Caos

XVII. Cielo que me llama

Luego presenciar la muerte de alguien más que se estaba volviendo cercano a mi caí, en un peor pozo, no había salida. ¿Qué se suponía que debía hacer? Mark fue quien dijo que era fuerte, yo nunca lo creí. 

Nadie podía ayudarme, y siendo sincera, no quería que nadie lo hiciera.

Un día me avisaron que mis padres me fueron a visitar, pero no quería que me vieran así, no quería ser una decepción más grande para ellos, sé que siempre me quejaba de que ellos nunca iban a verme, pero no soportaría que ellos me vieran con esos ojos, los de la decepción y tristeza de tener una hija como yo. 

Las pastillas prácticamente me mantenían drogada, siempre en otro mundo, sin poder hablar con alguien, ya no quería entablar amistad con alguien, obviamente. 

Me di cuenta de que ahí todos estábamos por alguna enfermedad mental diferente y no todos nos salvamos de los pensamientos, es por eso que decidí no entrar en confianza con nadie. No quise volver a sentir el dolor de la perdida. 

En cualquier momento, algunos de nosotros pudo haber dicho adiós y no regresar nunca más, esperaba que hubiese sido yo. 

Los días siempre la pasaba encerrada, de ir a hacer la terapia grupal, tanto como personal, pasaba a estar en mi habitación, no salía al patio, no podía, no era capaz. Pero ¿Quién lo sería? 

La vida que me imaginaba cuando era niña nunca llegó a ser cierta, nunca llegó mi príncipe azul, ni viví en un castillo lleno de amor, en vez de rosas y amor, obtuve espinas y odio ¿Qué seguía? Nunca lo supe. 

El día que al fin decidí ver la luz del sol en el patio, fue casi dos meses después, el tiempo ya había sido algo irrelevante para mí, nunca supe como funcionó, lo que is sabía es que de verdad lo necesitaba. 

Estaba ahí sentada, en la banca más alejada de todos y también lejos de ese lugar, estaba donde me podía dar un poco el sol y las cámaras podían vigilarme si quisieran, también mi guardia, de quien ya hasta ese punto me había acostumbrado. 

Mis ojos estaban cerrados como siempre, me gustaba disfrutar esos momentos de soledad y pensar en lo que había sido siempre mi vida, pensar en mis seres queridos, en los idos y los que aún permanecen en mi vida. 

Estaba en mi mundo cuando de repente sentí como alguien se sentó a mi lado, de repente sentí un déjà vu, eso es lo que siempre hacía Mark, me interrumpía de mis pensamientos y aunque nunca llegué a decírselo, le agradecía por ello. Porque sin saberlo me salvaba de mí misma. 

Nunca llegué de decírselo y era muy tarde. 

— La vida pasa muy rápido como para que estés con los ojos cerrados — lo reconocí, era Alessandro. 

— La vida pasar muy rápido como para no pensar en lo que estás viviendo — contraataque sin abrir los ojos. 

Escuché como soltó una pequeña risa de boca cerrada y carraspeó un poco para luego ya no poder sentir su peso al otro lado de la banca, abrí un poco mi ojo derecho cuando sentí que el poco sol que me daba en el rostro era tapado, y ahí estaba Alessandro, de pie justo en frente de mí. 

— He querido hablar contigo desde hace mucho tiempo — estaba nervioso, lo noté porque pasaba su mano por su cabello de manera muy desesperada. 

— Lo siento — me disculpé y no supe el porqué. 

— No, no tienes por qué disculparte, en todo caso solo te buscaba para saber cómo estabas, sé que mi hermano y tú se estaban volviendo muy unidos. — algo dentro de mí terminó de quebrarse. 

Luego de enterarme del suicidio de Mark solo me había permitido llorar ese día, mis emociones se bloquearon y comencé a extra en un modo automático, solo pensando en cosas banales, intentando evitar a toda costa el tema prohibido. 

Pero ahí estaba su hermano, justo en frente de mí, preguntándome acerca de cómo me sentía y no sabía que responder exactamente, obvio que no estaba bien, nunca lo estuve. Pero tampoco sentía nada, estaba vacía y era lo único que podía decir. 

Sin notarlo, lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, no las pude contener, así que solo cerré los ojos y me encogí en mí misma, como si de eso se tratara todo. 

— Si no quieres responder, está bien — dijo Alessandro, escuchaba la lástima en su voz y no me gustó para nada. 

— No sé qué decirte — admití, mi voz salió rota y un hipido salió después — no lo sé — negué y lloré aún más — no sé qué es lo que necesito, tu hermano fue alguien importante para mí, a pesar de haberlo conocido poco tiempo, pero también me dolió la manera en la que se fue, me siento un poco molesta porque nunca fue capaz de decirme que se sentía de esa manera, también me siento decepcionada de mí misma, porque si no confío en mí, fue por algo.

Para ese punto, mi llanto había aumentado y todo lo que sentía lo pude dejar ir, me sentía aliviada, más ligera de que al fin las palabras que tanto tiempo se habían atorado en mi garganta pudieron salir al fin. Pero también sentía que estaba a punto de tener un ataque de ansiedad. 

Me sentía horrible, mis manos temblaban y mi corazón corría de una forma bestial, no lo podía controlar, el llanto iba en aumento y estaba apareciendo el dolor de cabeza matutino, tenía muchas náuseas, las manos me estaban cosquilleando. Tenía miedo, miedo a lo que estaba sucediendo. 

Vagamente, escuché la voz de Alessandro pidiendo ayuda y pidiendo que me calmara, no podía, me costaba mucho respirar y sentía que en cualquier momento podía morir. 

En algún punto ya no sentía nada, lo último que escuché fue unos pasos corriendo hacia mí y varias voces alarmadas, algunas me decían que intentara respirar y otras solo murmuraban cosas. 

Eso fue lo último que supe de mí, porque sentí un pinchazo en el brazo izquierdo y de repente todo mi cuerpo comenzó a dormirse y sentirse pesado, mi respiración comenzó a ralentizarse y mis párpados se cerraban solos. 

De repente todo fue negro. 

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Hola, hello, hey



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En el texto hay: caos, drama, caos familiar

Editado: 18.12.2023

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