Canticos del Viento y el Ocaso

Capítulo 17: Unión

“… Con el tiempo el Lattfisk se multiplicó y dio origen a los peces conocidos como Latis. Portadores de la pequeña chispa de luz de su primogénito, llevando consigo el mismo mensaje.”

Fragmento de:

Canticos del Viento y el Ocaso.

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El soplo de hoy era distinto a los anteriores por varios motivos: uno de ellos era el cielo más nublado de lo habitual, eso implicaba más oscuridad de la común y aunque de momento era tenue aumentaría mientras se acercaba la brisa nocturna. Otra de las razones es que para esta salida el campesino y el noble vinieron mucho más equipados de lo normal.

Sentado en frente del agujero en el lago congelado estaba el alvinter, con sus piernas cómodamente dobladas y entrecruzadas, sus manos sostenían con tranquilidad pero firme la caña de pescar cuyo anzuelo se sumergía en el agua. A su costado no podía faltar Magnus quien estaba acostado y fungía como el guardia de la cesta, la cual ya tenía 7 pescados dentro.

Lo nuevo era lo que se encontraba del otro lado del campesino, normalmente la mochila con cosas de Hakon pero ahora había algo más. Un grupo de piedras formaban un pequeño círculo, dentro había madera seca y quemándose por el abrazo de las llamas, sumado a eso arriba de la fogata había una pava de metal llena de agua, rodeada por un anillo del que salían tres piernas hasta el suelo.

–Ya le falta poco al agua para hervir –dijo el campesino fijándose en la pava. Eso le hizo recordar lo que pasó el otro soplo.

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Aquella brisa nocturna estaba acompañada de un frio aun mayor al habitual, pero tampoco era lo suficiente como para exigir llevar más abrigó. La puerta de la casa se abrió pero la abuela en su interior no se sobresaltó, ya había escuchado sus pasos sobre la nieve a la distancia y cuando los vio llegar dejó de coser para ponerse de pie y recibirlos.

–¿Qué tal la pasaron el soplo de hoy? –Se acercó a su nieto para abrazarlo y darle un beso en la mejilla y luego fue al noble para abrazarlo también. Solo que al hacerlo la mujer de avanzada edad notó algo extraño, las Chispas de ambos no ardían con la intensidad de otros soplos.

Luego de hacerse a un costado para dejarlos pasar lo notó mejor, tenían los ojos entrecerrados, la mirada perdida, estaban encorvados y parecían caminar más lento. Su nieto se apresuró en dejar la cesta llena de peces sobre la mesa y al instante se descolgó la mochila de la espalda, sin pensarlo dos veces se dejó caer sobre las mantas dobladas a un costado de la fogata en el suelo. A su lado Magnus parecía igual de cansado y también se desplomó, ni siquiera se molestó en acomodarse al lado del cuerpo de su nieto.

Del otro costado la situación no era diferente, pudo ver como el noble dejaba caer su mochila para guardarla debajo del banco de madera y acostarse encima. Se supone que ahora iban a comer y por lo tanto estaban usando uno de los bancos, pero eso a Hakon pareció no importarle, así como tampoco le importó que ni siquiera tuviera sabanas.

La abuela se quedó viéndolos a ambos un momento, estaban demasiado agotados. Podría justificarlo en parte por la cantidad de pescado que trajeron pero eso no servía del todo. –Parece que hoy fue una brisa diurna muy ocupada –dijo ella acercándose con su paso lento para cerrar la puerta de la entrada.

–Mañana voy al mercado a vender los pescados, podemos quedarnos con la mitad –respondió el alvinter, con cada palabra su voz se iba haciendo más fina y su conciencia daba un paso más al Reino de los Sueños. Estaba tan agotado que su cerebro no funcionaba bien para comprender lo que le decían.

–Las prácticas de patinaje y pesca fueron demasiado –agregó Hakon con un poco más de vigilia aunque los ojos ya cerrados en su totalidad.

La mujer de edad muy avanzada no pudo soportar eso. –No, no, no. No puede irse sin haber comido algo antes. –Se acercó a su nieto para despertarlo y llevarlo a tirones hasta la mesa, este no tenía fuerzas para resistirse o decir algo, era como un trapo–. Entiendo que estén muy cansados pero van a tener que hacer este esfuerzo final. –Giró sobre la mesa para ir hasta Hakon y hacerlo levantar también para que se siente en el banco.

Su nieto estaba sentado, con la espalda muy encorvada y los ojos más cerrados que abiertos. –Lo siento abu… –Se quedaba dormido a mitad de la oración.

–Ay queridos no puede ser, no pueden seguir saliendo a trabajar toda la brisa diurna sin llevar para comer y reponer energías. Por suerte tengo una solución para eso.

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Al regresar en sí el alvinter se concentró otra vez en el hoyo de agua oscura, lo analizó un momento y su instinto le dijo que ningún pez iba a picar pronto el anzuelo. Y él confiaba mucho en su instinto así que le hizo caso, y para no aburrirse aprovecho para distraerse. No con cualquier cosa, sino con el buen espectáculo que tenía a un costado.

Muchos metros a la distancia, alejado de la orilla del bosque y las montañas, aquel humano se movía en el corazón del lago congelado como si fuera la mismísima razón de porque ese corazón palpitaba. Los patines en sus pies le permitían deslizarse por el hielo con una gracia fría, dejando finas líneas blancas por donde pasaba las cuchillas. Con una coordinación asombrosa sus piernas se movían de un lado a otro, su cuerpo seguía una línea recta pero sus piernas y pies formaban círculos sin caerse.

Simultáneamente movía sus brazos, formaba semicírculos a la altura de su abdomen y los levantaba con lentitud hasta el cuello a la par que los abría y los extendía como las alas de un ave. No había ocasión en la que Hakon no patinara que el campesino no se quedara absorto mirándolo <Es… es… es demasiado asombroso, maravilloso. Parece que bailara una danza con los mismos Vindivus materializados>. Era uno con el viento y este mismo parecía ayudarlo a realizar sus movimientos complicados, evitaba que se cayera y le permitía mantener su equilibrio.




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