoco se molestó en seguirlo ya que no era asunto suyo.
Para su suerte no tenía que hacerlo, a ese trabajo ya lo hizo ayer junto a Magnus y Hakon, hoy estaba en el pueblo para lo mismo de siempre, venderle los frutos de la cesta a Henrik <Solo espero que ese idiota este trabajando a pesar de este clima> si, era tan idiota que lo estaría haciendo.
Ya que el cielo estaba muy nublado y tiñéndose de un tono gris las velas de las lámparas estaban encendidas, solo que las que colgaban de postes que se sacudían por el viento y podría llegar a dar la impresión de que se caerían. En cambio, las que estaban en las puertas de las casas eran más quietas, quizás porque ahora un caparazón blanco abrazaba la colina que era la casa y las protegía del viento.
A diferencia de otros soplos hoy había muy poca gente y todos estaban mucho más abrigados <Con este clima Raidia si encajaría mucho mejor> pensó recordando el nombre de esa chica. Solo que, si ella se abriga demasiado con un clima normal ¿no se abrigaría todavía más con este clima? ¿Siquiera era posible que se abrigara más? Al alvinter le daba la impresión de que físicamente ya no le entraría más ropa en el cuerpo.
–Disculpa. –Una chica le habló desde detrás, sus orejas puntiagudas se sacudieron y dio media vuelta. Por un segundo pensó que se trataba de Raidia, la había invocado con sus pensamientos. Solo que no fue el caso, se trataba de otro alvinter como él, solo que era una mujer.
Al no ser una humana el campesino ya iba mucho más predispuesto. –¿Qué ocurre? –Observó a todos lados y se acercó a ella con cuidado, el viento había trasmitido su voz con una preocupación y agitación que casi se le contagian a él.
Como la chica pareció casi caer para adelante el campesino abrió sus brazos para agarrarla si eso llegaba a pasar, ella estaba agitada y temblaba ligeramente aunque no debido al clima; eso ocurre cuando un alvinter siente mucho miedo o preocupación. Y esta chica tenía la expresión de pavor, como si hubiera visto un yeti en persona y quisiera escapar.
Después de unos momentos ella logró reincorporarse, levantó la vista y Kari tembló por dentro al ver sus ojos de un negro absoluto, parecidos a una noche profunda y sin estrellas. Entonces el campesino lo comprendió, observó el cabello de la chica, él pensó que estaba blanco por la nieve que les caía pero no. En efecto era blanco y no plateado.
Ella… era una persona sin Chispa, se la había entregado a alguien. Se dice que no hay mayor acto de generosidad, amor, altruismo y agradecimiento que regalarle la Chispa a alguien más. Con eso en mente se supone que aquellos que lo hacen deberían ser respetados por la sociedad ante tal sacrificio… era todo lo contrario. Tener dos Chispas significaba ser superior, incluso poder usar la magia ¿pero no tener ninguna? Era algo tan feo y mal visto que ni existía una palabra para referirse a aquellos en esa situación.
<¿Va a pedirme mi Chispa?> pensó preocupado el campesino por un segundo. Era imposible que se la sacaran sin que él aceptara darla de pura y blanca voluntad, de todas formas eso no evitaba que se generara una situación muy incómoda. Incluso él ya se estaba arrepintiendo de haberla intentado ayudar.
–No quiero sacar suposiciones o conclusiones aceleradas, y discúlpame de ante mano por la pregunta aunque me urge saber ¿Conoces a un sastre? Se llama Anders.
<¡¿Qué?! ¿Esta chica que tenía que ver con él?> La Chispa interna del campesino empezó a sacudirse por un viento de duda y preocupación que ingresaba sin permiso. Igual no se olvidó de ser cauteloso. –¿Por qué? ¿Qué ocurrió? –contestó con otra pregunta.
En serio la alvinter debe haber estado muy preocupada y desesperada porque no se dio cuenta de eso, ingenuamente respondió entre escalofríos. –Nosotros estuvimos viéndonos desde hace algunas estaciones, pero fue hace poco, en la celebración del final de la Luna eterna que me di cuenta lo que sentía por él. –A ella le costó decir mucho las siguientes palabras–. Decidí regalarle mi Chispa. –Su cuerpo casi se cae así que el campesino tuvo que agarrarla–. Y desde entonces no volví a verlo, fui a buscarlo a nuestros lugares favoritos y no estaba. Siento que me está evitando y necesito preguntarle qué fue lo que pasó.