“Aquellos humanos que no lograron protegerse del primer Kvallvig, la Luna Eterna, cambiaron sus cuerpos y naturaleza para siempre. Su piel se tornó oscura como la misma noche, sus cabellos plateados como el brillo de la nieve. Se volvieron parte de la oscuridad y la nieve, se volvieron alvinters”.
Fragmento de:
Vientos y Designios Divinos.
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El cielo se encontraba despejado, teñido de un color celeste e iluminado por los rayos del sol. Pero no solo iluminaba sino que también proporcionaba su calor, uno del cual el noble estuvo muy agradecido de recibir cuando impactaba en su piel. El sol no era un ser vivo y él lo sabía, y aun así su calor era agradable, reconfortante y transmitía seguridad y protección a quien lo recibiera.
–No entiendo porque el Barón tiene todas las ventanas de su casa cerradas –comentó el humano de pelo rubio ceniza, tenía que esforzar un poco más su voz ya que la bufanda que cubría su boca le bloqueaba un poco las palabras.
Ambos abandonaron los terrenos del dirigente del pueblo, su casa era la única que no estaba medio enterrada en la tierra y parecía una colina. Como buen noble de regla tenía una enorme vivienda de dos pisos hecha de madera y roca, incluso un gran jardín circular al frente. Lugar que ambos acababan de cruzar para darle paso a una plaza del pueblo y caminar por su sendero.
–Yo tampoco –se limitó a responder el campesino, no le daba muchas vueltas al tema. Tampoco le interesa intentar comprender como funcionaba la extraña mente de los nobles, o bueno no de todos.
–En mi casa siempre se tenían todas las ventanas abiertas, la luz del sol es un regalo que se recibe con los brazos abiertos –explicaba Hakon. Kari se había dado cuenta que en los últimos soplos el humano empezaba a hablarle más sobre su familia, al principio le parecía extraño aunque al final concluyó que era algo bueno; estaba superando su perdida y ahora podía hablar sobre ellos sin ponerse tan mal–. Por eso es tan triste cuando llega la brisa nocturna, Kvalljup o las nubes lo tapan.
El campesino reaccionó casi instintivamente ante eso último. –Si las nubes bloquean al sol es solo para seguir los designios de los Vindivus, me parece una falta de respeto ponerse triste por eso. –Tan rápido como lo dijo fue que se dio cuenta de sus palabras, se mordió el labio inferior–. Bah, eso me decían en el pasado.
–Te criaste en un ambiente muy religioso –comentó el noble con curiosidad.
Al alvinter no le gustaba mucho hablar sobre su pasado, de todas formas estaba un poco dispuesto a responder a ciertas cosas que preguntara el noble. –Así es, demasiado devotos a la religión de los Cuatro Vientos. Pero nunca para bien. –Se percató de que el humano lo observaba con interés así que decidió cambiar el tema antes de que hiciera más preguntas–. Imagino que ustedes disfrutaban mucho del Dagjup.
–Ah no sabes cuánto. –El calor que emanaba de su cuerpo se intensificó–. El Sol Eterno es la estación del año en la que más bailes se realizaban en mi ciudad, era lindo. –Hakon también tenía su límite, podía empezar a hablar más de su familia y sus recuerdos, aunque hacerlo demasiado le jugaría en contra–. Igual eso es viento pasado ya. Ahora tenemos que concentrarnos, el Barón nos pidió recolectar al menos un Destellasol para cada casa.
–Es verdad, y son como ciento veinte casas. Sera más difícil recolectarlas porque crecen en la cima de cada árbol, y ya viste lo grandes que pueden llegar a ser.
–Sí –Hakon se cruzó de brazos–. Igual yo imaginé que cada familia estaría más por su cuenta, pero tendremos que recolectar nosotros los Destellasol para cada uno.
Kari lo miró con una expresión que decía “Y obvio”. –No sé cómo funcionará en tu ciudad pero así se hacen las cosas aquí. El carnicero vende carne mucho más barata, el sastre crea prendas más abrigadas para quien se lo pida y nuestra labor es que todos tengan un Destellasol en su casa. Es trabajar en comunidad.
–Ya se, ya se. Qué bueno que lo implementen así, en la ciudad cada uno solo compra lo que necesita y ya. No hay descuentos ni favores ni nada.
–Qué triste suena eso –El alvinter sonó un poco despectivo y el humano no pudo reconocer bien si ese calor en sus palabras era adrede o no.
–Creo que son solo diferentes formas de hacer las cosas, no se puede comparar una ciudad con un pueblo –intentó explicarle. Él no quería sonar como si se lo estuviera recriminando pero tal vez el tono de su voz le hubiera hecho entender otra cosa, así que antes de poder seguir con ese tema Hakon se percató de algo y concentró la atención de ambos en eso para cambiar de tema.
Entre la multitud de personas presentes los ojos grises del noble se centraron en una en especificó, se trataba de una mujer baja en estatura, con cabello negro, largo y ondulado. Sin dejar de lado otros rasgos como su exorbitante cantidad de abrigos para retener el débil calor de su cuerpo y ese objeto negro colgando de sus orejas y que le impedía ver.
–Mira, esa es la persona de la que te hablé el otro soplo. Vamos a saludarla. –El noble aceleró su pasó con un calor emocionante emanando de su cuerpo, en cambio los ojos celestes del Elfo Invernal se abrieron en grande, él también conocía a esa persona.
Al acercarse más los dos se percataron de que ella no se encontraba sola, otra mujer también la acompañaba. La otra persona era incluso más baja que la primera, tenía un rostro más regordete y podía saberse que venían juntas porque vestían la misma cantidad exagerada de ropa de abrigo y esos objetos que parecían de cristal negro frente a sus ojos.
Ambas mujeres parecían estar apreciando un “recuerdo en cristal”. La esfera de vidrio era del tamaño de una palma y en su interior tenía un magnífico tallado en madera del Vindivus Dsoderus, este tenía ambos brazos abiertos para dar un acogedor abrazo mientras los vientos corrían desde su espalda hasta adelante.