Hay siete moscas sobre mi.
Zumban como presagios, revoloteando con una calma cruel.
Hay algo que no entiendo, yo no estoy muerta.
Aunque algo en mi ya no está, sigo respirando.
Sigo sintiendo.
Sigo amando.
Algo me aplasta el pecho, algo frío e invisible.
Algo me arde en la garganta, un grito que no sale.
Hay una vela encendida a mi lado, una llama solitaria que apenas alcanza a iluminar la habitación. Más no mi camino.
No me guía, no me salva. Solo parpadea, cansada.
Y este olor a muerte, no es mi tumba. Es mi corazón, pudriéndose bajo las palabras de otros...
Quisiera gritarles que aún hay vida dentro de esta piel rendida.
Lloran por mí mientras me sepultan con palabras y decisiones que no son mías.
Están cerrando mi tumba, enterrando mi alma muerta. Y yo, torpemente viva, me aferro a lo poco que queda de mi.
Escribieron en mi piel como debía ser, y en mi lápida lo que fui... sin haberme conocido en vida.
Y eso, duele más que morir.
Editado: 07.08.2025