Cappuccino Navideño Completa

CAPÍTULO 10:¿Como la conociste?

CAPÍTULO 10:¿Como la conociste?

El reloj en la pared marcaba las once, y en el departamento de Bastián la rutina parecía la misma de siempre… aunque él sabía que no lo era. Adriel estaba sentado en su sillita de comer, con la boca manchada de puré de frutas y una cuchara en la mano que agitaba como si fuera un tambor.

—¡No, no, no! —rió Bastián, atrapando justo a tiempo la catástrofe de un pedazo de plátano que volaba directo hacia el piso—Eres un artista del desastre, hijo.

Adriel aplaudió, feliz de su travesura. Ese simple gesto bastó para recordarle que, aunque las cosas no eran fáciles, él tenía una razón poderosa para seguir adelante.

—Banana —dijo con claridad sorprendiéndolo, cada día decía palabras nuevas y sabía que Jack era parte de ese desarrollo.

Bastián lo miró con ternura.

—A ver, campeón —dijo limpiándole la carita con una servilleta—. Esta tarde papá tiene que salir un rato. Y tú te vas a portar bien con tio Jack, ¿sí?

Adriel lo miró con grandes ojos, sin entender del todo, y balbuceó algo que sonó como:

—Jaki ¿Pa-pá no?

El nudo en el pecho fue inmediato. Bastián le besó la frente, susurrando:

—Papá siempre. Solo será un ratito.

—¿Ese café está listo o todavía sueñas con que se haga solo? —preguntó Jack con voz ronca, entrando en la cocina con el cabello hecho un desastre.

Bastián soltó una risa baja y señaló la cafetera.

—Ahí está, sírvete. Y no te quejes, que al menos dormiste toda la noche.

—¡Dormí toda la noche con el concierto de este pequeñín! —Jack señaló a Adriel, que en ese momento golpeaba la mesa con la cuchara como si tocara tambores en una banda de rock. El niño le sonrió y soltó una carcajada.

—Eso no cuenta. —Bastián le acomodó el vaso de leche frente a su hijo—. Él solo ensayaba para cuando lo metas en tu banda.

Jack levantó las cejas.

—Pues ya tiene más ritmo que tú.

Bastián lo fulminó con la mirada, pero terminó riendo.

Jack, con la taza en mano, lo observó un momento antes de soltar lo que tenía en mente

—Mira, hermano, necesitas una niñera. Y no, yo no califico, antes de que lo pienses.

Bastián frunció el ceño.

—No confío en cualquiera para cuidar de Adriel.

—¿Y yo qué soy? —Jack abrió los brazos fingiendo indignación.

—Un desastre con patas. —Bastián le dio una palmada en el hombro—. Pero hoy te toca.

Jack casi se atraganta con el café. —¿Perdón?

—Tengo que salir un rato… —dijo Bastián con calma, bajando la voz para no alterar a Adriel—. Es… importante.

Jack sonrió como quien se sabe el secreto.

—Ajá… importante, ya. O sea: Ariel.

Bastián apretó los labios, sin confirmarlo, mientras Adriel aplaudía con la cuchara, como celebrando la ocurrencia de Jack.

—¿Ves? Hasta tu hijo aprueba el plan. —Jack se inclinó y chocó la cuchara de Adriel con la suya—. Equipo tío-Jackik en acción.

Bastián rodó los ojos, pero no pudo evitar reírse.

—Cuídalo bien, ¿sí?

—Tranquilo, hermano. —Jack le guiñó un ojo—. No te preocupes, cuando vuelvas, tu hijo estará vivo, alimentado… y probablemente cantando rock.

Adriel gritó un “¡papáaa!” como si apoyara la idea, y Bastián solo pudo suspirar, divertido y nervioso a la vez. El recuerdo del mensaje de Ariel le latía en el bolsillo y con eso sintió que el día traía algo distinto.

***

Al otro lado de la ciudad, Ariel estaba frente al espejo, con un montón de ropa esparcida por la cama. Nada parecía convencerla. Ni el vestido casual, ni la blusa elegante, ni siquiera su suéter favorito.

—¡Esto es ridículo! —se quejó, dejando caer la prenda que tenía en las manos.

En ese momento, su móvil vibró. Jonny, otra vez.

El mensaje decía: “Dime que no estás rodeada de ropa como si fueras protagonista de una comedia romántica. Porque lo estoy viendo, Copito. Lo estoy viendo.”

Ariel bufó, pero la risa se le escapó sola.

—Lo peor es que sí me ve… —susurró, rodando los ojos.

Tomó el teléfono y escribió: “Exageras. Es solo un café.”

La respuesta no tardó: “Ajá. Y yo soy el Papa. Ponte algo que te haga sentir tú, no alguien más. Esa es tu mejor arma.”

Ariel lo leyó en silencio. Su reflejo en el espejo le devolvió una imagen nerviosa, sí, pero también una chispa de ilusión que no quería admitir en voz alta.

—Está bien… —dijo finalmente, como si Jonny pudiera escucharla—. Hoy voy a dejarme llevar. Solo un poquito.

***

La tarde se arrastraba con lentitud en la oficina. Bastián repasaba por enésima vez unos contratos cuando el timbre de su teléfono lo sacó de concentración. Al ver el nombre en pantalla, suspiró y contestó.




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