Caos Salvaje

Capítulo 03

Zhanna

Desperté al sentir un toque cálido en mi rostro, mi respiración se aceleró al no saber quién permanecía a mi lado al sentirme vulnerable.

Pensé en Demyan, luego recordé algo peor. Fuí secuestrada, ahora prisionera de la mafia rusa, quienes me creían culpable del robo.

La oscuridad envolvía la habitación y, de repente, el recuerdo de lo que Demyan me hizo volvió a mi mente.

Ese maldito intentó asesinarme.

Me senté de golpe en la cama, maldiciendo al instante por el dolor en mi espalda. Los hombres de Boss me salvaron la vida para después condenarme. Tenía miedo, a nadie le iba a importar mi desaparición.

—Al fin despierta —dijo una voz grave que me recordó al hombre que asesinó a Nika. Pude distinguir su sombra en la oscuridad.

—No te atrevas a acercarte —rugí cuando intentó tocarme. Sus manos estaban manchadas con la sangre de Nika—. Tú mataste a mi amiga.

Y sin olvidar que me trajo como regalo la cabeza de mi tío.

Se quedó unos segundos procesando mis palabras.

—Esa perra era de todos, pero no tu amiga. Se revolcaba con tu marido mientras tú yacías herida en el sótano. Estoy aquí para hablar, no me obligues a usar otros métodos que serán dolorosos para tu pequeño cuerpo magullado. No pretendo ni quiero ser tu amigo. Necesito información.

—No tengo nada que decir. No robé el maldito dinero del Boss. Estoy harta de que mi vida esté marcada por los crímenes de otros. Por si no lo recuerdas, casi muero por culpa de la persona que traicionó a tu Boss, además de que me golpeaba hasta dejarme inconsciente —la mandíbula del hombre se tensó—. Sabía que Demyan robó dinero, pero nunca supe cuánto. No fui su cómplice, pero tampoco tengo forma de probar mi inocencia. Para ustedes seré la culpable de un delito que no cometí.

La puerta se abrió y un escalofrío me recorrió la espalda. El Boss de la mafia rusa apareció frente a mí. Era un hombre alto, fuerte, con unos ojos hermosos se podían comparar con los de un depredador acechando a su presa.

—¿Qué negocios tenía tu padre con el mío? —su pregunta me sorprendió. Mi padre se dedicaba al comercio de diamantes. No a los negocios ilegales con la mafia.

—¿Por qué debería saber yo sobre los negocios de mi padre? Soy mujer, no me informaban —mentí, pues nunca me interesó ese mundo.

—No mientas. Aquí hay pruebas de que te reuniste con ellos —su voz se elevó, recordándome a Demyan, aunque esta vez no sentí su furia en mo cuerpo.

—No sé de qué hablas, nunca me reuní con mi padre para hacer negocios —el Boss lanzó la carpeta sobre la cama, si es que se le podía llamar así… Lo primero que vi en las fotos fue a mi padre junto a un hombre. Al lado yacía una mujer joven, mi hermana y a su lado otra mujer más madura.

—Esa no soy yo, es mi hermana menor— ambos se miraron confundidos.

—¿Dónde está esa mujer? —preguntó el Boss con furia. Mileva ya no existía en este mundo. Se fue el mismo día que nuestro padre. Dejándome sola en manos de nuestro tío.

—Murió junto a nuestro padre. Bogdan no me permitió ir al funeral de ambos. Mileva era menor que yo por tres meses, tenemos al mismo padre, pero somos hijas de madres diferentes.

Amaba a mi hermana, éramos unidas desde niñas y aunque en la adolescencia teníamos diferentes intereses no nos separamos hasta el día que Bogdan me informó de la muerte de ambos.

—Ahora para el mundo, la última de los Smirnov también está muerta. Vas a trabajar para mí, a menos que puedas conseguir cinco millones de euros para saldar la deuda de Demyan. Al menos tu esposo pensará que te asesinó.

—¿Qué? ¿Qué acabas de decir? No tengo dinero. ¿Cómo voy a pagar una deuda que no es mía? —pregunté al borde del llanto—. No es mi culpa que Demyan haya robado esa cantidad.

—No es mi problema. En unos días sabrás que tendrás que hacer para cubrir la deuda.

Pasaré toda la vida siendo una esclava de la mafia y aun así no llegaré a pagar ni un cinco por ciento del robo.

El Boss se marchó dejándome con el otro hombre que tomó la carpeta y desapareció, dejándome en la cama, sola, vacía y con ganas de llorar hasta perder la conciencia.

Escuché el click del candado y luego el sonido de sus pasos alejándose.

¿Cómo iba a pagar por algo que no fue mi culpa? Mi padre era el dueño de varias minas, pero nunca me interesó saber dónde estaban. No podía permitir que la mafia me ayude a abrir las alas para luego cortarlas.

Mi vejiga estaba a punto de estallar. Sentía que en cualquier momento me iba a orinar en la cama.

El estómago me rugía y dolía. No sabía cuánto tiempo llevaba encerrada en este lugar.

Escuché gritos y pasos acercándose, luego desaparecieron. Me levanté de la cama con prisa, tal vez esas personas volverían a pasar. Pasé la mano por mi abdomen, una extraña manera de calmar el dolor por el hambre y la urgencia de ir al baño.

—Necesito ir al baño, por favor —dije. Era asqueroso solo pensar en hacer mis necesidades en el lugar donde pasaría la mayor parte de mi vida. Nadie vino a ayudarme. Odiaba la soledad que me consumía, la muerte parecía una salida rápida, aunque le temiera.

Por un instante escuché la puerta abrirse. No lo imaginé. Una mujer tatuada entró con un plato de comida y una bolsa de plástico con algo de color negro.

—Aquí tienes, la comida del día y ropa limpia.

—¿Puedo ir al baño, por favor? Mi vejiga está a punto de estallar —la mujer hizo una mueca y miró alrededor de la habitación. Dejó la comida y la ropa sobre la cama y tomó unas esposas.

—Tendrás diez minutos para ducharte —dijo, colocándome las esposas. Me apresuré a agarrar el jabón y el cambio de ropa.

Al entrar al baño suspiré aliviada, al menos podría sentirme limpia por unas horas.

Hacía frío y el agua estaba helada, quizás caía nieve, no recordaba qué día era hoy. Me senté en el retrete para hacer mis necesidades. Solo tenía diez minutos para ducharme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.