El tiempo seguía corriendo y yo me sentía perdida entre los pasillos del colegio; las pequeñas vacaciones me habían alejado por completo del estrés del estudio.
—¿Victoria? —¿No me oyes? —¡Te estoy hablando! —dijo Emily, sacándome de mi trance.
—Disculpa, no te escuché. ¿Qué pasa?
—Te digo que te apures a dejar tus cosas. Abajo nos espera el transporte que nos llevará al museo.
Deposité todo en la cama, tomé mi morral y salimos apresuradas. Al llegar al patio central, la profesora y casi todas las chicas del salón ya estaban allí, y no solo eso: los chicos también. Lucy, al vernos, se unió; Emily la había reclutado, y ahora formaba parte de nuestro pequeño grupo.
—¡Hola, Victoria! —dijo Lucy con timidez, como esperando no ser rechazada. Comprendí su temor: la mayoría de las chicas no se portaba bien con ella.
—Hola, Lucy —respondí.
Me sonrió, pero la sonrisa se desvaneció al instante. Su mirada se bajó hasta el suelo cuando divisó a Margot detrás de mí. Ahí lo entendí: Lucy le tenía miedo de una manera aterradora.
Margot estaba parada, irradiando su aire de superioridad. Se situó frente a mí, mirándome con desprecio, detallándome de pies a cabeza. Lucy no escapó de su mirada.
—Qué patético… ahora la mujer gorda está con la india.
—También tenía ganas de verte, Margot. No sabes cuánto te extrañé —dije, imitando su tono con ironía. Margot me devolvió otra mirada de desprecio y se alejó.
Me volví hacia Lucy.
—¡No puedes mostrarle miedo!
—Es cierto —opinó Emily—.
Antes de poder continuar con mis consejos, un chico interrumpió nuestra conversación con sus patanerías:
—¿Qué les dije? No era necesario apresurarnos… ¡Esta basura aún no ha salido!
—¡Ethan Hudson! —exclamó la profesora—. ¡Qué vocabulario tan inapropiado!
—Es lo más cercano que conozco —respondió él, tajante.
—¡No seas maleducado! Guarda silencio y siéntate sin hacer ruido, ¿quieres que…? —La profesora se detuvo, su rostro a punto de explotar.
—Sí, ya sé… o si no usted va… —Antes de terminar, algo invisible lo hizo girar hacia nosotras. Su mirada recorrió Emily, Lucy y finalmente me alcanzó a mí. Sus palabras se congelaron.
Cuando volvió a centrarse en la profesora, ella apenas pudo mantener la compostura.
—Tiene razón… disculpe —murmuró.
Ethan era extraño. Al principio agresivo, luego se calmó sin perder la intensidad, como si pudiera medir la energía de quienes lo rodeaban. Incluso la profesora parecía desconcertada.
—Emily, ¿será bipolar? —susurré.
—No lo creo —me respondió con una sonrisa traviesa.
—¿Este es el chico que quieres para mí? Con amigas como tú, ¿para qué necesito enemigas?
—Cuando lo viste bajo la guardia, te mostró que no es tan rebelde —comentó Emily.
—Olvida lo que dije —reí, resignada.
Tras el incidente con Ethan, la profesora, más tranquila, nos condujo al transporte que nos llevaría al museo.
Al subir, me senté mirando por la ventana, observando las figuras que se desdibujaban a medida que avanzábamos. Mi mente volvió a los momentos con mi padre; me preguntaba si ya habría abordado el avión.
—¿En qué piensas? —interrumpió Emily.
—En nada importante.
—Te conozco, amiga. Seguro te preguntas si tu papá ya abordó el avión. Probablemente aún no. Sé que esto te entristece, pero trata de distraerte en este patético viaje.
Lucy, sentada con nosotras, empezó a hablar de Margot.
—Notaron cómo Margot no le quita la mirada a ese chico tan odioso —dijo, señalando a Ethan.
—Ah, sí, eso es noticia vieja. Ella lo adora. Se llama Ethan.
—¿Lo conoces?
—Solo de pasada, pero es el chico que resalta lo poco humano de nuestra querida bruja adolescente —dijo Lucy, con una mezcla de diversión y asombro.
—Tiene un atractivo innegable, aunque su manera de comportarse lo empaña. —dijo Emily, sonriendo de esa manera tan familiar, la misma sonrisa traviesa que siempre aparecía cuando se le ocurría algo.
Confirmé su intención cuando sacó la cámara y apuntó a Margot, quien en ese instante tenía una expresión boba y ridícula. Tristemente, Ethan permanecía tranquilo, ajeno a su existencia. Emily, como era de esperar, no dejó pasar la oportunidad y capturó la foto sin disimular. Margot se percató y giró hacia nosotras, clavándole a Emily una mirada llena de rabia.
—¡Emily, no la provoques! —soltó Lucy, entre risitas.
—¡Vicky, no empieces! Mejor mira la foto —dijo Emily, mostrando la pantalla—.
—¡Qué patética es! Lo único que le falta es que la saliva le rebose la boca. Ahora fíjense en Ethan: la ignora por completo, aun sabiendo que ella se muere por él… ¿Quién diría que esa mujer tiene un lado vulnerable?
Quedé estupefacta ante los comentarios de Emily. No había manera de razonar con ella, así que me quedé tranquila y puse mis audífonos, dejándola disfrutar de su pequeño triunfo.
Durante todo el trayecto al museo, Margot no le quitó los ojos de encima a Ethan. En su mirada cristalizaba una devoción intensa, aunque él parecía ignorarla por completo. Una vez más, no pude evitar sentir lástima por ella. A pesar de su carácter irritable, detrás de la soberbia se asomaba una joven frágil, deseosa de ser amada.
—Jóvenes, ya llegamos —nos informó la profesora.
Todos bajaron contentos. Aunque no fuese un paseo emocionante, el simple hecho de estar fuera del internado y mezclarnos con los chicos del colegio resultaba toda una aventura… bueno, excepto para mí. Emily me tomó de un brazo, y del otro llevaba a Lucy. Nos rezagamos para dar oportunidad a que todos entraran.
En ese instante no notamos que Margot se acercaba con sus amigas. De repente, tomó a Emily por un brazo y, con un jalón, la giró bruscamente.
—¡Te vi, estúpida! —gritó.
Agarré rápidamente a Emily del otro brazo para impedir que cayera. La fuerza de Margot casi la desequilibra. Emily, a punto de lanzarse, se quedó paralizada cuando Lucy y yo la detuvimos. Sabíamos que nos castigarían si interveníamos, pero no pudimos evitar que perdiera los nervios: