Caos de Sofía

Chisme: El día que Leo aprendió que no se juega con Sofía

Hace 1 año:

Sofía siempre había dicho que no guardaba rencor. Lo suyo, decía con su copa de vino en la mano y una media sonrisa maliciosa, era guardar ideas para más adelante. No era una mujer vengativa, era una curadora de oportunidades humillantes. Y Leo, su exnovio con ínfulas de Casanova de segunda mano y neuronas compartidas, acababa de ganarse su entrada VIP al museo de las venganzas memorables.

Todo empezó un martes. Un día tan aburrido que hasta el microondas bostezaba. Sofía, con su infalible radar de cotilleo encendido, descubrió que Leo estaba organizando una cena de reencuentro con amigos en común. Amigos que, convenientemente, no habían sido lo suficientemente valientes como para elegir bando en la ruptura.

—¿Una cena? —repitió Sofía, mientras repasaba sus uñas como quien afila cuchillas de combate—. Perfecto. La mesa será redonda, pero la venganza será cuadrada. Y bien empaquetada.

Decidió que asistiría, pero no como víctima, sino como espectáculo principal.

Preparativos para el Apocalipsis con Aperitivos

Paso uno: el outfit. Sofía no quería ir "guapa", quería ir legendaria. Contactó a su amiga maquilladora, su prima influencer, su tía costurera y un diseñador que una vez le hizo un vestido para una boda a la que no fue, pero que igual subió las fotos a Instagram. Resultado: un mono negro ajustado, escotado, con espalda descubierta y un aura de “me superé y tú eres historia no tan relevante”. Todo combinado con tacones que exigían contrato de seguro y labios rojos que gritaban "peligro de incendio".

Paso dos: compañía. Iba sola. Porque nadie intimida más que una mujer empoderada, elegante y con sed de justicia emocional entrando sola a una sala llena de hipócritas y un ex con ego frágil.

—¿Y si Leo intenta hablar contigo? —le había preguntado Anastasia, con la misma cara que uno pone al ver a alguien comiendo sushi del supermercado.

—Entonces le hablaré en su idioma: falso afecto con subtítulos de sarcasmo.

El Escenario: Restaurante de moda con pretensiones de minimalismo japonés y precios que daban ganas de robar soja

Sofía entró como quien tiene una canción de Beyoncé de fondo aunque no suene música alguna. Saludó con besos medidos, sonrisas más afiladas que cuchillos de chef y la seguridad de quien sabe que va a causar un colapso emocional en menos de diez minutos.

Y entonces lo vio: Leo. Más delgado (probablemente por culpa del karma), con el mismo peinado de “me lo hice con la tapa del bolígrafo”, y una camisa con más flores que una ofrenda del Día de los Muertos.

—Sofía… —dijo él, intentando sonar casual, pero sonando como alguien con úlcera verbal.

—Leo —respondió ella, como si le estuviera saludando a un cajero del súper que le cae mal.

Se sentó, pidió vino (caro, que lo pague él), y comenzó su show personal. Cada comentario era una joya:

—Ah, esa ensalada... ¿lleva tomates cherry o decepciones pequeñas como las que yo viví contigo?

—El vino está delicioso. Aunque igual de añejo que tus excusas.

—¿Este restaurante tiene postres con nombres de ex? Porque me vendría bien un "tiramisú de traición" o un "crumble de mentiras infieles".

Los amigos trataban de reír, pero las carcajadas salían nerviosas. Como las de quien ve a alguien jugando con gasolina al lado de una fogata.

La Estrategia Maestra: Influencers, filtros y... tacos

Después de la cena, Leo propuso ir a tomar algo a un bar cercano. Error.

Sofía, como quien no quiere la cosa, subió una historia a Instagram. En ella, aparecía comiendo un taco con filtro de perrito y escribió:
"Comiendo tacos para olvidar a quienes decían que el amor no engorda... pero sí desgasta"

La historia fue vista por medio planeta y la otra mitad le dio like. Incluyendo la nueva novia de Leo (que, spoiler: no sabía que Leo la había dejado oficialmente soltera hace una semana).

Entonces vino la cereza sobre el pastel de venganza. Sofía, en el baño del bar, organizó el post perfecto: una selfie con tres chicas, fondo de luces LED y la frase:
"A veces no necesitas cerrar ciclos... solo abrir el vino correcto 🍷 #LeccionesDeEx"

Leo la vio. En directo. Y se atragantó con su propio ego.

—¿Eso es por mí? —le preguntó más blanco que su camisa.

—¿Qué cosa? —respondió ella, fingiendo confusión—. Ahhh… no, Leo. Si fuera por ti, habría puesto un filtro vintage. Tú ya eres material de archivo.

El Final: Sofía, ganadora por KO

La noche terminó con Leo diciendo que se sentía mal del estómago. No por la comida. Por la humillación cocida a fuego lento, sazonada con verdades y servida por una mujer que supo esperar su momento.

Y Sofía, al llegar a casa, se quitó los tacones, se miró al espejo y se dijo:

—Ves, reina. No necesitabas gritar. Solo dejar que el karma hiciera su parte… y añadirle un poquito de tu estilo explosivo.

Anastasia le escribió al día siguiente:
Anastasia: “¿Cómo te fue con Leo?”
Sofía: “Le fue peor a él. Yo cerré la noche con helado y dignidad. Él, con acidez y arrepentimiento.”

Y colorín, colorao... Leo quedó desenmascarado.



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En el texto hay: vida real, comedia y amor, chiklit

Editado: 06.05.2025

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