ZHANNA
Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando la puerta del sótano chirrió al abrirse. Demyan dejó que pasara aquí toda la noche, como tantas veces lo había hecho. El silencio pesaba, y mi cuerpo dolía con cada respiración.
—Soy yo— susurró Nika, con voz apagada—. El señor Antonov salió con unas maletas en la madrugada. Dijo que volvía pronto
Sentí una oleada de paz al escuchar sus palabras. Quizás esta noche podría sanar, aunque sea un poco.
—Deberías salir, darte una ducha, señora. Tienes sangre por toda parte.
—Me veo horrible, ¿verdad? —mi voz tembló sin esperar respuesta.
—No le voy a mentir, mientras siga aquí, su cuerpo no sanará nunca. Debe huir de ese hombre. Yo me iré, no puedo seguir bajo sus órdenes.
—No me puedes dejar sola, Nika.
—Escuche mi consejo. Debes huir, comenzar una nueva vida lejos de este lugar.
—No tengo a nadie, mi padre está muerto. Mi tío me vendió a Demyan.
—Es mejor estar sola que mal acompañada. Ese hombre no la quiere, nunca lo hará. Si se queda aquí, marchitará su cuerpo y con el tiempo la matará sin remordimiento.
Con dificultad, Nika me ayudó a subir las escaleras. Cada paso era una tortura, pero no me soltó
—¿Qué hora es?
—No lo sé, pero creo que ya amanece. Tal vez sean las cinco.
—¿Hace cuánto se fue Demyan?
—Un rato después de que te dejó en el sótano. Me costó encontrar las llaves correctas.
—No tengo fuerzas para subir más—gemí a mitad de camino.
—Puedes hacerlo, te ayudaré.
Al llegar a la habitación, me paré frente al espejo y observé las marcas. Tenía que huir, Si no lo hacía hoy, nunca escaparía de Demyan y Vadim.
No me importaba el dinero de mi padre, podían quedarselo. Era mio por sangre, por ser hija de Konstantin Smirnov.
Me iré. Seré fuerte y recuperaré lo que por sangre es mío.
Limpié la sangre con toallas húmedas; entrar a la ducha en este estado sería doloroso.
Para huir, tenía que hacerlo de noche, cuando los hombres de Demyan pensaran que estaba en el sótano, y aprovechar el momento en el que, él no estaba en la mansión.
Nika volvió con un botiquín de primeros auxilios.
—No hay tiempo para eso— dije—. Recoge las joyas que me regaló Demyan. Las necesitaremos para sobrevivir.
Nika asintió y sacó una bolsa llena de joyas brillantes. Demyan era ostentoso, esas piezas valdrían mucho más que ser un lujo en mi cuello y orejas.
—¿Solo llevarás eso?
—Sí. Ahora ayúdame a vendar las heridas de mi espalda, sin alcohol por favor.
Mi padre me enseñó a disparar, Demyan lo sabía, por eso nunca dejó un arma. Pero ahora sabía dónde estaban sus armas poderosas y necesitaba algunas para sobrevivir.
—Busca la llave del depósito de armas, necesitaré algunas —Ordené. Nika dejó la mochila con las joyas. Bajé a la cocina y busqué un cuchillo. Lo siguiente dolería, pero no tanto como mi espalda.
Enterré la punta en mi brazo izquierdo y busqué el pequeño aparato. Podía ser un simple anticonceptivo, pero también un chip de rastreo. No me arriesgaría a ser encontrada en mi en mi momento de rebeldía.
Un disparo resonó y el cuchillo cayó de mis manos. Las ventanas eran a prueba de balas. Pero mi corazón latía con fuerza.
—Nika, debemos huir por detrás, antes de que los hombres de Demyan entren.
Era tarde. Un hombre desconocido apuntaba con su arma a la nuca de Nika, mi única amiga durante más de un año.
—No le hagas daño, Demyan no está aquí— imploré.
—Lo sé, vengo por ti— dijo el hombre con voz gélida—. Un movimiento en falso y su cerebro quedará esparcido en el suelo. Por cierto, mi jefe te envió un regalo.
Otro hombre entró con una caja grande y cuadrada sin manchas. La dejó sobre la encimera.
—Ábrela —dudé en hacerlo—. Hazlo o ella morirá. Contaré hasta cinco… uno, dos, tres…
Abrí la caja con manos temblorosas. La cabeza de mi tío yacía en su interior. Un grito ahogado salió de la garganta de Nika. La cabeza reposaba en medio de la caja. La cerré rápidamente.
—No la cierres o ella morirá —advirtió el hombre que trajo la caja, acercándose a Nika.
El que trajo la caja se detuvo detrás de Nika y el que tenía su arma en la nuca se acercó a mí.
Con las manos temblorosas volví a abrir la caja.
—¿Qué quiere que haga?
—Que observes lo que te sucederá en las próximas horas. Demyan está en manos de los hombres de Dimak. Y tú estás a mi merced; pronto te llevaré para que pagues por la traición.
¿Traición?
Nunca pensaría en traicionar al jefe de la mafia rusa.
—No lo traicioné —una sonrisa letal se formó en sus labios. No me iba a creer.
—Sostén la cabeza en tus manos.
—No lo haré —respondí con firmeza—. Prefiero morir antes que tocar la cabeza de un cadáver.
Un disparo resonó en el aire, y la sangre brotó del cuello de Nika. Su cuerpo cayó frente a mi, inerte. Intenté correr hacia ella, pero me sujetaron y arrastraron hacia afuera.
—Suéltame, animal —grité—. La has asesinado. Era inocente.
—Métela en el maletero —ordenó el hombre.
Mi cuerpo se paralizó. No quería volver a estar encerrada en un lugar pequeño y oscuro.
—No. Haré lo que sea, pero por favor, no ahí. Por favor, no.
Mis súplicas fueron ignoradas. Quizás si hubiese nacido siendo hombre, nada de esto estaría pasando. Si mi padre estuviera vivo. Quizás mi alma no sufriría tanto.
El pequeño espacio se sentía frío, las lágrimas mojaban mi rostro. Mi única amiga murió. Y fue mi culpa, debí dejarla marchar cuando me lo dijo. Pensé que tal vez ambas podríamos escapar y tener una vida mejor en una casa frente a la playa.
Solo me quedaba soñar para sobrevivir.
Mi brazo seguía sangrando. La herida no era profunda, pero podría ser fatal. Morir desangrada en esta situación no parecía tan terrible.
El auto se detuvo. La intensa luz me obligó a cerrar los ojos. Fui elevada como una bolsa de papas.
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Editado: 18.06.2025