Caos Salvaje

Capítulo 01

Zhanna

Coloqué la venda con fuerza justo debajo de mis senos. Esta vez podía estar segura, al menos tenía una costilla rota. Y ni hablar de mi rostro. Mis ojos ardían, rojos e hinchados por los fuertes golpes de hace dos días. Mi vida se volvió un infierno desde que dije el "sí acepto" frente al sacerdote.

El maquillaje no bastaría para cubrir los hematomas ennegrecidos que se asomaban en mi piel. Antes solía sonreír, y ahora mis intentos parecían una mueca vacía que nadie quería ver.

El olor a alcohol y tabaco llegó cuando la puerta se abrió de golpe. Demyan, mi esposo, se detuvo bajo el marco y me observó por unos escasos segundos antes de hablar.

—Apresúrate a maquillarte, te ves espantosa —y esas eran las palabras de mi esposo. Lo odiaba con todo mi ser—. ¿Me escuchaste?

Asentí, incapaz de poder emitir una palabra. Le temía. Y ese miedo era el principal culpable de no poder defenderme cada vez que me agredía.

Cerró la puerta con un portazo. Sabía que hoy no me golpearía, tenía una reunión importante, donde su jefe estaría presente. Como su esposa, debía estar ahí, atrapada entre sicarios y asesinos.

Demyan era el responsable de las finanzas y llevaba tiempo robándole millones de euros a su jefe. Al Boss de la mafia rusa.

Tres capas de maquillaje no fueron suficientes para cubrir el rastro de los golpes. Con suerte, podría mentir sin romperme en el proceso, decir que me caí o quizás me lastimé al entrenar. Dos mentiras que nadie creería en este mundo gobernado por hombres.

Miré el reloj, faltaban cinco minutos para salir. Demyan odiaba la impuntualidad. No pretendía ser la causa de su ira por llegar tarde. Sostuve mi costado, el dolor cuando me movía era insoportable. No tenía la mínima idea de cómo sobreviviría esta noche.

Con cada paso sentía como mi cuerpo me pedía a gritos un descanso. Bajar cada escalón fue una tortura, respiré profundo cuando llegué hasta el último. En la puerta, me esperaba la mayor escoria que pude conocer, el culpable de mi desgracia, Vadim Antonov el padre de Demyan. El sonido de mis tacones llamó su atención, su mirada lasciva se posó en mi cuerpo y en mi largo vestido negro con brillos. Una sonrisa perversa se posó en sus labios. Lo odiaba con la misma intensidad con la que odiaba a su hijo.

—Demyan espera en el auto— dijo, extendiendo la mano hacia mi. Sentí un escalofrío. No podía soportar que ningún hombre me tocara, no después de lo que su hijo me hizo estos dos años.

Vadim bajó la mano y se alejó. Solté el aire que retenía. La puerta del auto permanecía abierta. Me apresuré a caminar, algunos de los guardaespaldas se apartaron para darme el paso. Tomé aire, ignorando el fuerte dolor.

Cómo siempre, Demyan seguía sumido en su celular, agradecida que en la mayoría de las ocasiones, me ignoraba. Uno de los guardaespaldas cerró la puerta y el auto se puso en marcha de inmediato.

Demyan y Vadim conversaban en voz baja. No presté atención a lo que decían. Me limité a ver por la ventana. Atrás quedaban los árboles oscuros, delante las luces y edificios imponente de la ciudad de Moscú.

—La gente ya habla de por qué tu esposa no está embarazada. Perdieron a un bebé. Ya es tiempo de que tengan otro.

Las palpitaciones de mi corazón se aceleraron, esta no era la primera vez que Vadim mencionaba lo del embarazo. Lo que menos quería, era tener otro hijo del monstruo que era mi esposo.

—No es asunto tuyo, si Zhanna no tiene otro bebé. No está en nuestros planes, al menos no por ahora, padre— respondió Demyan con fría indiferencia.

La conversación de Vadim y Demyan quedó a medias cuando el vehículo se detuvo frente a uno de los mejores hoteles de Moscú. Afuera, hombres y mujeres elegantes conversaban con copas de champagne. ¿Quién diría que aquí se reunían los mayores contrabandistas y asesinos de la mafia rusa?.

Vadim fue el primero en bajar. Mis manos comenzaron a temblar. Era la primera vez que asistía a una reunión como esta. Esta vez obligatoria, porque los demás miembros llevarían a sus esposas. Demyan no tuvo otra opción que traerme a este lugar. Además, uno de sus amigos políticos se encontró conmigo por error. Fue una sorpresa saber que Demyan tenía una esposa que permanecía oculta en las sombras.

Sostuve la parte baja del horrible vestido y salí. Demyan se quedó a mi lado. Dos hombres se acercaron a nosotros. Demyan y Vadim se veían nerviosos. Ambos con miradas oscuras y trajes caros, irradiaban poder y peligro.

—Vadim —dijo uno, serio con voz ronca que me heló la piel. El otro vio de reojo a Demyan, ignorándome por completo.

—Hazte a un lado, ahora—ordenó Demyan. Me aparté lejos para no escuchar.

Vi al hombre hablar con Vadim. Demyan y el más joven de los desconocidos se mantenía ajeno a la conversación, aunque pude percibir que Demyan intentaba entrar en la conversación, el desconocido y Vadim lo ignoraban.

—¿Por qué no entras? Aquí hace frío —una mujer rubia y de ojos verdes se detuvo a mi lado. Tres hombres armados se mantenían a su lado. Sus guardaespaldas, sin duda.

—Prefiero quedarme aquí señora. Mi esposo pronto vendrá por mí, no quiero ser una molestia— respondí, intentando sonar tranquila.

La mujer aceptó mi negativa, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Demyan no tardó en regresar por mí, con su rostro tenso. Claramente con malas noticias. Los demás se habían ido, solo quedamos nosotros.

—Estarás a mi lado toda la noche. No hables con nadie a menos que te pregunten. Aunque dudo que alguien te preste atención— dijo, apretando mi cintura con fuerza. Gemí. Sus palabras dolían más que los golpes.

Ya no podía seguir. En tres ocasiones estuve frente de la bañera, con un cuchillo presionando mis muñecas. Nunca pude intentarlo. Solo la muerte podría liberarme Demyan.

Al entrar, las miradas curiosas se clavaron en nosotros. Esperaba que las marcas no se notaran bajo el maquillaje.




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