Capitán Spondylus. Una gran amenaza

CAPITAN SPONDYLUS: UNA GRAN AMENAZA

Gabino abrió los ojos y se vio en medio de un mar interminable de ruinas y estructuras esqueléticas de cemento y metal. En el aire se dejaba sentir un olor penetrante a azufre, a cloro, a amonio, … a muerte. Caminó un largo trecho en medio de un sol canicular, le pareció raro no sentir humedad en el ambiente. Su ropa y piel ni siquiera estaban bañadas en su sudor. El calor era tal que se había evaporado todo resquicio de agua y él mismo se sentía agotado y deshidratado. Al ver las primeras ruinas pensó que estaba en el mundo de Sarani Aullón, de Udoni Lodor, de Fabala Raba. Pero luego vio antenas repetidoras de TV y de celulares, cableado eléctrico y telefónico, vehículos abandonados ya en forma de chatarra, un cartel destruido de Coca Cola; donde alguna vez hubo ciudades, parques, industrias, … vida, ahora sólo se veía eso. Recién entonces entendió que estaba en la Tierra. Una punzada en el corazón por la angustia que le produjo ese paisaje apocalíptico lo hizo encorvarse. Quiso llorar de coraje por no haber cumplido la misión encargada por su Mamá Julia, pero no afloró lágrima alguna en sus enrojecidos ojos por la deshidratación de su cuerpo. “Mamá Julia. Te fallé. Les fallé a los míos. Perdóname.” Invocó a Sarani Aullón para disculparse por no haber sido digno del sacrificado desprendimiento de la anciana alienígena cuando le otorgó sus poderes. La figura familiar iluminó al joven quien levantó su cabeza con una sonrisa apagada por la vergüenza. “Tranquilo, mi pequeño Gabino. Aún no le has fallado a nadie. Hasta ahora haz hecho como esperaba de ti, pues no me equivoqué al haberte transmitido nuestras cualidades. Tus compañeros han sido el complemento perfecto para la labor que aceptaste de salvar a tu mundo, se haya ido cumpliendo lento, despacio, pero seguro y constante. La educación y el aprendizaje nunca son rápidos, pero dejan raíces profundas y sólidas que aseguran que los árboles crezcan altos y fuertes, difíciles de derribar. Además, esto que ves y que te atormenta, aún no ocurre y deben hacer su mejor esfuerzo para evitarlo.” La tranquilidad regresó poco a poco al semblante de Gabino; volvía a erguirse con dignidad y contempló junto a Sarani Aullón los restos de lo que alguna vez fue una ciudad, con habitantes, niños, jóvenes, viejos, mascotas, árboles, trabajo, progreso, desperdicios, residuos, ruido, polución … Gabino recordó imágenes de películas postapocalípticas vistas siendo niño: desde El Planeta de Los Simios con Charlton Heston y toda su secuela, Mad Max y sus continuaciones, Terminator y similares, 12 Monos con Bruce Willis y Brad Pitt, hasta El Libro de Eli con Denzel Washington. En todas, el culpable había sido el ser humano; sea con bombas atómicas, sea con armas bioquímicas o virales. En todas la lucha de los sobrevivientes era por el combustible o por el agua. Pero aquí no se veía ninguna forma de vida; ni siquiera plantas o insectos. Gabino siempre escuchó en broma y en serio, que después de un ataque nuclear solo sobrevivirían las cucarachas, pero en este dantesco cuadro no se sentía la presencia de forma de vida alguna. “Esta vez parece que los humanos llegamos al límite”, pensó Gabino. “No, mi pequeño. Aún incluso los tuyos no serían capaces de tanta destrucción. Algo o alguien se llevó toda forma de vida en poco tiempo. ¿Aprecias el ambiente seco? ¿Percibes la ausencia de agua? Los humanos no pueden hacer desaparecer los mares y océanos. Algo más peligroso lo hará o ya lo está haciendo. Deben investigar la razón, identificar al causante y tratar de detenerlo, pues esto anula la esperanza de vida en tu planeta de una manera inimaginable, si no estuvieran ustedes para defenderlo.

Gabino aguzó su oído y escuchó muy débilmente un susurro casi apagado; empezó a caminar a paso rápido hacia donde se originaba. En el camino vio la máscara raída de Picudo Boy y bajo unos escombros una mano como única parte visible del chico. Iba a empezar a sacarlo de entre las ruinas, cuando volvió a escuchar ese gemido que recién reconocía. “Estrella, ¿dónde estás?, resiste. Ya te ayudo”. Corrió hacia una estructura derruida y levantó algunos paneles debajo de los cuales estaba la pelirroja desfallecida. Apartó su frondosa cabellera roja de su ensangrentado rostro y trató de limpiarlo del polvo que la cubría. La chica apenas respiraba. “Capitán, es demasiado poderoso. No pudimos resistir su fuerza, su energía. Udoni Lodor me defendió un par de veces antes de caer. Tuvo la valentía que yo nunca podré demostrarles.” Gabino apenas alcanzó a tomar su mano antes que la chica exhalara su último suspiro. Finalmente una furtiva lágrima rodó por su mejilla. Esa sensación de humedad lo sacó de su pesadilla. Al despertar estaba bañado en sudor. Su ropa, la sábana, el colchón, todo estaba empapado. En los últimos días se había advertido de manera preocupante una ola de calor a nivel regional, y que según reportes que estaban siendo materia de discusión al más alto nivel académico e incluso ya de gobiernos, no tenía una razón o motivo aún identificado. Sin embargo, esta afectación climática tenía repercusiones que se estaban dejando ver y sentir. Se informaban de cardúmenes muertos en orillas, ballenas varadas, migración de especies marinas y voladoras buscando aguas frías, corrientes y marejadas que hundieron embarcaciones pequeñas y arrasaron aldeas y comunas ubicadas muy cerca del mar; incluso se temía marejadas en costas pobladas. Prendió el TV mientras sacaba la sábana y dejaba al descubierto el colchón para que se seque y luego se fue a duchar. Las noticias usuales sobre crímenes y corrupción en las esferas gubernamentales habían dado paso ahora a flashes continuos sobre accidentes provocados por este fenómeno climático sin antecedentes previos en esta época del año y en estas regiones. La noticia del momento era un desprendimiento en uno de los nevados del país, como consecuencia del deshielo en una de sus laderas; toda esa nieve derretida fue rodando y provocando una avalancha que arrasó una comuna pequeña y provocó un derrumbe en una carretera principal, con la correspondiente cuota de víctimas mortales. Terminó de bañarse y vestirse mientras pensaba en su mal sueño. Todo se sintió tan real, tan terriblemente real. El recuerdo de las ruinas y la sensación de muerte por doquier lo hizo estremecerse casi sin control. Recordó las palabras de Fabala Raba: “Es demasiado poderoso. No pudimos resistir su fuerza, su energía” Ni siquiera con la ayuda de Udoni Lodor pudieron enfrentarlo de manera efectiva. Luego recordó las palabras de Mamá Julia en su pesadilla: “¿Sientes el ambiente seco? ¿Percibes la ausencia de agua? Los humanos no pueden hacer desaparecer los mares y océanos. Algo más peligroso lo hará o ya lo está haciendo”. ¿Estaría todo relacionado? Los humanos siempre buscan un qué en la explicación de lo inexplicable. Sarani Aullón dijo “algo o alguien lo está haciendo”. Aún si fuera humano ese alguien, no tendría el poder por sí mismo de generar tanta destrucción o ese nivel de afectación climática que se estaba viendo ya a nivel regional y eventualmente a nivel global. Pero Gabino era un testimonio viviente de que en el Universo, los humanos no están solos, y que en un mundo del cual él mismo aún no sabía mucho, había una especie poderosa, con seres con acceso a tecnología y conocimiento años luz más avanzados que los de la Tierra.




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