Recorrimos el centro comercial y, finalmente, encontramos un salón que cumplía con los criterios de Emily.
El encargado era un hombre sofisticado, con reflejos claros en el cabello y múltiples anillos. Giró hacia nosotras con exagerada elegancia, haciéndome sonreír.
—¡Damas, han llegado al lugar indicado! —exclamó, acercándose y colocando su mano sobre mi cabello.
—Voy a asignarte a uno de mis mejores estilistas, pero pasen, primero hay que lavarte el cabello.
—Pero ya lo tengo limpio, me lo lavé ayer.
—¡Niña por Dios! ¿No has ido nunca a un salón de belleza?
Mi amiga se echó a reír debido al comentario y las poses estrafalarias de nuestro anfitrión. Había varias mujeres, unas les estaban secando el cabello, otras le hacían las uñas. Por un momento me arrepentí de mi decisión.
—Cariño, relájate y disfruta —me dijo la chica que me iba a lavar el cabello.
Emily no se separaba de mí, estaba a la expectativa por si me arrepentía. La chica, que tenía las manos suaves, logró provocarme sueño.
—¡Lista!
Arregló mi cabello y lo envolvió en un paño. Una vez más se acercó el anfitrión, llegué a escuchar que se dirigían a él llamándolo por el mismo nombre de la peluquería. No pude evitar soltar otra risa, por suerte él no lo notó.
—Ven, cariño, voy a llevarte con mi amigo.
Vi a un hombre joven, pero a diferencia del de Prince, no vestía tan extravagante, llevaba una cadena gruesa de oro, su cabello era rubio y rizado, lo usaba largo hasta el cuello. Pude notar que a Emily le gustó la apariencia de aquel joven.
—Ángelo, quiero que dejes a esta chica, haz que ella se sienta feliz.
El joven le respondió con una sonrisa y con gestos me indicó que me sentara. Emily siguió observando a Ángelo con una mirada extasiada, me sorprendió que el chico no hubiese girado ni siquiera a mirarla, cómo muchos lo hacían cada vez que ella llegaba.
—Tienes un cabello muy sano. ¿Qué tipo de corte tiene en mente?
—En verdad, no sé. Tú eres el especialista, así que lo dejo a tu decisión.
En eso, Emily no perdió tiempo y se acercó de manera seductora.
—Ángelo había pensado en un corte moderno en capas o algo similar— opinó mirándolo a los ojos de forma provocativa. Ángelo también la miró, luego volteó hacia mí y, como si fuese una más de nosotras, musitó con voz afeminada:
—Ya sé lo que voy a hacerle a tu cabello. ¡Te voy a dejar como una diosa!
No pude aguantar las ganas de reír, mientras, mi amiga miraba con decepción que el primer chico que la dejaba sin aliento no la pelaría a ella ni a cualquier otra mujer, decepcionada, se fue de nuevo a sentarse. Ángelo ya comenzaba a medir el largo de mi cabello cuando lo detuve.
—¿Pasa algo?—me dijo el atractivo estilista.
—Solamente quería pedirte que si lo vas a cortar en capas, por lo menos que mantenga el mismo largo.
—Tú no te preocupes, confía en mí, vas a quedar satisfecha.
Ángelo tomó las tijeras y comenzó a cortar con mucha destreza; no se podía negar que poseía mucha agilidad. Observé mi cabello que caía como lluvia en el suelo, me parecía que estaba cortando demasiado, aun así, no proteste; luego de un instante, la lluvia de cabellos cesó. Ángelo comenzó a darle forma a mi nuevo corte mientras tarareaba una canción. Me moría por verme en el espejo, pero este había girado la silla quedando frente a mi amiga, que me observaba con asombro. Al fin había terminado de secar.
—¿Estas listas para verte?—me dijo Ángelo emocionado.
—¡Por supuesto!
Dio vuelta a la silla lentamente hasta quedar frente al espejo. Mi asombro fue tal que por un momento no creí que era yo la del reflejo. Era impresionante lo que podía hacer un simple corte de cabello. Emily se acercó.
—¡Victoria, quedaste preciosa! Claro, con esto no quiero decir que antes no lo eras, pero el cambio es sorprendente.
Luego se dirigió a Ángelo:
—De verdad que eres, como tu nombre, un Ángel, lástima que… —Se quedó callada sin terminar la expresión. El chico sonrío, no le hizo falta que mi amiga terminara la frase. Él, desde hace rato, se había dado cuenta de sus intenciones.
—Cariño, considera esto, si me gustaran las chicas, tú serías la primera en la que tendría interés.
Ángelo nos entregó una carta personal para cuando necesitáramos a un estilista. Emily, aun sabiendo las preferencias del chico, la guardó emocionada, atesorando la esperanza de cambiar sus gustos.
—Voy a asignarte a uno de mis mejores estilistas, pero pasen, primero hay que lavarte el cabello.
—Pero ya lo tengo limpio, me lo lavé ayer.
—¡Niña, por Dios! ¿No has ido nunca a un salón de belleza?
Mi amiga soltó una carcajada ante el comentario y las poses estrafalarias de nuestro anfitrión. Había varias mujeres: unas secaban cabellos, otras hacían manicuras. Por un instante, dudé de mi decisión.
—Cariño, relájate y disfruta —me dijo la chica que me lavaría el cabello.
Emily no se separaba de mí, atenta por si cambiaba de opinión. La joven tenía manos suaves; cada caricia sobre mi cuero cabelludo me provocaba un sopor agradable, y por un momento mis párpados pesaron.
—¡Lista!
Me envolvió el cabello en un paño y el anfitrión reapareció. Escuché cómo lo llamaban por el nombre del salón; no pude evitar reírme. Por suerte, él no lo notó.
—Ven, cariño, voy a llevarte con mi amigo.
Un hombre joven se acercó. A diferencia del de Prince, no vestía tan extravagantemente. Su cabello rubio y rizado llegaba al cuello, y lucía una gruesa cadena de oro. Noté cómo los ojos de Emily se iluminaron ante su presencia.
—Ángelo, quiero que dejes a esta chica sentir feliz —le ordenó nuestro anfitrión.
El joven me indicó con una sonrisa que me sentara. Emily lo observaba embelesada; sorprendentemente, Ángelo ni siquiera la miró, un detalle que me hizo sonreír.
—Tienes un cabello muy sano. ¿Qué corte tienes en mente?