Caperucito, ¿mi Amor Destinado? (completo)

Capítulo 45

 

Daniel.

 

 

— ¿Hola?—digo a quién sea que me esté llamando.

—Hijo, mi bebé...—solloza, es mi madre. Mis manos comienzan a sudar, se me parte el corazón escucharle así— bebé, ven a buscarme.

— ¿Estás bien mamá? Cálmate ¿sí? Dime dónde estás, ¿ok?

—Solo, ven solo...—solloza más fuerte, y me inquieta no saber si está bien. Siento voces, voces que discuten con ella— No lo olvides, ven solo, ni se te ocurra decirle a nadie que te han llamado, o si no, ella muere. —amenaza una voz de hombre.

—Qué mierda, ¿quién eres? ¿Porqué...—no me deja terminar, y habla muy cabreado, y los sollozos de mi madre se transforman en gritos desesperados. Y eso solo hace que mi desasosiego se eleve aún más.

—Ya lo sabes, vienes solo, o ella muere. Y créeme, no será nada bonito si sucede eso. —hace una pausa y cuando voy a hablar, él dice—la dirección será enviada por mensaje de texto, una vez que llegues allí te llamaré de nuevo, más te vale obedecer.

—Es...esta bien. Solo, no le hagas daño. —suplico, y escuchó más voces de fondo, seguido del llanto desesperado de mi madre. <<¡¿qué mierda le están haciendo?!>> Estoy desesperado, aprieto mi mano desocupada convirtiéndola en un puño, y la otra la aprieto contra mi móvil, pero me obligo a calmarme. Y en eso, escucho un grito de fondo, y la llamada se corta, dejándome con el corazón en la mano, mi respiración se corta, y un sudor frío baja por mi espina dorsal, pero la ira comienza a gobernar mi cuerpo poco a poco.
Alejo el móvil de mi oído, bajándolo lentamente queriendo estrangular al alguien.

Camino de un lado a otro, los nervios, la rabia y la impotencia por no poder protegerla me quieren consumir, la espera por ese jodido mensaje me está matando, esto hasta que el timbre de un nuevo mensaje entrante parpadea en la pantalla de mi móvil. Mis dedos se deslizan sobre la pantalla con rapidez, y hay esta, la dirección y la hora. Corro a la habitación para prepárarme, lo que por cierto hago en tiempo record.

Cielo ha ido con su padre y el mío en busca de mi madre, pero antes de irse me ha pedido que me quedara en la manada ya que es muy peligroso salir.<<Lo siento amor, pero no podré hacerlo>> Es imposible quedarme quieto si mi madre está en peligro.

Salgo de la casa y el frío de la tarde me golpea con fuerza en la cara, me dirijo a mi Ferrari, inserto la llave y entro. La ansiedad y la ira recorren mi cuerpo <<solo espero que ella este bien>>

Enciendo el auto y me marcho. Conduzco hasta los grandes e imponentes portones de acero, y pido que los abran, pero no quieren, me dicen que es una mala idea que salga solo con el peligro que hay afuera de estos, <<Y si soy sincero, hasta yo en el fondo pienso que es una mala idea>> pero no me doy por vencido e invento una excusa, les digo que Cielo me espera a unos kilómetros de la manada, que no hay peligro. Sabía muy bien que al nombrarla nadie me prohibiría salir, sobretodo porque saben que soy su pareja. <<Siento tanto utilizar su nombre en una mentira, pero tengo que hacerlo, tengo que llegar a mi madre, no puedo dejarla morir>>.

Una vez afuera, manejo pisando el acelerador a fondo, y en unos treinta minutos llegó a donde me han indicado. <<Sé que puede sonar absurdo y suicida ir solo, aun cuando mi instinto grita que es una trampa, pero es mi madre, y por ella no me importa arriesgarme si la salvo>>.

Detengo mi bebé y bajo con cuidado, observo a mí alrededor, arboles, estacionamiento, y por lo que se ve ni un alma a la vista. Barro con mi mirada cada sitio a mí alrededor de nuevo, alguien me observa, lo siento, pero solo se escucha el ruido de la música Rock is Dead de Marilyn Manson, que se escapa por la puerta entreabierta del bar <<Genial, la parte de estas más muerto que muerto, susto es lo único en tu cabeza, es irónicamente genial>>.

Cierro la puerta de mi bebé, y a paso lento me acerco a la puerta del bar. Mi corazón golpea con fuerza contra mis costillas, estiro mi mano derecha para sacudir mi pantalón, como si sacara alguna pelusa, aunque es solo una actuación para estar seguro que el objeto que llevo escondido está allí. Está bien escondida, me he asegurado de ello, y sí, allí dentro de mi pantalón, metida en un móvil falso, la pequeña pero mortífera daga, aguarda su momento.

Sigo caminando alerta a un posible acercamiento, mis ojos no dejan de disiparse en todas direcciones con precaución, y es entonces, justo antes de entrar al bar, que lo diviso.

— ¿Has venido? —parece sorprendido, mi estómago se revuelve. La decepción y desconfianza comienza a calar hondo con respecto a su presencia aquí— No debiste hacerlo chico, ¿sabías que podía ser una trampa?

— Sí, lo que no sé es, ¿Qué haces aquí?—pregunto calmado sin mostrar mi sospecha, ni mi desconcierto por ello. Le resto importancia a sus palabras, muy desconfiado y dolido.

—Lo mismo que tú. —responde, y me mira fijamente achicando los ojos, y sé lo que hace, trata de leer mis movimientos, o algún indicio de lo que pienso. Es muy bueno en eso, pero se olvida que también le conozco— es extraño, las pistas me guiaron aquí...—no le creo ni mierda, de repente mi IPhone vibra en mi bolsillo, lo saco y contesto la llamada.




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