Cantos de la Sangre Inmortal: La hija de la luna Oscura

Ojos que atrapan el alma

El resto del día fue una tortura. Esperaba impaciente cada rato libre para escribirle o llamarlo, pero mis intentos fueron en vano. Ethan había apagado su celular. No podía arrancar de mi pecho la angustia de no saber cómo estaba.

De vuelta en el salón, la señorita Perry hablaba de las civilizaciones que habían inspirado a otras, pero por más que me obligara a escucharla, mi mente estaba lejos. Me sentía como un cuerpo vacío, atrapado en aquella habitación rectangular.

Cuando sonó el timbre, salí apresurada, alejándome de Emily y Lucy. Necesitaba estar sola. Por un instante pensé en cruzar el patio y dirigirme al edificio de los chicos… pero desistí.

—Victoria, ¿te estás enamorando de Ethan? —preguntó Emily, con esa franqueza suya que nunca anunciaba nada bueno.

—¿Por qué dices eso?

—¿Y todavía lo preguntas? Tu reacción fue más que evidente.

—Emily, no exageres. Habría hecho lo mismo si se tratara de ti o de Lucy.
Su expresión lo dijo todo: no me creía ni una palabra. Se sentó a mi lado, observándome con esa mezcla de ternura y picardía tan suya.

—Vi el brillo en tus ojos, cómo aguantabas el dolor… lo quieres, y no debes sentirte mal por eso.

—No sabes lo que dices, estás confundiendo las cosas.

—¿Por qué siempre te niegas a sentir, Victoria? Acepta que Ethan te está alcanzando. Te estás enamorando de él, y la prueba está en tu reacción: saliste como una loca a defenderlo… y ni hablar de cómo lo escuchaste desde esa distancia. ¡Por Dios, es una conexión intensa la de ustedes dos!

—Es que… me recordó a mi padre —balbuceé, buscando una excusa.

—No, no lo creo. Ese hombre es peor que tu padre, y tú estás queriendo a Ethan Hudson. Acéptalo.

Las palabras de Emily se extendieron dentro de mí como ecos imposibles de acallar. Tal vez tenía razón. No comprendía por qué mi angustia por él me desgarraba de esa forma, como si me arrancaran la carne de los huesos. ¿Era amor? ¿O algo más profundo, más peligroso?

Mi cuerpo se tensó. En ese silencio interior volvió la voz que tanto temía, esa presencia invisible que se filtraba entre mis pensamientos.

—Si llegas a amarlo… será su sentencia de muerte.

Las lágrimas me vencieron. Emily me tomó entre sus brazos, alarmada.

—¡Victoria, por Dios, no seas dramática! Sentir amor no es motivo para llorar así.

—Tú no entiendes nada.

—Entonces explícamelo.

—Es que… no quiero hacerle daño a Ethan. No quiero que por mi culpa le pase algo.

Emily me observó sin comprender.

—¿Qué podría pasarles si estuvieran juntos? ¿Le temes a Margot? ¿Es eso?

La miré de reojo, intentando ocultar la verdad.

—Algún día lo entenderás, pero ahora no. Aún no estoy preparada.

—Está bien —dijo al fin, con dulzura—. Limpia tu rostro. Margot no ha dejado de mirarte desde que llegaste.

Tenía razón. Margot me observaba desde el otro extremo del aula, con ese aire inquisidor que tanto me incomodaba. Pero estaba tan perdida en mi propia niebla que ni siquiera le presté atención.

Esa noche, el velo oscuro del cielo cubría el internado. Me senté junto a la ventana, buscando con la mirada el balcón de Ethan. Los árboles entre los edificios habían crecido, entorpeciendo mi vista, pero aún podía distinguir su habitación, sumida en sombras. La preocupación me apretó el pecho.

Emily, que ya conocía mi gesto de ansiedad, se acercó.

—Aún no te ha escrito, ¿verdad?

—No… todavía no.

—Vicky, ¿qué pasó entre tú y Ethan después de que Lucy y yo nos fuimos de tu casa?

—Nada. ¿Por qué lo preguntas?

—Porque te noto distinta. Hace poco lo evitabas, y ahora lo defiendes como si te fuera la vida en ello.

Suspiré. Tal vez si se lo contaba, me sentiría un poco más ligera.

—Ese día no pasó nada… sucedió después.

Los ojos de Emily se abrieron con emoción.

—¿Son novios?

—Lamento decepcionarte, pero no.

—¿Entonces?

—Sí… se me declaró —mi voz se quebró.

—¿Y eso te entristece? ¿Fue tan patética su declaración?

—No, Emily… todo lo contrario. Fue maravillosa.

Su rostro se iluminó.

—No te detengas, cuéntame.

—Fue intenso… demasiado. Me pidió que huyera con él.

—¡¿Qué?! —gritó emocionada—. ¡Este hombre superó mis expectativas! Cuéntame más. Por lo menos dime qué sentiste… o qué piensas hacer.

—No lo sé.

—Pues yo sí lo sé: ¡estás loca!

No pude evitar sonreír. Su tono era una mezcla entre burla y ternura, pero tenía razón. Me sentía al borde de la locura, atrapada entre el deseo y el miedo.

—¿Cómo puedes dudar en darle una oportunidad? ¡Si está para comérselo vivo! —exclamó Emily, exaltada—. ¿Has visto cómo se le ajustan los pantalones? ¡Por favor!
La miré entre divertida y horrorizada, mientras sus gestos exagerados arrancaban de mí una risa que ya creía perdida.

—¡Me provoca matarte! Yo lo habría besado…

—¿Y por qué no lo haces tú? Eres muy bella, no creo que te rechace.

Emily frunció el ceño, tomó una almohada y me la lanzó. Bajé el rostro y lo giré hacia otro lado de la alcoba.

—¡No me desvíes la mirada, pequeña cobardía! —se acercó con expresión seria—. Hablemos en serio, de mujer a mujer, y por favor, sin escurrirte. ¿De veras no sientes ganas de probar los labios de Ethan? ¿No has contemplado ese cuerpo de infarto que tiene?

Abrí la boca para responderle, pero sus palabras me dejaron muda otra vez.

—Y cuídate de contestarme con tu famoso “no lo sé”.

—No te puedo negar que él es atractivo.

—¡Atractivo! —repitió con dramatismo—. ¡Te quedas corta! ¿No ves cómo tiene a Margot alucinada? Hasta a sus amigas se les van los ojos cuando lo ven, aunque disimulan por respeto a su insoportable amiga. También Lucy le lanza sus ojeadas… Y yo lo hago también —añadió con una sonrisa pícara.

—No se trata solo de atractivo físico —repliqué.
Emily suspiró y apoyó sus manos en mis hombros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.