“El descubrimiento y uso de estas artes mágicas lleva alrededor de medio milenio, todavía se desconocen muchas cosas. Además de su estado sólido (hielo y nieve) este manual incluyo el uso de las Lágrimas de Nedgaus en sus estados líquido y gaseosa. Pasar de un estado a otro solo se puede gracias a los Sublimadores (cuyo funcionamiento es secreto y no se detalla en este escrito)…”
Fragmento de: Resplandor Dorado,
Arte de la Nieve y el Viento.
Por: Lene Ahmed.
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Entrando por la ventana el fresco aire de la brisa vespertina llegó para acariciarle la cara, el cuerpo de Foran lo recibió con gusto y seguido de un cosquilleo ella abrió sus ojos. Su cabello castaño ocre estaba despeinado y enredado, su pareja le había confirmado que se movía mucho cuando dormía y eso lo provocaba. Pensando en ella la mujer giró su cabeza a un costado de la cama y se percató de que se encontraba sola, la cama con capacidad para tres personas estaba en más de su mitad vacía, en el otro lado donde debería estar Gavi solo quedaba unas sábanas corridas para un lado y arrugadas.
–Así que se levantó antes. –Sin pensarlo mucho ella también hizo lo mismo. Corrió las sábanas a un costado para ponerse de pie, entraba bastante frio por la ventana pero en vez de cerrarla la mujer fue a buscar una bata suave y acolchada. No se la ató así que seguía al descubierto la parte delantera de su cuerpo, aunque la ropa interior le tapaba la cintura, sus senos quedaban semi cubiertos.
Su habitación era muy grande, por sí misma podría ser del tamaño de una casa pequeña. La cama de madera tallada tenía cuatro pilares en cada esquina que sostenían un techo, había dos grandes chimeneas enfrentadas en paredes opuestas. Alfombras de caros y brillantes tintes cubrían el suelo para que sus pies descalzos no tuvieran frio al caminar, sumado a eso en el cuarto había dos pequeñas habitaciones más, una funcionaba como guardarropas y otra como baño.
Ella fue hasta la del baño, el interior lleno de baldosas blancas con velas iluminando. Se detuvo frente a un espejo adornado con caracolas y de un cajón sacó un peine, solo que todavía seguía cansada y no se veía capaz de ganar la lucha contra el pelo enredado. Salió del baño y abrió las dos grandes puertas de madera pintadas que llevaban a un pasillo.
Su hogar era digno del de un noble, no, incluso podría decirse que era un poco mejor. Solo pocos nobles y con mucha influencia llegarían a tener una residencia como esta, aunque eso en un principio se debía a la cantidad de cosas que tenía. Cosas que fue guardando a lo largo del tiempo. Del lado izquierdo había enormes ventanales, en las paredes en medio colgaban pinturas. Todas de artistas muy reconocidos, algunas siendo obras originales que después fueron copiadas para venderse.
El otro lado de la pared, aunque no tenía ventanas, no se quedaba detrás. Colocado de forma simétrica había varias mesas pequeñas, estas sostenían jarrones antiguos, libros cuya apariencia fue gastando el tiempo, espadas de nobles e importantes guerreros de la historia. Cada una de esas cosas valdría una pequeña fortuna, pero cuando Foran las consiguió eran herramientas recién hechas o usadas.
No obstante, hay una razón de porque todas esas cosas están en el pasillo que conecta a su habitación. Eran unas de las primeras cosas que vería al levantarse, ella no notaba el valor monetario de los objetos sino que al verlos tenía los recuerdos de quienes se los dieron; de aquellas personas a quienes conocí mientras las décadas avanzaban. Mientras el tiempo de existencia para ella seguía y pasaba de tener dos a tres dígitos, ya estaba a mitad de camino para llegar a los cuatro aunque se cuestionaba a sí misma si realmente llegaría. Tampoco era un asunto al que le diera muchas vueltas.
Varias puertas empezaron a aparecer a ambos lados del pasillo, habitaciones con diferentes usos. Foran se concentró en aquella puerta blanca que estaba entreabierta, se trataba de la cocina y podía escuchar sonidos varios del otro lado. Se hacía una idea de lo que ocurría dentro así que entró.
De una punta de la pared a la otra se extendía una larga mesa de tablas de madera y piedra, esta era dividida en secciones y había varios fogones apagados; excepto uno que estaba encendido. Sobre el fuego se colocaron unas barras de metal y una tetera colgaba de ella, a su lado se encontraba una hermosa alvinter. Su cabello plateado le llegaba hasta los codos pero estaba atado en dos coletas con moños celestes, aquella Elfa Invernal escuchó la puerta abrirse y se volteó de inmediato.
–¡Fori! –dijo sorprendida y rápidamente se desilusionó–. Ya te despertaste, pensé que podría sorprenderte con la comida en la cama.
Ella se acercó y la besó. –La próxima vez no dejes la ventana abierta entonces –respondió con una risa.
–Es que los Vindivus tenían que entrar a revitalizar la casa.
–No lo dudo. –Foran fue hasta una mesa redonda para sentarse. El cuarto de cocina tenía varias ventanas, todas y cada una sin excepción tenía una maceta con distintas flores coloridas. Flores que Gava amaba cuidar y apreciar. –¿Las regaste a todas? –quiso saber mirándolas detenidamente a cada una.
–Fue lo primero que hice, antes de poner a hervir el agua incluso –respondió para volver a concentrarse en las tostadas que estaba haciendo. –¿Quieres que les eche miel?
–Está bien.
El agua terminó de hervir y Gava la sirvió en cada taza para preparar la infusión, una vez lista la colocó en una bandeja para llevarlas a la mesa. –Espero que te gusten, esta vez usé una nueva flor para prepararlo.
–Ay amor, espero que no fuera una de tus flores favoritas.
–Todas las son, no te preocupes.
–Si he notado que le hechas el ojo más a unas que otras. –Foran levantó una ceja para enviarle mirada coqueta.