Caos

XIII. Colores de emociones.

Oficialmente, mis padres se iban de viaje por unos días y mi tía vendría a cuidar a Cloe porque mis padres no confiaban en mí. Vaya, qué sorpresa. 

No podía culparlos, últimamente me la pasaba mucho en cama. Solo yendo a la universidad y volviendo a casa, solo para estar en cama. Mis ánimos decayeron por completo, sin nada que yo pudiera hacer. 

¿Por qué? ¿Acaso era la culpable de mi propio declive?

No tuve tiempo de reaccionar, solo recuerdo que un día desperté y mis ganas de vivir no existieron más ¿Qué sucedió?

La depresión es un maldito trastorno mental que te consume poco a poco, hasta que no queda más de tu personalidad, nunca sabes hasta dónde puede llevarte esta, pero puedes saber que solo puedes tener dos posibles finales, o salir de ese pozo de emociones y salir adelante o la muerte, tu destino final. 

Mi muerte siempre fue un deseo para mí, pero esta nunca me logró alcanzar. Supongo que para la muerte tampoco fui suficiente. Para nadie en realidad.

Soy consciente de que nunca fui como las demás niñas, mis pensamientos nunca se fueron más allá de estar todo el día en cama, en mi cierto, con mi seguridad. Nunca tuve una infancia normal, mis padres nunca invirtieron en mí, en un regalo de navidad o un pastel de cumpleaños. 

Lo vi normal, hasta que mis compañeras de clases me comenzaron a contar sus experiencias buenas con su familia, sentí envidia, celos ¿Por qué ellas si tenían padres que las querían, mientras yo solo me conformaba con una mirada de los míos?

La vida es injusta, mucho más con los que son muy vulnerables, nunca tuve la culpa de que mis padres no supieron cuidarse, siempre lo supe. Pero, por alguna razón, yo pagaba sus errores como la peor criminal.

Todos moriremos algún día, unos más tarde que otros, pero al final lo haremos ¿Por qué era un pecado adelantar esta?

Esos eran mis pensamientos día tras día, escuchando mis pensamientos y mis fuertes ganas de morir, de dejar todo atrás, sin ninguna preocupación que me siga, simplemente quería dejar de sentir esa inmensa tristeza que me acarreaba en todo momento. 

¿Era mucho pedir solo un poco de paz? Paz en mi vida, paz conmigo misma. 

Vivir con depresión es lo peor que le puede pasar a una persona, es una enfermedad que se lleva todo de ti, hasta dejarte sin nada. La tristeza es tu mejor amiga, los antidepresivos tus mejores aliados, el cansancio tu confidente y el insomnio tu mejor acompañante. Algo totalmente decepcionante sí lo pensamos. 

...............

Al día siguiente desperté con un fuerte dolor de cabeza por haber llorado toda la noche sin parar, de seguro mi rostro debería estar horrible, ojos rojos, labios agrietados y ojeras muy marcadas.

Me levanto con mucho esfuerzo de la cama y cuando voy al baño, lo confirmo, estaba peor que otros días, había adelgazado y mucho, tenía días sin probar bocado, pero aun así no sentía ni una pizca de hambre, solo había pellizcado uno que otro pan o tomado mucha agua. 

Efectivamente, tenía los ojos rojos, mis mejillas estaban faltas de color, al igual que mis labios y las ojeras eran visibles a simple vista. Me estaba autodestruyendo y por alguna razón, no me importaba en absoluto.

Con mucha pesadez me lavé el rostro, cepille mis dientes y me di un baño, no me molesté en peinarme, de todas maneras no tenía ganas de ir a la universidad, ya llevaba una semana faltando, pero nadie se daba cuenta.

Baje a la cocina por algo de agua, cuando la vi. Mi tía Eilyn, la segunda persona que más quería en el mundo, desayunando junto a Cloe, ambas estaban riendo por algo. Esa escena me hizo sentir bien. 

— Buenos días — me hice notar. 

De inmediato ambas centraron su atención en mí, Cloe sonrío, al igual que la tía Eilyn.

— Aisha — saludó Eilyn — es bueno verte. 

Se levantó de su asiento para venir hacia mí, noté sus intenciones al instante, así que me eché hacia atrás, Eilyn debió notarlo, porque solo se quedó quieta en su sitio y me sonrío entendiendo. 

— También es bueno verte — forcé una sonrisa y caminé por su lado. 

Me acerqué al refrigerador y tomé un vaso de agua, la tía Eilyn me vio fijamente unos segundos hasta que decidió hablar. 

— ¿No quieres desayunar? No soy buena cocinera, pero lo que hice me quedó algo decente. 

Negué. 

— No quiero ser grosera contigo, tía — susurré para luego tomar el agua — pero en estos momento no tengo hambre, tal vez luego. 

Salí de la cocina con intenciones de volver a mi habitación, nadie me frenó y lo agradecí. No quería tratar mal a nadie, mucho menos a la persona que más me ayudó. 

Una vez más, me decepcioné de mí misma, otro día más entre las cuatro paredes de mi habitación, una vez más autolamentándome.

Estuve allí hasta que llegó la noche, sin tener nada en el estómago, más que el vaso de agua de la mañana, nada más y no tenía hambre, solo quería dormir. Algo que hice la mayoría del día, estando entre mis sábanas, en mi cama, llorando hasta dormirme. Una rutina de todos los días. 

Luego de que la noche cayera, escuché que tocaban la puerta de mi habitación, no dije nada, pero al parecer mi silencio fue tomado como un pase, porque ahí estaba la tía Eilyn, con una bandeja de sopa caliente.

Esta entró con una pequeña sonrisa, cerrando la puerta detrás de ella. Para luego dejar la bandeja en la mesa de noche, sentarse en la cama y atraerme hacia ella, dándome un caluroso y hermoso abrazo.

No pude más, todo lo que había acumulado desde hace tanto tiempo, simplemente me rompió, me hizo pedazos, sollozos comenzaron a brotar de mi garganta y las lágrimas salían en abundancia, no lo podía parar, no quería frenarlo. 

— Déjalo salir — me dijo al oído. 

Ese fue mi punto de quiebre, nada me importó, si debía mantenerme bajo control, si debía fingir ser fuerte, todo se fue a la borda. Nada fue tan fuerte como para evitar que yo llorara.



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En el texto hay: caos, drama, caos familiar

Editado: 18.12.2023

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