Capítulo 4: Miradas Intensas
Seguía mirándolo fijamente, en otro momento hubiese sentido vergüenza, pero en ese caso no, pues él la miraba con la misma intensidad. Estaban en una guerra de miradas. Ninguno de los dos quería perder.
«¿Qué diablos estás haciendo Ariel?» Se cuestionó. Pues, mirar a un chico guapísimo, se respondió a sí misma.
Bastián tomó a su hermano del brazo y lo hizo caminar sin decir ni una sola palabra. Ariel no entendía su forma de actuar, porque no era ni educado, no en su presencia.
¿Qué había hecho mal?
Apenas salieron dejo escapar el aire que estaba reteniendo.
—¡Auch! ¿A que ha venido eso? —preguntó.
—Ricardo te espera en la oficina —dice Mónica viendo como Ariel terminaba de acomodar las galletas de un pedido en una caja. Listas para enviar. Al salir de la cocina Ariel se acercó a un espejo y quitó el delantal. Hizo una mueca al ver su reflejo, sin duda no era su mejor fachada, iba caminando a la oficina de Ricardo a ver que quería decirle esta vez.
—Ricardo. No pienso seguir tolerando tus... —entró a la oficina dando su discurso, estaba ya cansada, furiosa de que criticara todo su trabajo. Se vio interrumpida por un pecho que estaba segura no era el de Ricardo.
El pecho es duro, una adrenalina y miedo corrió por sus venas. Ariel respiró profundo y levantó la mirada topándose con una media sonrisa y unos ojos grises que la perforaban.
—Cinco euros por una palabra mía —soltó el hombre dejándola con la boca abierta y sin palabras.
Ariel no sabía exactamente por qué. Pero estaba furiosa. Él las escuchó, por eso no llegó a dirigirles ni una palabra. Sus mejillas se tornaron roja y Bastián soltó una carcajada. Era demasiado tierna.
Ella lo miraba furiosa y cruzada de brazos, él a ella con diversión.
«¡Pero será imbécil!» pensó ella mordiéndose la mejilla. Seguro quería reírse de ella.
—¿Y qué tal el cappuccino? ¿Te gustó? ¿Qué opinas de la atención de nuestro bar? —soltó con rapidez intentando romper el silencio, pero él no dejaba de mirarla.
—Nunca me llegó el pedido que ordené —dijo de pronto dejándola pensativa.
—¿Y cuál ha sido ese pedido? ¿Aún lo quieres? — preguntó mordazmente, lo que provocó que la observara con más diversión.
—Mantengo el deseo de mi primera elección —susurró con voz ronca y ella sintió un escalofrío recorrer sus nervios.
¿Estaba de broma? pensó, pero entonces ¿Por qué lo veía cada vez más cerca?
—Esto es violación a la privacidad, podría considerarse un secuestro —exclamó de pronto haciéndolo soltar una carcajada.
—¿Me vas a denunciar? —preguntó sin dejar de sonreír.
—Puedo...
—Pero no lo harás —aseguró tomando su cintura —eres mi nueva socia —expuso y ella abrió los ojos como platos.
El mundo. La genética debía prohibir que hombres como él fueran portadores de una voz así.
—¿Quieres decir que adquiriste las acciones de Ricardo? —preguntó y él asintió. Ariel se soltó de su agarre, empezando a caminar de un lado a otro. Estar rodeada por sus brazos en una posición tan íntima no había sido para nada incómodo. ¿Qué estaba sucediendo con ella?
¿Por qué diablos nadie le dijo que Ricardo vendería sus acciones de Parisi? Al fin ese hombre dejaría de fastidiarla. Era un dolor en el trasero desde que había decidido manejar el café.
En todo su recorrido de ida y vuelta mientras analizaba la situación Bastián la observaba intrigado, divertido y con un sin fin de pensamientos. Por alguna razón no había logrado sacarla de sus pensamientos, desde que probó aquel cappuccino quiso felicitarla, decirle algo, pero se aguantó al escuchar la apuesta. Sería divertido sorprenderla después. Sabía perfectamente que la adquisición del otro cincuenta por ciento de las acciones del café sería una grata sorpresa para ella.
Con aquel cappuccino había cambiado su vida. Esperaba que algún día ella lo supiera.
De pronto Ariel se detuvo y lo miró.
—Trabajaremos juntos —susurró sin emoción alguna, él inmediatamente se tensó.
—No del todo, pero he decidido ayudar estas navidades, dejaré a una persona a mi cargo en los siguientes meses —eso captó la atención de Ariel —espero, aunque me lleve tiempo, recibir mi pedido —dijo guiñándole el ojo.
—Es una pena que no vayas a conseguirlo —respondió firme. Podía ser muy atractivo, pero era otro dolor en el trasero, Jamás de los jamases podía llegar a relacionarse con un ser tan creído. ¿Por qué diablos su madre no firmaba con un socio de su agrado?
Bastián se inclinó y la miró con una expresión voraz ¡Que arrogante! Pensó Ariel poniendo los ojos en blanco a la vez que daba un paso atrás mientras él se acercaba hasta tenerla acorralada.
Ninguno de los dos se movió de su posición, era como una lucha de miradas, de palabras, como si estuvieran compitiendo, por ver quién era más firme en su decisión.
Y Ariel se negaba a perder al igual que Bastián.
Sin expresarlo ambos habían apostado por sí mismo. Por no dejarse caer.
Pero era demasiado tarde.
Bastián estaba loco por ella.
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Hola hola soles ¿como estan?
la quimica esta muy intensa en estos capítulos y ustedes ¿que dicen?