Caos de Sofía

Capítulo 4: Operación Vecino Sospechoso

Todo comenzó, como las mejores ideas, después de las once de la noche, cuando el juicio ya se ha ido a dormir y la dignidad empieza a bostezar.

—Sofía, escúchame, si realmente quieres pruebas de que Julián es sospechoso, ¡tenemos que entrar en su casa ahora que está durmiendo! —susurró Cata, con la emoción de quien organiza un atraco al estilo Ocean’s Eleven, pero con crocs.

—¿Estás loca? ¿Y si se despierta y nos mata con una cuchara de cocina? —dije, pero ya estaba poniéndome el abrigo encima del pijama.

—No nos va a matar, Sofi. Julián parece misterioso, no asesino. Aunque... también los asesinos de documentales tenían cara de buen tipo —añadió Cata, como quien menciona que olvidó comprar pan.

Y así, nos encontramos frente a la puerta de Julián. Piso B, apartamento 2B. El santuario del vecino atractivo y potencial villano de nuestra telenovela mental.

—¿Cómo piensas entrar? —pregunté, ya con la adrenalina rebotando como pelota de ping-pong en mi pecho.

—Fácil. Tengo una horquilla. Y vi seis tutoriales en YouTube. —Cata sonrió como una profesional. Parecía una mezcla entre hacker de película barata y manicurista con malas intenciones.

Spoiler: no funcionó.

Diez minutos después, la puerta seguía intacta, la horquilla estaba doblada y yo estaba a punto de disolverme de los nervios.

—¡Esto no es Hollywood, Cata! ¡No somos ladronas de guante blanco!

—¡Relájate! Yo tampoco sabía que las cerraduras modernas tenían sistema anti-youtubers...

Finalmente, por arte de magia o porque Julián olvidó cerrar bien, la puerta se abrió con un clic suave.

—¡Es una señal! —susurró Cata, con ojos de fanática religiosa entrando al templo del chisme.

—Es una señal de que esto puede salir muy mal —le respondí, pero entré igual.

La casa olía a café, vainilla y secretos no revelados. Todo estaba ordenado, limpio… demasiado limpio.

—Tiene alma de psicópata o de Marie Kondo con esteroides —murmuré.

Nos descalzamos (porque una puede ser intrusa, pero con modales) y empezamos a hurgar como hormigas desorientadas.

Yo fui directo al armario. No me preguntes por qué, pero si hay algo que revela el alma de un hombre, es su ropa interior. Cata, en cambio, iba directo al escritorio, revolviendo papeles como si buscara la cura para la ansiedad.

Todo estaba silencioso... hasta que Cata, con sus ideas de serie B, quiso abrir el cajón del dormitorio donde Julián dormía plácidamente.

—¡NO! —le dije—. ¡No entres! Está durmiendo. Si se despierta, estamos muertas. Literal o socialmente. ¡MUERTAS!

—Solo voy a ver si guarda diarios secretos con confesiones oscuras —dijo, avanzando.

Y fue entonces que todo se fue al carajo.

Julián, sediento, se levantó a oscuras, entró a la cocina y, con vaso en mano, fue directo al dispensador de agua. No nos vio. Hasta que vio a Cata.

—¿¡QUÉ DEMONIOS!? —gritó, derramándose medio vaso de agua helada encima al ver una figura femenina revolviendo sus cosas.

Cata gritó.

Yo también grité, desde el armario.

Sí, porque yo, en mi gran plan de espionaje, había decidido esconderme entre su ropa. Lo que no calculé es que todo ese movimiento hizo que terminara enredada entre calzoncillos, un batín de baño sospechosamente sedoso y una corbata con estampado de aguacates.

Julián encendió la luz.

Cata tenía las manos arriba como si estuviera en un asalto.

Y yo, desde el fondo del armario, asomé mi cara con una media en la frente y el sujetador de Julián colgando de mi oreja.

—¡¿QUÉ ESTÁN HACIENDO AQUÍ?! —dijo él, en boxer y cara de “me están arruinando el sueño y posiblemente la sanidad”.

—¡Yo te puedo explicar! —dije, saliendo como criatura mística de entre los jeans planchados.

—¡No, Sofía, déjame a mí! —interrumpió Cata—. Estamos aquí por razones científicas. Investigación. Sociología aplicada. Psicología vecinal.

—¿QUÉ?

—Queríamos confirmar que no eres un asesino. ¡Y ahora mismo no lo pareces! ¡Punto para ti! —Cata intentó reír nerviosamente.

Julián parpadeaba sin procesar lo que veía.

—¿Por qué Sofía tiene mi calzoncillo en la cabeza? —preguntó.

—¡No me juzgues! ¡Buscaba pruebas, no fetiches!

—¿Y cuál era el plan? ¿Robarme el alma a través del cajón de los calcetines?

—No, era mirar si tenías cartas misteriosas, o retratos satánicos, o no sé… ¡¡UNA PISTA!! —me defendí con toda la dignidad que podía reunir mientras intentaba quitarme el sujetador del cuello sin parecer una ladrona de lencería ajena.

Julián se sentó en el sofá. Con los brazos cruzados. Nos miró con cara de “esto es lo peor que me ha pasado desde que me echaron del grupo de cocina por cambiar las recetas”.

—Voy a contar hasta cinco. Si cuando termine, ustedes siguen aquí, llamo a la policía. Y no, no se rían. Estoy hablando en serio.

—¡No hace falta contar! ¡Nos vamos! —dije, sacando a Cata de la sala como quien arrastra a un niño de una tienda de juguetes.

Ya en la puerta, Julián gritó:

—Y Sofía... tienes media mía en el bolsillo.

La saqué. Roja. No la media, mi cara.

—Perdón —susurré, devolviéndola como si fuera un documento robado en la Segunda Guerra Mundial.

—Y Cata… tu bolso quedó sobre el microondas. Llévatelo antes de que empiece a sospechar que me están espiando por gusto.

—¡Nadie espía por gusto! ¡Solo por paranoia! —gritó Cata, pero cogió el bolso y salió corriendo detrás de mí.

Ya fuera, jadeando en el pasillo, solo atinamos a mirarnos.

—¿Te das cuenta de que esto fue un fracaso?

—No, Sofía. Fue una investigación sin precedentes. Confirmamos que no tiene cadáveres escondidos ni altares satánicos.

—Y descubrimos que duerme en boxers con ositos panda.

—Eso también.

Ambas estallamos en carcajadas.

Quizá no habíamos resuelto nada. Pero habíamos vivido algo digno de contarse. Al menos hasta que Julián nos demande por allanamiento de morada.



#26 en Otros
#17 en Humor
#111 en Novela romántica
#51 en Chick lit

En el texto hay: vida real, comedia y amor, chiklit

Editado: 06.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.