Pasé el resto de la noche encerrada en mi habitación, les dije que no tenía hambre y decidí no cenar. No pude dormir debido a los gritos de Antonhy y Jasper que decidieron hacer una pijamada en la sala para jugar videojuegos.
No podía creer que él estuviera aquí, ¿por qué tuvo que venir?
Me saludó animadamente cuando me vió, dedicándome su más radiante sonrisa mientras se acomodaba su sedoso y castaño cabello.
No se podía negar que Antonhy era completamente atractivo; tenía su perfecto cabello revuelto, ojos azules tan claros que te veías reflejado en ellos y una sonrisa tan perfecta que podrías robar un banco si él te lo ordenara. Su cara y cuerpo eran específicamente cimetricos. Y él lo sabía, por supuesto.
Estúpido presumido.
Quizá estaba siendo muy dura con él, pero lo merecía. Aunque debía admitir que no estaba de mal humor por su presencia, había otros motivos detrás de mi malestar...
Días previos al viaje tuve que lidiar con una noticia que no me esperaba para nada, así que el hecho de tener al amigo de mi hermano presente era la gota que derramó el vaso. Un vaso que ya venía bastante lleno.
Estaba cepillando mi larga cabellera color negro azabache cuando alguien llamó a la puerta, no sé por qué decidí ignorar el sonido y comencé a maquillarme, colocándome brillo labial y rimell en las pestañas.
— Niñita, sé que estás despierta...
Rodé los ojos al escuchar su voz y continué arreglándome. Pero al parecer, él no iba a desistir, porque comenzó a tocar la puerta cada vez más y más fuerte.
— ¿Qué quieres? ¡Déjame en paz! —grité abriendo la puerta bruscamente.
Él se quedó mirándome por unos segundos, se apoyó en el umbral de la puerta y sonrió de costado.
— Dijo el tío Leonard que bajes a desayunar...
— Okay, ahora voy —susurré e intenté cerrar la puerta. Pero su pie me detuvo.
— Lo siento, pero debo asegurarme de que bajes conmigo —dijo, encogiéndose de hombros— Órdenes son órdenes.
Resoplé, tomé mi teléfono y bajé hacia la sala. Él iba detrás de mí negando con la cabeza.
El desayuno transcurrió sin muchos problemas, le estaba dando vueltas a mi plato mientras escuchaba a la lejanía las voces de mi hermano y su amigo. Mi padre y Tom los miraban sonrientes, imagino que se sentían reflejados en ellos.
— Que mal que no pudiste venir antes este año —comentó Antonhy, dándole un mordisco a su manzana— Te perdiste el desfile y el desayuno con Santa Claus...
— Lo sé... —se lamentó Jasper.
— ¡Pero aún hay muchas cosas que pueden hacer! —dijo mi madre, sonriendo—. Pueden ir a patinar sobre hielo en Vieux Port, cuando eran niños les encantaba hacerlo.
— Es cierto —contestó Antonhy, y noté como su mirada se dirigía a mí—. Mi parte favorita era cuando Jules se caía sobre el hielo.
— No me caía, ustedes me empujaban, que es diferente —le contesté, evitando mirarlo.
— Jules... —dijo Tom— Creí que este año vendrías con tu novio, ¿cómo se llamaba?
Mi padre tosió al tomar su vaso de agua y mi madre se movió incomodamente en su silla.
Así que aquí vamos...
— Andy —contesté escuetamente—. Pero ya no somos novios, así que...
— Lo siento por eso —susurró alguien.
Cuando levanté la vista noté que lo había dicho el chico que tenía frente a mí. Sus palabras parecían sinceras, pero viniendo de él lo dudaba.
— Da igual —contesté, encogiéndome de hombros.
— Bueno... —comenzó mi abuelo, levantándose de su silla— Imagino que ya lo notaron, pero este año no tenemos pino de Navidad.
Inmediatamente todos miramos alrededor de la sala, tenía razón, el árbol no estaba. Estaba tan distraída que ni siquiera me había dado cuenta.
— ¡Y eso es porque queríamos esperarlos a ustedes para buscar el pino perfecto!
Mi madre aplaudió entusiasmada y mi padre le besó su mejilla mirándola con ternura.
— Así que todos tomen sus abrigos, vamos a salir...
Un buen rato después estábamos sobre la nieve, yo observaba mientras los demás buscaban el pino perfecto. Observé mi celular, tenía 10 llamadas perdidas de Andy.
Estaba revisando mi bandeja de entrada cuando mi teléfono se empapó de una bola blanca congelada.
— ¡¿Qué mierda haces?! —le grité a Antonhy mientras él se reía. Quite rápidamente la nieve de la pantalla guardando el teléfono en mi bolsillo y me acerqué a él para empujarlo.
— Tranquila, niñita —se rió él— Sólo estoy jugando...
— ¿No crees que estás demasiado mayor para hacer estupideces? ¡Madura ya!
— Ey, que tu estúpido novio te haya dejado no es mi culpa, no la pagues conmigo —contestó, alzando las manos en señal de rendición.
No le respondí, me limité a mirarlo con odio y me di la vuelta hacia la casa. Ya había tenido suficiente tiempo de calidad familiar.
Me duché y almorcé dentro de mi habitación, le envié mensajes a mi mejor amiga y me tomé algunas fotos. No pude evitar revisar mi bandeja de entrada, en la parte de contactos silenciados.
Tenía más de 29 mensajes de mi ex novio, algunos cortos, otros kilométricos. Pero todos ellos contenían las mismas dos palabras.
Lo siento...
Le respondí "pudrete" y decidí bloquear el contacto. Un problema menos.
Andrew y yo habíamos sido mejores amigos durante cuatro años hasta que finalmente, el año anterior habíamos decidido dar un paso más en nuestra relación y nos besamos. Una cosa llevo a la otra y meses más tarde estábamos de novios. Creía que había encontrado a mi alma gemela, teníamos tanto en común, nuestra relación se sentía como la de un cuento de hadas.
Claro que los cuentos de hadas no existen, o al menos yo nunca había leído un cuento de hadas en el que el príncipe engaña a la princesa.