ZHANNA SMIRNOVA
La noticia de que Marcos Falcone murió a manos de Dimak corría por toda la fortaleza. La mayoría de los hombres parecían felices por el golpe que se le dió a la mafia italiana.
Por otro lado, algunos no estaban y le reprochaban a Alek. La noticia hacía al menos una hora que se había esparcido.
Dimak seguía el rastro de Demyan y Fyodor, en el fondo sabía que esto no lo hacía por mí. Lo hacía porque ellos lo traicionaron. Nunca sería suficiente para ese hombre y, como fácil se metió en mi corazón, así debería sacarlo de mi interior.
—La mafia italiana comenzó con los ataques —dijo Alek poniéndose de pie delante de más de treinta hombres que no tenían ninguna objeción. Al menos quince no estaban de acuerdo con lo que había hecho—. El joven Falcone se debate entre la vida y la muerte en nuestro territorio. No sabemos por qué un miembro de la mafia italiana, el cual no pretendía atacarnos, salió herido, y no fue ninguno de nuestro círculo quien lo hizo. Ellos pretendían asesinarlo para culparnos a nosotros y que la guerra por fin explotara.
—Pero la guerra estallará con la muerte de Marcos Falcone —gritó uno de los que no estaban de acuerdo con la muerte del hombre. La situación estaba cada vez más tensa. Me puse de pie y me coloqué al lado de Jasha, quien colocó su mano en mi hombro y dio un leve apretón.
La puerta se abrió, dejando ver a Ruslan, Lev y Adeline. La última tenía un cuchillo en la mano izquierda y un arma en la mano derecha. Apreté con fuerza el arma que tenía debajo de la chaqueta, aún me preguntaba qué hacía en medio de todas estas personas que podían comenzar una guerra en tan solo cuestión de minutos.
—Marcos Falcone está muerto y no hay nada que se pueda hacer para cambiar la situación —dijo Lev al lado de Alek. Medía lo mismo que Alek, pero con complexión más delgada—. Mi hermano está controlando para que nada estalle antes de tiempo.
—Si estamos en guerra es por su culpa —dijo uno de los ancianos que normalmente solo juzgan, pero que no aportan nada a la situación.
Lev se volteó para mirarlo, aunque fuese el hombre más joven, podía ser bastante intimidante cuando se lo proponía. Sentí la presencia de Adelina. Su mirada estaba igual de perdida que hace dos noches, mirando hacia adelante a ningún lugar en específico.
—Estamos en guerra porque ellos fueron los que comenzaron a robar niñas rusas para sus negocios de trata de blancas o prostitución —recalcó Alek. El ambiente cada vez se volvía más angustiante.
El hombre bajó la cabeza y apretó los puños, en el fondo protegía la organización como lo hacían los demás.
—Estamos aquí para advertir lo que puede pasar en los próximos días. Dimak pronto regresará, mientras tanto, Jasha y yo estaremos a cargo de la organización.
Nadie dijo nada. Incluso las personas que no estaban felices con lo que pasó seguían calmadas, escuchando cada palabra de Alek.
La mayoría de los hombres comenzaron a retirarse cuando Alek dio la señal para que lo hicieran, dentro de la habitación quedamos Adeline, Jasha, Alek y Lev.
Por al menos dos horas entrenaría con Jasha, mentiría si dijese que no me intimidaba. Su piel bronceada cubierta de tatuajes y sus ojos oscuros como la noche podían intimidar a cualquier persona.
La tensión creció cuando Lev fue el siguiente en marcharse. La situación entre él y Adeline parecía decaer, y más con lo que ella dijo.
—A entrenar —dijo Jasha tomándome del brazo y halándome hacia afuera—. Con el arma escondida entre tus ropas no podrás defenderte si uno de los hombres que acaban de salir hubiese disparado hacia la dirección en la que estabas. No le temas a algo que te puede ayudar.
Asentí hacia su dirección, no debía temer. Tenía que ser letal si pensaba vivir por mucho tiempo en este lugar.
Llegamos y el olor a sudor nos envolvió. Algunos de los hombres entrenaban y otros simplemente vigilaban.
—Sube —la ropa que tenía era elástica, cómoda para defenderme.
Jasha se quitó la chaqueta de cuero negro y debajo de esta tenía al menos un arsenal de cuchillos, que brillaban bajo la luz de la lámpara.
Tras quitarse todo, subió y extendió la mano hacia mí. Le entregué el arma que fue lanzada y cayó en medio de la mesa.
El sonido de las botas al regresar me heló la sangre, lucía calmado, mientras que dentro de mí había una tormenta.
—¿Lista? —preguntó apoyándose contra las gruesas cuerdas.
Asentí con mis manos sudorosas, tenía que mejorar, ser útil, no un estorbo.
—Bien. Ataca.
Respiré hondo y avancé hacia Jasha. Traté de recordar las palabras clave, mantener el equilibrio. Cuando intenté golpearlo, Jasha se movió con facilidad esquivando mi pierna sin ningún esfuerzo.
Mi pie resbaló y casi caí de bruces.
—Demasiada fuerza para atacar, Zhanna. Así no durarás un minuto en una pelea cuerpo a cuerpo.
Asentí frustrada, pero no me iba a rendir.
—Otra vez —ordenó alejándose de mí—. Ponte esto.
Dijo pasándome una venda. El ajuste en mis nudillos.
—Bien. Dame uno directo.
Respiré hondo y lancé el golpe hacia su rostro. Mi puño se deslizó con más fuerza de la que se esperaba, aunque no fue para nada perfecto.
—Está mejor —dijo con sinceridad—. Pero sigue siendo torpe.
—Ahora ponte los guantes, vas a pelear conmigo —dijo lanzándome un par.
Los atrapé en el aire, cuando terminé de ponerme los míos, Jasha ya esperaba por mí con esa paciencia que lo caracterizaba. En ocasiones lo envidiaba, porque siempre mantenía la calma, como ocurrió Dahir dentro.
Nos colocamos en el centro del ring. Levanté los puños, lista para comenzar.
—No bajes la guardia —me advirtió antes de moverse—. Es hora de que recibas como mismo que das.
Jasha lanzó un golpe hacia mí. No me tomó desprevenida, me deslicé hacia un lado, esquivando su primer golpe, solo pude sentir el frío del guante que tocó mis mejillas.
#803 en Detective
#556 en Novela negra
#1236 en Joven Adulto
mafia rusa italiana, mafia rusa traición, mafia rusa enemigos
Editado: 01.10.2025