“Al notar que todo era solo un lienzo negro fue que Dolnedgaus tomó la decisión, en su obra y gracia creó algo para poder llenar ese espacio vacío. Algo que fuera su opuesto, si el vacío era una nada negra entonces creó mundos blancos. Pero a su creación le faltaba una cosa, no podía crear seres a su semejanza asi que para poblar el mundo de vida tuvo que sacrificarse”.
Fragmento de:
Vientos y Designios Divinos.
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El soplo estaba mucho más gris que de costumbre, en su mayor parte el cielo celeste quedó tapado por gracia de los vientos. Sumado a esto el grupo se encontraba en lo alto de un paso montañoso por lo que los vientos estaban más presentes y con mayor fuerza, cosa que no siempre se le atribuyen a algo bueno.
Como un trabajo cooperativo entre dos ciudades se había acordado construir un camino para el viaje entre ellas, en específico los comerciantes insistieron mucho a los nobles para poder tener rutas más cómodas y seguras de transporte. Al final los nobles de ambas ciudades aceptaron pero tampoco se esforzaron demasiado, no construyeron nada y solo acondicionaron la zona para ser más transitable.
Había un ancho sendero de tierra por el cual podrían pasar dos carrozas de lado sin complicaciones, a la derecha se extendía una porción de tierra decorado con enormes rocas que acababa en un barranco a los pocos metros. Un barranco que daba hasta un inmenso bosque cubierto de blanco. Del otro lado también había unos metros de espacio hasta que la montaña volvía a levantarse todavía más.
En una de esas zonas superiores al camino en la ladera de la montaña es donde se encontraba el grupo, formado en igual parte por adultos y jóvenes, humanos y alvinters. Todos tenían ropas no muy adecuadas para el clima, podían soportar biológicamente el frio pero al sumarse las alturas se vuelven menos resistentes y suelen tenerse escalofríos como ahora. La mayoría tenían barbijos cubriendo la parte inferior de sus rostros.
Un grupo de niños entrenados para el asesinato fueron enviados a mover gigantescas rocas, unas tan pesadas que se necesitaba mínimo a cuatro para poder lograrlo. Entre ellos había un joven alvinter, le faltaban ciclos para alcanzar la mayoría de edad por lo que no era un tema del que se preocupaba todavía. Solo seguía las órdenes de los adultos como sus demás compañeros.
Los vientos fríos parecían querer impedirles su tarea indirectamente, solo que la fuerza corporal que usaban para mover las rocas era suficiente para calentar sus cuerpos y poder darse el lujo de ignorar esas advertencias del clima. Luego de un gran esfuerzo arrastrando una enorme roca el grupo de cuatro niños terminó, con su frente perlada del sudor y sus manos casi azules; el Elfo Invernal casi niño se dejó caer al suelo para recuperar energías. Sus compañeros humanos, igual de agotados que él hicieron lo mismo, formando una sinfonía con sus respiraciones apresuradas y agitadas.
Concentrando su atención en dirección opuesta de la ladera notó al otro grupo de niños más jóvenes, ellos todavía se esforzaban para empujar las grandes rocas que se les asignaron. Les quedaban pocos metros para dejarlas en el punto acordado, pero cada paso, cada centímetro que lograban hacerla mover parecía duplicar su distancia. Lo peor es que no tenían todo el tiempo del mundo para hacerlo y si fallaban esta misión todos la cobrarían caro, el niño hubiera ido a ayudar si no fuera porque le costaba mantenerse de pie ahora.
En cambio, los varios adultos en el medio de ambos grupos no estaban ni cerca de agotarse, pero no se molestaban en ir a ayudarlos. Tenían una charla casual entre ellos como si fuera una juntada de amigos, el niño alvinter lleno de pecas blancas se hubiera molestado mucho si tuviera las energías para hacerlo, la potencia de su Chispa era tan baja que apenas podía mantenerlo con vida. Aunque si podía llegar a escucharlos.
–No estoy seguro, el clima, los vientos. Puede ser una señal de Dnocrus para que no hagamos esto –dijo uno de los adultos alvinters con un tono poco sereno. Al comprender eso el niño no sabía que sería peor, si abandonar todo aquí y haberse agotado en vano o seguir y arriesgarse. El botín que querían conseguir era alto, pero los riesgos de igual proporción.
El otro Elfo Invernal parecía carecer de toda duda. –No interesa –contestó secó y al instante–. Si no conseguimos robar esas joyas de la nobleza del carruaje que se aproxima la ira de los Vindivus no va a compararse con la de nuestro jefe. –El adulto pareció quedarse molestó y giró su cabeza para notar al otro grupo de niños que todavía les faltaba para mover su gran roca asi que fue a gritarles.
Quien parecía estar más preocupado giró su cabeza para analizar el alrededor y por puro azar se encontró con que el niño pecoso lo estaba observando, al instante el niño cambió de dirección su vista pero fue demasiado tarde. El adulto lo sabía, lo habían escuchado dudar, parecer débil. No podía permitir eso, el sonido de sus botas resonó con fuerza en la tierra rocosa mientras se acercaba al niño agotado; este intento quedarse duro y congelado mirando en otra dirección y fingiendo que no escuchó nada. Pero su táctica no le resultó.
Su pose de hielo se rompió cuando el hombre le metió una patada en el pecho, la gran bota le dejó una marca de tierra en medio de los pectorales y el brazo. El niño se desplomó para un costado, contuvo el grito de dolor porque sabía que sino sería peor. Los otros niños se alejaron de él al percatarse de eso y el adulto lo agarró del cuello para levantarlo, había notado ese patrón siempre con los adultos ya sean nobles o no, volverse violentos y agresivos para ocultar sus inseguridades.
La gruesa mano del alvinter adulto apretaba con fuerza el cuello del niño, le dificultaba recibir el aire que los dioses transmitían en el viento. El adulto ignoró eso y con su mano libre le tiró y apretó con fuerza una de sus orejas puntiagudas. –Así que levantas mucho la oreja mocoso, ten más cuidado que escuchas porque podrías arrepentirte.