Caos de Sofía

Extra 2: ¿Y Januel cuándo llega?

Si alguien pensaba que todo se había solucionado con la reconciliación, el evento vecinal, el beso con ovación, y la tarta no lanzada… estaba claramente subestimando a la madre de Sofía.

Porque ella aún tenía una sola misión pendiente:
¡Conocer a Januel!

—Sofía, cariño… ¿y Januel?

—¿Perdón?

—¡Januel! Tu novio. El del que me hablaste hace meses. El que iba a venir al cumpleaños de tu tía, el que cocinaba, el de las cejas oscuras… El que no llegó porque “tenía fiebre en un pulmón”.

Sofía se quedó en silencio.

Estaba en la cocina de su madre, revolviendo un té mientras Simón dormía en la mochila del pan. Julián no estaba. Se había ofrecido amablemente a ir a comprar postres y dejarla “resolver ese asunto familiar que tanto se parecía a una telenovela mal escrita”.

—Ah, sí… Januel. —respondió Sofía, sin levantar la mirada.

—¿Dónde está?

—En… el extranjero. Por trabajo.

—¿Otra vez? Pero si ni siquiera me has mostrado una foto decente. Solo esa en la que sale de espaldas en la sombra. ¡Y hasta parecía que estaba desenfocado a propósito!

—Es que es tímido.

—¿Y no tiene redes sociales?

—No… él… es muy de papel. Tradicional. Solo usa cuadernos.

—Sofía… ¿me estás ocultando algo?

Sofía tragó saliva. Muy fuerte.

—Mamá, te prometo que todo está bien.

La madre entrecerró los ojos con ese instinto de sabueso que solo las madres tienen cuando algo huele a mentira recién horneada.

—Mmm… ya. Pero no quiero morirme sin conocerlo. ¿Podrías al menos invitarlo a comer un día? Quiero saber si de verdad existe.

—¡Claro! ¡Pronto! ¡En cuanto vuelva de… de Nepal!

—¿Januel está en Nepal?

—Sí. Estudia… ¡la fermentación espiritual de las masas madre!

Silencio.

La madre de Sofía tomó un sorbo de té.

—Qué interesante.

—¿Sí, verdad?

—Pues te aviso que si se demora más, le cambio el nombre y me invento yo al mío. Voy a decir que salgo con... eh... Rodrenzo.

—¿Rodrenzo?

—Suena exótico. Italiano y ruso. Dos por uno.

Sofía no pudo evitar reírse. Su madre, tan surrealista como siempre.

—Mamá, eres un personaje.

—Y tú una escritora sin imaginación. ¿Januel? Por favor.

—¡Lo mezclé de Julián y Manuel!

—Sí, hija. Se nota. Y eso, por cierto, tampoco te lo he perdonado.

Cuando Julián volvió con una caja de profiteroles, la madre de Sofía lo miró de arriba abajo.

—Tú no eres Januel —dijo, casi decepcionada.

—No —respondió él—. Pero cocino bien, limpio los platos y hago reír a tu hija. ¿Eso cuenta?

La mujer lo miró unos segundos. Luego asintió despacio.

—Te doy seis meses de prueba.

—Acepto.

—Y si no, le paso tu puesto a Rodrenzo.

—¿Quién es Rodrenzo?

—Tu reemplazo imaginario. Así que cuida tu puesto, joven.

Julián se giró hacia Sofía, que ya no podía parar de reírse.

—¿Esto viene en combo con el gato?

—No. El gato es más fácil de impresionar.

Y así, Januel seguía siendo una leyenda, un misterio…
y, posiblemente, el protagonista de una próxima novela inventada por la madre de Sofía.

Porque una cosa estaba clara:

La imaginación familiar no tenía límites.



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En el texto hay: vida real, comedia y amor, chiklit

Editado: 28.05.2025

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