Caos de Sofía

Capítulo 14: Gritos, celos y serenatas desafinadas

Todo comenzó con una bolsa de basura. Porque en mi vida, las catástrofes no llegan acompañadas de música épica ni de rayos impactantes. No. En mi caso, las tragedias sentimentales empiezan con bolsas que gotean, pantuflas rotas y pijamas de ositos que debieron ser retiradas del servicio activo hace dos inviernos.

Era un miércoles de esos en los que no te peinas porque no estás emocionalmente disponible para hacerlo. Mi único propósito era tirar la basura antes de que empezara a cobrar vida propia y me demandara por negligencia. Fue al abrir la puerta del pasillo cuando me topé con ella.

La mujer. Sí, esa mujer. La misma que vi con Julián en el café, riendo como si estuvieran en un capítulo extra de una comedia romántica. Alta, elegante, con un cabello que parecía peinado por un estilista invisible y una sonrisa que podría desencadenar una guerra. Y aquí estaba yo, con mi bolsa de desperdicios y mi actitud de “me caes mal aunque no te conozco”.

—¡Hola! —me dijo, como si nos hubiéramos saludado toda la vida.

Yo apreté la bolsa de basura como si fuera un arma letal. —Hola…

—¿Tú eres la vecina de Julián, verdad? —preguntó con tono amigable, pero yo no me lo creí ni por un segundo.

—Sí. La vecina —respondí, forzando una sonrisa que seguro parecía más una mueca. Internamente, ya estaba afilando las armas de la guerra fría de los celos.

—¡Él me ha hablado de ti! Dice que eres muy… divertida.

Esa palabra. Divertida. Como si yo fuera una caricatura o un show ambulante. Mi ojo izquierdo comenzó a temblar.

—¿Divertida? —repetí con una risa sarcástica—. Qué honor.

La bolsa de basura empezó a pesar más en mi mano. Quería tirarla y, de paso, que se llevara mis inseguridades consigo. Pero no. Ella estaba ahí, con esa sonrisa que podría hacer que un diplomático perdiera los estribos.

—Bueno, es que nos conocemos hace tiempo —continuó.

¿Hace tiempo? Claro, hace tiempo. Tiempo suficiente para ser tan cercana como para…

—Se nota —murmuré, apretando los dientes.

Cuando intenté caminar hacia el basurero, ella no se movió. Me siguió, como si aún tuviera algo importante que decirme.

—¿Está todo bien? —preguntó, todavía con ese tono dulce que solo hacía que me hirviera más la sangre.

—Todo perfecto —respondí, con mi mejor sonrisa forzada, aunque seguro parecía más una advertencia de “no te acerques o me convierto en Godzilla”.

—Es que noto cierta tensión —dijo con inocencia, como si no estuviera consciente de la tormenta interna que estaba desatando.

—Tensión… No. Lo que ves es mi cara habitual cuando me encuentro con situaciones… inesperadas. —La ironía en mi voz era tan palpable que hasta Simón, mi gato, habría entendido que no me caía bien.

—¡Perdona! —exclamó, abriendo mucho los ojos. Pero su disculpa solo me enfureció más.

—¿Perdona? —repetí con sarcasmo—. Claro, porque todas las chicas con cabello perfecto que aparecen riendo con mi vecino dicen "perdona" cuando las encuentro fuera de mi puerta.

Ella parpadeó, desconcertada. Pero no se echó atrás. En lugar de eso, levantó la barbilla y me miró como si fuera yo la que había irrumpido en su vida, no al revés.

—De verdad, no entiendo qué te pasa. Solo vine a visitar. No tienes que actuar así.

—¿Visitar? ¿A quién? ¿A Julián o a tu ego? —No pude contenerlo. Las palabras salieron antes de que pudiera pensar. Y así, pasamos de un intercambio tenso a una especie de combate verbal.

—¡Te estás pasando! —exclamó ella, levantando las manos.

—¡Y tú estás metiéndote donde nadie te llamó! —respondí, dando un paso hacia adelante.

Entonces, el ambiente se volvió surrealista. Estábamos en medio del pasillo, a punto de lanzarnos miradas que matan, cuando de repente, la escuché.

—🎵 Soooofíiiiaaaaa, mi estrella del atardecer… 🎵

Ambas nos giramos, como si el universo nos hubiera dado una pausa cómica para nuestro drama. Ahí estaba Manuel, bajo mi ventana. En una mano sostenía una flor de plástico y en la otra, un altavoz que emitía una música romántica desafinada. Vestía una chaqueta que gritaba “fiesta de oficina de los años 90” y movía los brazos como si estuviera protagonizando su propio musical.

—🎵 No soy buen cantante, pero tú eres mi mujer… 🎵

La mujer me miró con una mezcla de incredulidad y compasión.

—¿Qué… es eso? —preguntó, como si nunca hubiera visto una serenata improvisada con un altavoz portátil.

—Eso es Manuel —respondí con resignación. —El error más reciente en mi lista de malas decisiones.

—🎵 Sofíaaaaa, baja ya, traigo amor y pan de ajo… 🎵 —continuaba él, ajeno al espectáculo que estaba dando.

En ese momento, sentí que la vida me estaba jugando una broma pesada. No solo estaba lidiando con una mujer que activaba mis celos más profundos, sino que ahora tenía que soportar a Manuel y su concierto improvisado.

—¿Esto es… normal aquí? —volvió a preguntar ella, señalando a Manuel.

—Definitivamente no —dije, llevándome una mano a la frente. “¿Por qué me pasa esto a mí?” pensé.

De pronto, la puerta de Julián se abrió con fuerza. Allí estaba él, despeinado y con una camiseta que apenas cubría sus hombros, con cara de “¿Qué está pasando ahora?”

—¿Qué demonios pasa aquí? —preguntó, mirando a la mujer, a mí y luego al espectáculo de Manuel.

—¡Tu amiga está loca! —grité yo, señalando a la mujer.

—¡Tu vecina me está gritando sin razón! —gritó ella, señalándome a mí.

—¡Sofía! ¡Cásate conmigo! —gritó Manuel desde abajo.

—¿QUÉ? —gritamos los tres al unísono.

Julián levantó las manos al aire, en señal de rendición.

—Voy a volver a mi departamento, a vestirme y fingir que no conozco a ninguno de ustedes. Si Manuel sigue cantando cuando salga, lo empujo al primer taxi que pase. Y si ustedes dos no se calman, consideraré mudarme a otro planeta. —Cerró la puerta de un golpe.



#98 en Otros
#47 en Humor
#347 en Novela romántica
#151 en Chick lit

En el texto hay: vida real, comedia y amor, chiklit

Editado: 23.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.