Caperucito, ¿mi Amor Destinado? (completo)

Capítulo 51

 

Capítulo 51

 

-Cielo-

 

 

 

Esta abrazando a una mujer de una forma tan protectora y desconsolada.

¡Es su madre!

Corro a su lado.

Ella yace muerta entre sus brazos. Acerco mi hocico a su cara, y me acomodo protectoramente junto a él, instintivamente recuesta su cabeza en mí sin soltar a esa bella mujer, me duele tanto por él. Mi amado adoraba y amaba a su madre, era una mujer increíble.

Alejo mi mirada de su adolorido rostro y miro a quienes están a nuestro alrededor.

Hay varios de la manada, su hermana está siendo sostenida y reconfortada por Adam, me acerco mucho más a Mi Destinado, quiero que me sienta lo más cerca posible. Él está sufriendo y yo no sé cómo hacer para que no le duela tanto, le amo, y verlo así me destroza. Él es mi alma, mi todo. Sus lágrimas corren por su rostro.

Si tan solo pudiera calamar su sufrimiento, pero sé que es imposible, la pérdida de su madre es algo irreparable, y el dolor no pasara de la noche a la mañana, esto es algo que el tiempo calma, y la ausencia se hace menos dolorosa, pero jamás se olvida. Paso mi hocico por su rostro, como una caricia para tratar de reconfortarle.

Un olor llega a mí, olfateo y miro en la dirección de ese olor tan conocido para mí. A unos tres metros del cuerpo de Lucía, lo veo, es mi no-tío muerto, mi padre no quitaba la vista de él.

Me alejo de Mi Daniel y tomo el control de mi cuerpo volviendo a ser Cielo, mi ropa no desaparecía como les pasaba a otros lobos, por lo que no tuve que ocultarme para transformarme.

Vuelvo al lado de Mi destinado, lo abrazo, pero al instante, él se encoge de dolor, mis ojos van a su espalda, suelto un gruñido bajo, que no puedo controlar. Tomo el rostro de Mi Daniel y lo vuelvo para que me mire. Sus ojos se abren apenas, están enrojecidos de tanto llorar, el olor a sangre inunda mi nariz, es su sangre. Las ganas de matar a quien sea que lo haya dañado me recorren entera, no pude protegerlo, y la frustración es como un golpe en la cara.


—Te amo... —le susurro a punto de perder el control, quiero llevármelo de aquí a un lugar donde nadie puede dañarlo, maldición, el dolor me invade, y una lagrimas caen por mi rostro, tengo que calmarme, ser su fuerza, y de nada sirve si me derrumbo, entonces continuo y le digo— Te podría mentir y decirte que pasara, pero no es así. Al principio la extrañaras a menudo, y luego la recordarás en la misma fecha, cada año, pero sabes, con el paso del tiempo te acostumbraras a convivir con el dolor de haberla perdido, porque ella es especial, siempre le amaras, eso no cambiara. Lo importante es que guardes sus recuerdos más bellos como un tesoro aquí-apunto a su pecho- donde duele justo ahora, en tu corazón. Yo haré lo mismo. Oliver, mi tío, ha muerto, y a pesar de todo, yo le amaba casi como a un padre. Yo que aún no lo puedo creer, pero, te tengo a ti, y aunque sus partidas duelen demasiado ahora. y no hay palabras para que el dolor desaparezca, piensa que ellos están en un lugar mejor. Y nosotros, estamos aquí, y estamos juntos. Tu dolor es mi dolor. Sé que tal vez esto no te consuela, pero sabes que no te diría una mentira, ni siquiera por tu bien, y lo siento por ser así, pero te amo demasiado para consolarte con mentiras, yo creo que es mejor que veas la realidad, es la única manera de salir adelante. Con el cariño de los que te quieren, con el cariño de los que aún están vivos,
Los que están ahí para ti... los que te aman. —beso su mejilla—Te amo, y sé que el dolor que siento por el tuyo, no es ni de cerca como el que tu sientes, como ya dije, no se ira de inmediato, pero haré lo posible para que sea soportable para ambos. Con el tiempo poco a poco cariño. —un suspiro entrecortado sale de mis labios, sé que mis palabras son inútiles, pero tal vez ayuden. Él se calma y suspira apoyándose en mí, miro a mi tío que yace en un charco de sangre. Y pensar que el hombre inmóvil e inerte a unos pocos metros más allá, fue para mí como un padre. Un nudo en mi garganta apenas si me permite hablar, pero lo hago, mi voz ahora es un poco ronca — Nunca dejaremos de amarlos, porque estarán siempre en nuestros corazones. Las cosas buenas prevalecen ante las malas, no olvidaremos lo bueno, Hayan o no cometido errores, guardaremos en nuestras memorias lo mejor de ellos... — incapaz de contenerme por completo, gruesas lágrimas caen aliviando y anudando mi respiración. Y es imposible no notar que todos los presentes están sintiendo el dolor que nos enlutaba en este momento, en este día. Una gran mujer y un gran hombre se han ido. Cometieron errores, sí, pero quién no.

Allá donde vayan serán juzgados, por suerte no por mí.


Mi Daniel me atrae hacia él, mis hombros tiemblan y me aferro a él con mucho cuidado de no dañarlo. Con una de sus manos levanta mi mentón y acerca sus labios a los míos, dándome un casto beso, juntando nuestras frentes, me mira a los ojos.


—Te amo Cielo, y no te imaginas cuánto te necesito, si te perdiera a ti también, no podría soportarlo... Te amo. Gracias por estar aquí, por tus palabras, ellos no volverán, lo sé, me estoy muriendo de dolor, y si no fuera por ti, moriría... —susurra estremeciéndose, me acerca más a él besando mi cabeza, y llora, ambos lloramos, es desgarrador este sentimiento, su dolor, mi dolor, ambos sentimos lo que el otro siente.
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.