Cielo.
Mientras me dirijo hacia la cueva del mal nacido de Niam acompañada de algunos de la manada, y seguida de lejos por el equipo del padre de Mi Daniel, me tropiezo con mi tío. Está un poco herido pero gracias a Dios bien, le digo que regrese junto a alguno de los muchachos a la manada, pero se niega, y ofrece a acompañarme, acepto aunque me preocupan sus heridas.
Mientras va a mi lado olfateo un olor extraño, que para sorpresa mía, proviene de él. Es indetectable para cualquiera de la manada pero yo, yo no soy como todos. Mi instinto me dice que no baje la guardia con él, ya que algo no está bien, mientras otra parte la mas confiada, me dice que no me preocupe porque mi tío no me hará daño, y mi instinto testarudo se abre paso a traves de mi confianza para crear una leve sospecha, y no la alejo totalmente, aunque a simple vista parezca absurdo, debo hacer caso a mis instintos.
Cuando llegamos al lugar donde Niam tiene a mi destinado, les hablo a los chicos mentalmente.
—Atentos, que ya hemos llegado.— bien dicen que las apariencias engañan, a simple vista parece una cueva pero es solo una fachada, pronuncio unas palabras que he aprendido a usar gracias a mi nuevo poder, y zaz delante de nosotros aparece un Castillo grande y tenebroso. Seguimos en silencio pero con cuidado, mi padre va con Derek y su equipo, pero también nos monitorean desde la manada, nos acercamos por fin a las puertas del Castillo y entramos.
Mi tío y yo nos vamos por unos túneles que parecen llegar al interior del Castillo, los demás se van por diferentes partes, caminamos rápido y con precaución, al final del túnel llegamos al interior de una celda. No puedo creer que todo haya sido tan fácil, nada es fácil, y menos con el hibrido Niam. Entramos, y siento un fuerte golpe en la parte de atrás de mi cabeza, me doy la vuelta.<<Sabía que todo era demasiado fácil, sin obstáculos, nada >>
—No, no puede ser... —digo un poco mareada, intenta golpearme de nuevo, pero lo esquivo, mi corazón esta a mil, mi cabeza no lo logra entender.
— ¡¿Por qué?! —balbuceo la pregunta visiblemente herida, traicionada.
— ¡Calla, sólo defiéndete! —ruge, sus ojos se han vuelto completamente negros. Trato de golpearlo pero igual me esquiva, y así seguimos por un largo rato.
— ¡No puedo! Eres mi sangre, ¡¿por qué lo haces?! — sonríe, y no es una sonrisa cualquiera, es aquella que me daba para animarme, entonces bajo la guardia estúpidamente esperanzada, él se acerca.
—Tienes razón, eres mi sangre, sólo te estaba probando... nunca te dañaría pequeña.
—Entonces, ¿era una prueba? —esto no termina de convencerme, pero muy en el fondo quiero creer que todo lo que dice es verdad.
— ¡Por supuesto! ¿Qué creías? —se acerca a abrazarme, y lo dejo suspirando, espero estar equivocada. Trato de aliviar un poco la tensión con este abrazo, por un momento pensé que él era un traidor. Y vuelve esa voz que me advierte que me aleje de él, yo trato de no escucharla, creyendo erróneamente que él no me hará daño, y por esa estúpida esperanza es que me doy cuenta tarde del porque siento un dolor punzante en mi costado izquierdo. Sorprendida toco con mi mano dónde él tiene su mano, justo allí donde me duele, la sensación de algo líquido deslizándose es el último aviso de lo que ha pasado, saco mi mano de allí y la miro allí donde el sujeta con firmeza un puñal, <<¡Es sangre! ¿tan ciega y confiada estaba con mis equivocadas esperanzas con respecto a él? >>
—Te quiero mucho pequeña, pero a ella la quiero más. Debía hacerlo, y no soy tu sangre. Tu padre no es mi hermano, yo solo fui a alguien a quienes tus abuelos adoptaron cuando era un niño. Mi madre era una bruja y mi padre un lobo, murieron, yo huyendo de mi manada cuando me topé con tus abuelos. Nunca nadie supo que era híbrido, y eso fue gracias a mi madre, ella era una de las más poderosas, y yo soy el último de su linaje. Por eso nunca me descubrieron. Yo mismo no lo supe hasta que tuve poco más de 22 años de edad, espero que no me odies pequeña. —me susurra en el oído, mientras me abraza todavía más fuerte retorciendo el puñal en mi costado sacándolo por fin. Trato de formular alguna palabra pero nada sale de mi boca, solo la abro y la cierro, el dolor atraviesa mucho más profundamente mi costado. Lo miro a los ojos y veo su intención de volver a repetir su hazaña, pero antes de que me apuñale de nuevo, me alejo de él, la sangre no deja de correr, sé que el daño fue profundo, lo malo el puñal, no, no es un puñal, es una daga, la misma que tenía mi amado en su casa,<<¡Es la daga de plata de Daniel!>> abro los ojos de sobremanera sorprendida, no pudiendo apartar os ojos de aquel objeto, de donde puedo ver que gotea sangre.<< Es de plata, y eso para mí, no es una buena noticia>>.
—No, no... esa daga es… —muevo mi cabeza sin poder creerlo, miles de cosas pasan por mi cabeza en segundos.
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Editado: 20.03.2023