Caos

VII. Psicosis que me resta.

Siempre supe que estaba mal, pero no quería aceptarlo, no podía aceptar que era alguien muy débil. No podía aceptar que de verdad estaba mal. 

Hasta que un día de mi vida toqué fondo, me di cuenta de que no merecía vivir como lo hacía, con miedo constante y con las cortadas mi único escape a ser “feliz”. Me di cuenta de que esa no era la vida que yo quería para mí. 

Yo quería vivir en paz conmigo misma. 

Así que cuando cumplí dieciocho, sin que mis padres supieran, busqué ayuda, tomé la mensualidad que ellos me daban, para sentirse menos culpables consigo mismos, dinero el cual por cierto, nunca había tocado.

Busqué una salvación de la vida que llevaba, pero al parecer no me sirvió de nada. Porque lo intenté, intenté acabar conmigo un año después de haber comenzado mi tratamiento. 

La psicóloga estaba bien, siempre me escuchaba y nunca me reprochó. Pero sentía que no había ninguna mejoría conmigo.

Así que me recomendó con un buen psiquiatra, resulte teniendo Depresión psicótica. Estaba más dañada de lo que creí, yo iba más allá de una simple depresión, tenía que estar todo el tiempo medicada, casi drogada. Porque las pastillas funcionaban como una droga para dormir. 

Siempre supuse que mis alucinaciones se debían a mi falta de sueño, o que las voces que escuchaba eran solo mis pensamientos. 

Mis padres al ver que casi cumplía los diecinueve y aún no había decido que estudiar, mis notas siempre fueron un asco, me logré graduar de la secundaria de puro milagro ¿Y ellos querían que yo fuera a una universidad?  

Nunca supe lo que quería para mi futuro, nunca lo tuve claro. Así que me decidí por lo primero que se pasó por mi cabeza, diseño gráfico, no tenía nada que perder intentándolo. Mis notas desde que inicié fueron un asco, pero no me podían importar menos. 

Con tal de que pasara todas mis áreas, estaba conforme, 

— Hola — me dijo el psiquiatra una vez que estuve sentada frente a él. 

Yo solo asentí, de verdad quería sanar, pero ya no veía la gracia de seguir yendo a ese lugar, sabiendo que yo nunca tendría remedio. 

Ante mi silencio, el psiquiatra anotó un par de cosas en su laptop y volvió a hablar. 

—¿Algo nuevo ocurrió a lo largo de este mes?

Recosté mi cabeza contra mi mano, inflé un poco mi mejilla y exhalé un poco por la nariz. 

— Hace dos semanas tuve un intento de suicidio y todos en mi universidad lo saben, me enteré ayer — dije, por fuera cualquiera pudo creer que no me importaba nada, pero por dentro estaba que me moría de miedo — también saben sobre mi depresión. 

— Aisha — dijo el castaño que era mi psiquiatra, casi cuatro meses y aún no me sabía su nombre — esto que me estás diciendo es muy grave ¿Por qué sucedió eso? — rodé los ojos, ahí venía con su preocupación falsa — no pienses que estoy fingiendo, de verdad me preocupa lo que suceda contigo.

— Seamos sinceros — dije con voz dura — si mis padres no se preocupan por mí, mucho menos lo va a hacer alguien que conocí hace cuatro meses, que sea tu paciente, no quiere decir que necesites entablar una relación de amistad conmigo. 

— Solo quiero saber como fue que se dio el intento de suicidio y por qué yo me enteré hasta ahora. 

— Estaba mal ¿Okey? Llevo luchando conmigo misma desde hace más de diecinueve años, ya no quería seguir siendo yo, esa misma noche pensé que si me iba nadie me iba a extrañar. 

— ¿Y tu hermana? — en ese momento él fue más inteligente que yo, sabía que Cloe era mi mayor debilidad — ¿No me contaste que tu hermana te mantenía aquí?

— Esa noche no pensé en ella, no pensé en las consecuencias que traería si yo me iba de su vida, Cloe tiene once años, pero es más inteligente que cualquier niño de su edad, con tan solo escucharla hablar te das cuenta. 

Una pequeña sonrisa salió de mis labios al pensar en mi hermana menor, es por ella que aún seguía aguantando todo eso, las pastillas, el estar prácticamente drogada casi todos los días y la inmersa tristeza que visitaba todos los días. 

— Aisha ¿Estás segura de que no quieres internarte? Yo puedo darte la orden, pero al ser mayor de edad necesito tu aprobación. Puede que estés mal ahora mismo, pero sigues estando cuerda y sigues teniendo tus cinco sentidos. 

Niego, no entraría a uno de esos, no hasta que me viera tocando un fondo invisible.

— Quiero estar en casa, con mis cosas y sabiendo llevar mi situación sin preocupar a nadie, en casa solo Cloe sabe lo de los ataques de ansiedad, no quiero que mis padres piensen que de un día a otro me volví loca y por eso necesito estar encerrada. — niego — prefiero que todo siga tal y como está. 

El psiquiatra asiente sin más remedio, porque como ya lo dijo, soy mayor de edad y necesita mi autorización. 

— Sigamos con el otro tema ¿Cómo es eso de que en tu universidad saben lo de tu condición e intento de suicidio?

— No es una condición, es una depresión — digo con la mandíbula apretada, odio cuando la llama así — y sí, ayer los escuché hablando sobre mí y una compañera de algunas clases me lo confirmó. ¿Qué debo hacer? — tapo mi rostro con mis manos frustrada. 

— No debes prestarle atención a nadie, ¿Está bien? Sí es posible, intenta hablar con algunos y explicar sobre lo que está pasando en tu vida y así no tengas que preocuparte por una mala información,

Asiento, definitiva esta es una psicosis que resta hasta la vida.

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Maratón 3/6



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En el texto hay: caos, drama, caos familiar

Editado: 18.12.2023

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