Lo último que Sofía pensó cuando Julián le dijo “tengo una sorpresa” fue que terminaría preparando empanadillas para todo el edificio. En serio. Todo. El. Edificio.
La excusa oficial era un “evento comunitario para promover la buena convivencia entre vecinos”... pero todos sabían que en realidad era la forma no oficial de celebrar que Sofía y Julián por fin estaban juntos sin necesidad de tartas explosivas ni drama editorial.
—¿Tú estás segura que esto no es una boda encubierta? —susurró Cata mientras colgaba una guirnalda con forma de gato en el pasillo.
—Si fuera una boda, habría huido ya —respondió Sofía, sudando mientras organizaba sus dibujos en una mesita plegable.
—O sea que huirías… de tu propia boda con un cocinero guapo, sensible y que sabe hacer mousse de maracuyá. ¿Eres tonta?
—No, soy escéptica y muy calurosa. Esta camisa me está estrangulando los riñones.
—Pues aguanta, porque esto será histórico —dijo Cata, sacando su micrófono de juguete y su aro de luz portátil—. Estoy grabando TODO.
El patio del edificio se llenó en media hora.
Vecinos que nadie sabía que vivían ahí aparecieron como por arte de magia. El portero Rubén trajo un micrófono real (“de los de karaoke, que usaba mi ex para cantar Camilo Sesto”) y Julián instaló una mini cocina portátil con una tabla de cortar y una montaña de ingredientes.
Sofía tenía su rincón artístico al lado: bocetos, ilustraciones enmarcadas, e incluso un cartel que decía “NO hay dibujos de tartas. Superadlo.”
Simón, el gato, dormía sobre el mantel de galletas decoradas.
Todo era perfecto.
Lo cual, en su mundo, era una trampa evidente.
—¡Bienvenidos todos! —anunció Julián con voz animada—. Hoy aprenderemos a hacer una receta sencilla: “Pastel de reconciliación con cobertura de sinceridad”. ¡Y sin objetos voladores, lo prometo!
Risas generalizadas. Hasta la señora del segundo, que siempre estaba enfadada con la vida, sonrió entre dientes.
Mientras Julián cortaba frutas y hablaba de emociones como si fueran ingredientes (“una pizca de confianza, dos cucharadas de honestidad, y una tonelada de paciencia”), Sofía recibía elogios por sus dibujos.
Una niña pequeña le preguntó si “el gato de la ilustración también tiraba pasteles desde los techos”.
—No —respondió Sofía—. Pero si lo hace, será con elegancia y sin testigos.
El momento clave llegó cuando Julián sirvió la primera porción del pastel final.
Se limpió las manos, se giró hacia Sofía —que lo miraba con expresión mezcla de ternura y terror—, y cogió el micrófono.
—Perdonad el momento romántico, pero quiero decir algo —anunció, ganándose un “¡oooooh!” colectivo que Cata grabó con dos cámaras.
—A esta mujer —señaló a Sofía— le lancé una tarta de tres pisos desde una azotea. Cosa que, para ser justos, no está en los manuales de seducción.
—Ni en los de repostería —interrumpió Sofía desde su silla.
—Pero aun así… me perdonó. Y no solo eso. Me eligió. Con mi caos, mi horno siempre encendido, y mis traumas envueltos en papel aluminio.
Sofía sintió que se derretía. Y no era por el calor.
—Así que, oficialmente, prometo que no volveré a tirarle una tarta desde ningún lugar elevado.
Y sí, prometo prepararle una cada cumpleaños.
Los aplausos fueron tan fuertes que Simón se asustó y saltó sobre la mesa, derribando un plato de trufas. Nadie le prestó atención. Todos estaban gritando, silbando, y Cata lloraba con una servilleta de papel mientras decía al móvil:
—ESTO. ES. ORO. DIGITAL.
Julián se acercó a Sofía, la tomó de la mano y la ayudó a levantarse.
—¿Y ahora qué? —preguntó ella, sonriendo.
—Ahora... te beso.
—¿Otra vez frente a todos?
—Bueno, si no funciona, tengo otra tarta de repuesto.
Y se besaron.
Esta vez sin glaseado.
Sin crema.
Pero con más dulzura que cualquier receta.
Tres horas después, video de Cata en YouTube:
🎬 “Final de temporada: El pastel del amor (y la cucharada de drama que nunca falta)”
—Gracias por acompañarme en esta historia de amor que empezó con cartas misteriosas, vecinos sospechosos, y una tarta suicida.
Y sí, puede que no todos los finales sean felices...
pero este sí.
Fin del vídeo. Música de cierre: versión instrumental lenta del himno del pastel de vainilla.