CAPÍTULO 8: RECUERDOS
Ariel terminó su chocolate caliente y miró el reloj.
—Será mejor que me vaya, mañana quiero estar fresca por si… —hizo una pausa dramática— me decido a responderle.
Jonny sonrió y se puso de pie.
—Vamos, te acompaño. No confío en que camines sola con la cabeza en las nubes pensando en “Bastián-el-misterioso”.
—Exagerado —replicó ella, aunque aceptó de buena gana.
Salieron del café, y el aire frío de diciembre los envolvió. Ariel se subió la bufanda hasta la nariz mientras Jonny metía las manos en los bolsillos.
—¿Sabes qué estaba pensando? —dijo él, mirando de reojo.
—¿Que soy un caso perdido?
—Eso ya lo sé —rio—. No, digo… que todavía me impresiona cómo terminamos siendo amigos.
Ariel sonrió con ternura.
—Bueno, la mitad de mi vida la pasé en Venezuela. Allá estaba papá, mi escuela, mis primos… Entonces apareciste tú, con esa bicicleta roja que parecía sacada de una caricatura.
Jonny fingió indignación.
—¡Era una bicicleta genial! gracias a ella te salvé de llegar tarde a clases mil veces.
—Sí, pero también gracias a ella me caí como tres veces. —Ariel se rio, cubriéndose la cara con las manos.
Caminaron unos pasos en silencio, compartiendo el recuerdo.
—Me alegra que, a pesar de todo, termináramos aquí —murmuró Ariel—. Tú en Italia por cosas de la vida, yo siguiendo a mamá… y, aun así, seguimos siendo nosotros.
Jonny le pasó un brazo por los hombros con gesto fraternal.
—Porque tú eres familia, Copito. No importa si estamos en Anzoátegui, Caracas, Roma o en la luna, siempre vas a ser mi mejor amiga.
Ariel lo miró de reojo, con una sonrisa que mezclaba nostalgia y gratitud.
—A veces siento que tengo dos mitades: la de Venezuela con papá y todos esos recuerdos… la de aquí en Italia, con mamá. Y tú… tú eres como el puente entre las dos.
—Mira tú, qué poética. —Jonny fingió secarse una lágrima—. Si sigues así me voy a emocionar y voy a terminar cantando gaitas en plena calle.
Ella rio a carcajadas.
—¡No te atrevas, que te dejo solo!
Caminaron unos metros en silencio, cada uno sumidos en sus pensamientos, hasta que Ariel lo miró de reojo.
—Oye, Jonny… —llamó con curiosidad—siempre me escuchas, siempre estás ahí para mí. Pero… ¿Qué hay de ti en los últimos meses? —preguntó con seriedad recordando como su amigo había estado discutiendo con Mónica los últimos meses, algo estaba ocurriendo y ella no lo estaba notando.
Él arqueó una ceja, sorprendido por la seriedad en la voz de Ariel.
—¿De mí? —repitió, intentando sonar despreocupado—. ¿Qué quieres saber?
—No me vengas con evasivas. —Lo señaló con un dedo acusador—. Yo también soy tu amiga, tu confidente. Si algo pasa, quiero que me lo digas. ¿Tienes a alguien? ¿Te gusta alguien? —cuestionó elevando una ceja y cruzándose de brazos en todo el medio para que él no siguiera avanzando.
Jonny se rascó la nuca, incómodo.
—Digamos que… no he tenido mucha suerte en ese terreno. Supongo que prefiero hacerme el payaso que hablar de esas cosas.
Ariel sonrió con dulzura.
—Eso crees tú, pero no engañas a nadie. Yo sé que eres un romántico disfrazado de comediante.
—¡Oye! —protestó él con una mueca—. Arruinas mi reputación de chico despreocupado.
Jonny soltó una risa breve, aunque sus hombros se encogieron un poco.
—Digamos que… he tenido meses complicados. Nada que no pueda manejar.
—¿Complicados con Mónica? —se arriesgó a preguntar Ariel, alzando una ceja.
Él guardó silencio unos segundos, pateando una piedrita del suelo como si necesitara ganar tiempo.
—A veces siento que no nos entendemos —admitió finalmente—. Yo hago bromas para no preocuparla, pero ella piensa que nunca me tomo nada en serio.
Ariel lo observó con dulzura, bajando el tono de su voz.
—Tal vez deberías mostrarle más lo que sientes. No solo con palabras, sino con gestos… tú escondes demasiado detrás de tus chistes.
Jonny sonrió de medio lado, pero sus ojos revelaban cierta vulnerabilidad.
—¿Y qué haría yo sin mi Copito dando consejos de amor?
—Sobrevivirías, pero mal —respondió ella entre risas, empujándolo suavemente en el brazo—. Recuerda lo que siempre me dices: no te cierres. Dale una oportunidad a lo que realmente quieres romántico empedernido.
—¡Oye! —protestó Jonny con fingida indignación, alzando los brazos—. Si se llega a saber que soy un romántico empedernido, mi reputación…
Ariel rodó los ojos, pero su sonrisa se suavizó.
—Ya está arruinada conmigo, Jonny. Te conozco demasiado bien.