Caos

11

Capítulo 11

Alexis

Abrí los ojos y me removí en el cómodo edredón que cubría la cama, al desperezarme completamente me di cuenta que no era mi habitación. Y lo supe por el colchón un poco más suave en el que estaba recostada. Pase días durmiendo aquí para no sentirme sola. La cama de mi hermano, los poster de mi hermano y el delicioso aroma de Armani que inundo la habitación. Me sentí bien al saber que ya estaba conmigo y esta vez no me dejaría.

Tenía la costumbre de bloquear mis sentimientos y concentrarme en otra cosa, lo había hecho por años salía con Zac o compraba cuadros con mi madre para distraerme pero su perdida fue tan brusca que ni siquiera pude procesarlo. El dolor me tumbo a un abismo del que no vi escapatoria, fui a lugares e intente salir a despejarme pero el sonido de las risas me hacía querer llorar hasta quedarme completamente seca. La felicidad de otros me atormentaba y eso estaba mal.

¿Era una egoísta? Tal vez pero no podía ver a todos ser felices cuando yo me había convertido en miseria así que aislé, me desterré voluntariamente a un infierno donde no había comida ni agua solo oscuridad y dolor. Una abstinencia lamentable en mi vida. Emily venia así que fingía que estaba bien y ella no preguntaba mucho porque cuando lo hacia la sacaba a la fuerza de la casa y la hería emocionalmente. No quería que detuviera su vida porque yo estaba mal y la amaba suficiente para no quererla ver sufrir. Así que me calle cuando entraba a la casa y se sentaba a mi lado en el sofá, techo o hasta en la cama me encerrada en mi mente  e imaginaba que todo estaba bien. Funcionaba para hacerla callar y no hacer la típica y molesta pregunta que no ayudaba en nada. ¿Estás bien? ¿Acaso creen que si? Detestaba con toda mi fracturada alma que preguntaran eso o dijeran todo estará bien, mentían y no solo yo lo sabía sino ellos.

Me prometí salir del pozo y para hacerlo tenía que desahogarme con alguien. Pensé en alguien borracho en un bar que no me juzgaría y tal vez no me recordaría luego pero aleje la idea. Emily estaba olvidada no quería  que me viera de esa manera y Leo no quería hablarme. El consejo y compresión de un amigo o familiar ayudaba pero no era lo mismo que un profesional, él te ayudaba y al ser ajeno al problema era realista. Hace 1 mes la terapia había formado parte de mi vida y una semana después tuve la recaída que acabo con mi muerte.

No podía decirle eso a la doctora. Oye, me mate y por una rara razón sobreviví. Eso no era creíble y me ganaría una estadía gratis en el loquero. Y a pesar de toda mi locura no era tan extrema.

La muerte trajo muchas cosas conmigo los sueños recurrentes donde veía a los que pude reconocer con los gemelos se intensificaron, podía oler sentimientos el dolor, la excitación, el miedo hasta el amor. Ese olor extraño que transpiraban por los poros las personas que me encontraba por la calle y siempre uno de esos prevalecía. Parece que yo no era la única que reprimía y se enfocaba en uno para no pensar.

Y ese día hace una semana había cambiado todo, el día en que me entere que era una rara criatura en esta sociedad prejuiciosa y debía activarme. Lo que hizo Micah y estos olores lo percibía a más distancia. El olía a menta como un delicioso te, desde que lo mordí veía algo diferente en él, deseaba tenerlo en mi cama como a nadie. Y que se negara incrementaba más ese anhelo.

El rico aroma se hizo presente combinado con la confusión y alegría.

 –Hola –dije fijando la mirada en la puerta.

Su olor se incrementó cuando mis ojos chocaron con el hierro fundido de los suyos.

–Lys me dijo que tu hermano volvió ¿Cómo estás?

–Abrumada –quite las medias a la rodilla que protegían mis pies y partes de mis piernas – Pero lo necesitaba

Mis muslos quedaron al descubierto y luego mi torso cuando deslice el abrigo fuera de mi cuerpo. No quería provocarlo pero el calor me molestaba.

–Umm –me voltee a mirarlo cuando lo escuche, me miraba atentamente y no se perdía de mis movimientos cuando me desnudaba –¿Qué te dijo? –su ojos recorrieron mis pechos hasta fijarse en mi cara.

– Nada relevante cosas de hermanos, Micah –me di la vuelta y camine hacia el baño–¿no vienes?

Ya dije que lo deseaba. Pues sí y su olor confirmaba que el también.

Sentí sus pasos tras de mi mientras preparaba la bañera, mentiría si dijera que no me contonee un poco en el trayecto y no jugué con mi cabello cuando me introduje en esta. Me sumergí quedando dentro del agua por unos segundos antes de salir a la superficie.

–¿Lo hueles también?

–¿Ah?-estaba más callado que de costumbre, eso era raro –¿Que puedo oler, rubia? ¿A ti o que lloraste? Porque eso se nota

–Los sentimientos salen de ti ¿es normal que tu aroma se sienta tan bien?

–¿Me coqueteas? Por qué ya no sé si lo haces o solo me estás hablando

–sonreí burlonamente pasando el jabón por mis piernas – ¿No puedo hacer ambas?

–Sí, y lo haces de maravilla Alexia

–Pues si ¿Qué eres de Emily? –indague restándole interés.

–Familia

  –¿Son? –deje el jabón de lado – Pásame la esponja

Primos dijo mientras seguía mis indicaciones de que traerme, se arrodillo a mi lado y paso la esponja por mi brazo por lo que lo acomode para facilitarle el trabajo. Lo paso por mis pechos y cuello, enjabono mi espalda y se concentró en mis piernas sin adentrar su mano al lugar que palpitaba por su toque.

–Nunca lo imagine creía que eras una de las conquistas de Em –confesé.

–Prefiero a las rubias

–No parece –me queje cuando masajeo mis hombros.

–Estas tensa

–Arréglalo – ordene intentando no sonreír.

Una de sus manos bajo por mi abdomen mientras la otra seguía masajeando el punto de encuentro entre mi cuello y hombro, paso uno de sus dedos por mis labios haciendo círculos perezosos. Sabía que sonrió cuando un gemido escapo de mis labios y me penetro. Deje de pensar su dedo y luego otro se introdujeron en mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.