En unas Islas tropicales, llena de playas, una pequeña cueva repleta de dibujos de cuatro muchachos, se encontraba una pelirroja de cabellos cortos con ropas rosas que cuidaba de la pequeña Hoshi, que tenía los ojos cerrados y llevaba sus ropas azules y beige, postrada sobre una cama de hojas de palmeras. La pequeña parecía tranquila, había sido llenada de pequeños regalos como peluches y juguetes. Sin embargo, eso no servía para que la niña abriera los ojos, pues su corazón estaba roto. La mayor dio un suspiro profundo, acarició el cabello de la pequeña con cuidado, entonces, al lado de la pequeña mano izquierda de su amiga, dejó unas conchas que había recogido en la playa.
—Hoshi —la llamó, con la pequeña esperanza de que su amiga abriera los ojos, pero sabía que eso era imposible—... ¿Recuerdas cuando te enseñe a hacer un collar con conchas? Tenías 6 años... En ese entonces siempre estabas detrás de Sora, no eras capaz de separarte de él ni si quiera solo un milímetro, te ponías a llorar y él tampoco era de gran ayuda, te hacía caso —río con nostalgia, observando el rostro dormido de su amiga—... Ese día me vistes recogiendo conchas en la playa, te acercaste a mi con mucha timidez y me preguntaste que estaba haciendo, tenías los ojos llenos de curiosidad y no parabas de mirar las caracolas. Cuando te respondí, tu cara se sorprendió más, y te pregunté si querías acompañarme. Recuerdo que al principio tenías miedo, pero al final aceptaste y te enseñe, te costó mucho y recuerdo que lloraste también porque te costaba, pero al final pudiste hacer una y la tarde se pasó volando —una lágrima cayó por la mejilla de la pelirroja, agarrando así la mano de su amiga—... Te las he traído para que, cuando despiertes, hagamos una otra vez, las dos juntas y cuando vuelvan Riku y Sora, se la enseñaremos, ¿vale?
Entonces, las lágrimas se apoderaron de la chica de ojos azules, observando con sumo dolor el estado de la hermana de su pareja y al mismo tiempo su mejor amiga. Ella la conocía desde el primer día que llegó a las Islas del Destinó, cuando apenas ella era una bebé y la había visto crecer en las mismas playas de ese mundo y ahora estaba dormida en esa misma cueva donde el grupo había fortalecido su amistad, por culpa de unos miedos que ella misma podía haber calmado.
—Por favor, Hoshi, despierta —se seco las lágrimas, sin dejar de soltar la mano de la niña—... Cuando Sora vuelva, tiene que ver que estas bien...
No dijo nada más, quedando sumida en sus pensamientos, recordando como la niña estaba en los brazos de su hermano mientras esté lloraba de rabia. Riku acercándose a lo lejos, deteniendo su paso con un rostro lleno de horror al ver tan triste imagen. Solamente quedó unirse a la escena, Kairi y Sora llorando por la pérdida, mientras que el mayor de los cuatro solamente podía fruncir el ceño con tristeza, porque no se habían percatado de que ella, de los cuatro, era la que más asustada estaba en ese momento. Pero ya no podía hacer nada, solo le quedaba esperar a que ella despertará al mismo tiempo que esperaba a sus otros dos amigos. A veces se volvía cansino y frustrante, pero no podía dejar a la niña sola, se sentiría más culpable si lo hiciera.
—Creo que ya es la hora del cuento —dijo para despertar ella misma de sus pensamientos, hablando a la niña—... Como se que te encantan los conejos, te contaré la historia de uno.
<<Erase una vez, un conejo perdido y asustadizo que se topo con una joven zorro. Al principio el pequeño animal no se fiaba del cazador, pero al ver que no había malas intenciones, ambas se hicieron amigas. El zorro protegía al conejo de los peligrosos carnívoros y ambos dormían en la misma madriguera. Ambas eran felices en su bosque.
<<Pero un día, el pequeño conejo desapareció. El zorro salió en su busca al instante de notar la ausencia de este. Primero se topó con el ciervo, le preguntó dónde estaba, a lo cual este respondió:
—Creo que fue a buscar comida al norte.
<<Y el zorro fue de inmediato al norte, llegando a la montaña. Allí se encontró al oso, al cual le preguntó el paradero de su amiguita. Este respondió:
—Creo que fue al sur a ver las flores.
<<Y con esas indicaciones, bajo al sur, pero de nuevo no encontró a su amigo el conejo. Allí vio a la liebre, a la cual le preguntó el paradero del pequeño animal.
—Creo que fue al este a beber agua, pero ten mucho cuidado, pues por allí anda el lobo y si tu amigo es divisado por este, ya será demasiado tarde.
<<Y así, más rápido que antes, fue en busca de su pequeña amiga. Llegó al este, su compañera de madriguera tampoco estaba allí. Se temía lo peor, entonces, apareció el lobo y, con suma seriedad, miro a la joven zorra.
—Tú amiga no está aquí. No me la he comido yo, no, se la ha llevado el hombre en una jaula.
<<Esas palabras devastaron al animal, pues no esperaba esa respuesta. Tuvo que volver a su madriguera con tristeza, esperando que algún día, su pequeña amiga volviera.>>
Y con ese final, Kairi miró a la niña. No había abierto los ojos. Se levantó despacio, como si fuera posible perturbar el sueño de la menor. Le dio un beso de buenas noches en la frente y la miró con tristeza.
—Que descanses Hoshi —y con esas palabras, la pelirroja salió de la cueva—.
Volviendo con Haru, tras el golpe de shock, Merlín le explicó que Hoshi tenía el corazón roto y debido a ello, ella estaba sumida a un letargo sueño del cual se desconoce cuanto podría durar. Mientras esto le era explicado, ya algunas cosas en la mente del pelirrojo comenzaron a cobrar sentido, sobre todo el sueño de la pequeña, el de volver a su casa. Ella deseaba despertar y ver a sus amigos y familia. Tras que Merlín terminase de hablar, el chico de levantó de su asiento y, con una mirada decidida, habló:
—Tengo que volver para ayudar a Hoshi a despertar —respondió el muchacho—... Ella está viajando entre los sueños de las personas para que estas no caigan en sus pesadillas con el poder del despertar —Merlín se quedó atónito ante esas palabras—.