Caos

20

Alexis

Me removí con evidente incomodidad en mi asiento mirando alrededor de nosotros, no quería hablar mucho ni tampoco hacer otra cosa. Juguetee con la manga de mi abrigo doblándola un poco tratando de ignorar las miradas curiosas que recibía. Alexis no estaba hoy disponible, mi indescifrable y tormentoso humor estaba por los suelos y 3 mil kilómetros por debajo de él. Qué me levantara había sido un avance y ellos lo sabían.

El día de hoy todo cambio porque…

Porque hoy fue el día que lo conocí.

Me levante del sillón alejándome de mi hermano y su sonriente ¿novia?, no los entendía la verdad. Él era un idiota que no le era fiel del todo y ella una estúpida que no aceptaba de una vez por todas que le carcomían los celos cuando veía al rubio igual a mi coquetear con otra. Si ella se lo pedía el pararía. Quien los conocía podía ver el amor en sus ojos porque eso si era verdad mi hermano se enamoró de la pelirroja desde que la corrí una noche que la encontré semidesnuda  en mi sofá y me respondió con un sorpréndete y mordaz comentario que me había hecho reír.

Desde ese momento somos amigas. Años después me incito a conocerlo.

Zacharias Jones.

Mi mejor amigo, mi novio y el chico que murió junto a mis padres en ese accidente automovilístico.

Cerré los ojos sentándome en el tejado de la casa, bebiendo del clima húmedo y abrazándome a mí misma aunque el abrigo me calentaba lo suficiente. Pero lo necesitaba, necesitaba ese toque de extraña protección que ahora me podía dar.

Sentí el ruido de la ventana al abrirse, lo ignore. Ignore el retumbar de los pasos y la mano en mi hombro pero no pude ignorar el olor a menta que me inundo. Entreabrí los ojos fijándolos en el pelinegro.

–Hola rubia–dijo alegremente, cosa que no entendía. 

–Hola

Abrazo sus piernas mirándome con preocupación–¿Quieres hablar?

–Quiero estar sola–sonrió tristemente y dejo un beso en mi mejilla.

–Búscame cuando…Después ¿ok linda? –se levantó y antes de entrar nuevamente por la ventana agrego–Te espero adentro

No quería estar sola, no quería estar aquí. Pero el dolor no me podía consumir de nuevo, no podía dejarme caer cuando sabía que a él no le gustaría. El dolor por una perdida es la mejor tortura…lenta pero agresiva, inundaba tu alma desangrándola en un suave proceso esparciéndose por tu cuerpo. Quitándote las ganas de vivir, de dar y de respirar. Por eso era tan peligrosa. Te llevaba directo al suelo y no te daba tiempo de prepararte para el impacto, cuando ya volvías a caer. Como un niño al caminar… el dolor te da miedo, miedo a lo que vendrá y como será sin esa persona.

Por eso nunca quería perder a nadie. Y los perdí a todos.

–Es que huele espantoso aquí –la voz molesta invadió mis oídos– Melancolía y tristeza barata ¿te sientes mal linda?

–Jodete –dije con molestia. Ni en mi propia casa podía estar sola con este imbécil paseándose como dueño y señor.

–¿Vas a llorar? ¿Enserio? –me molesto.

–Cállate Dimus por favor–rogué– Quiero estar sola–agregó con firmeza. 

–No te voy a dejar sola así–se sentó a mi lado–No vaya a ser que te tires de aquí y tenga que salvarte.

–Que te follen

– ¿Lo vas a hacer tu? –Sonrió ladino, colmando mi paciencia.

–No follo con cerdos, gracias–me levante caminando lejos de él.

–¡Alexis! –grito levantándose.

–¿Qué quieres? –grite de vuelta.

–Quédate–pidió sentándose de nuevo. –Golpéame, grítame o lo que tú quieras…  pero quédate a mi lado

–Por favor–agrego.

Camine hacia él, nunca me había dicho por favor y menos de esa forma. Me senté sin decir nada a su lado, mirando el cielo de una tarde común en Londres.

–Suéltalo ya Alexis–lo mire sin saber a qué se refería–No dejes que te fracture, no te dejes caer más.

–Hoy lo conocí. –solté sin saber porque.

—¿A quién? –pregunto sin mirarme.

Las palabras aleteaban por mi mente como una mariposa, palabras que nunca formaron oraciones por más que necesitaban ser expresadas .Tenía miedo que si las dejaba salir lo olvidaría. Aun meses después hablarlo o siquiera pensarlo hacia que el dolor me inundara. Apretando mi lastimado corazón una vez más.

—El…era mi amigo—Hable sin dejar de mirar el frente.—Desde pequeña Leo siempre había sido mi todo, era mi mejor amigo y yo la suya. Lo único constante era mi hermano hasta que llego él.

Suspire apretando mis ojos que amenazaban con cristalizarse, no quería llorar. No lo haría. Siempre me fue difícil hablar de lo que sentía y Zac era mucho peor. Fue un veneno que ame.

—Se convirtió en mi mejor amigo y se enamoró de mí, al tiempo yo también lo hice. Sentí esos nervios de cagarla y una insana devoción a él.

Dimus se mantuvo en silencio. Pero ya había empezado a hablar y no me callaría.

>> Deje de hacer cosas que me gustaban por su bienestar, creía que era lo correcto porque lo amaba. También hice las que nunca imagine por su felicidad.—sonreí tristemente.

–No continúes si quieres—su voz gruesa con el acento sueco resonó antes de mirarme.

—Lo necesito Dim—murmure—Duele inmensamente.

—Bien—desvió la mirada.

>>Zac era esa clase de persona que te sonreía y devoraba tu alma. Se llevó parte de la mía al irse.

Omití algunas partes que no estaba preparada para contar, junto con esa realidad dolorosa que quemaba mi interior como si fuera un juguete. Y que imaginaba sus ojos bronces y su voz juguetona cuando me sentía sola.

>>Fuimos muy felices al principio pero empezaron las peleas. Peleábamos una y otra vez y eso llevaba a celos desubicados antes de las intensas reconciliaciones. Si creías que era una linda historia de amor adolescente te equivocaste. Éramos niños jugando a ser adultos. Y estúpidamente creí que podía resolverlo todo. Zacharias lleno mi mundo de vida y se la llevo con su partida. Y me duele que no lo pude perdonar hasta que fue muy tarde.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.