Cappuccino Navideño Completa

CAPÍTULO 21:NECESITO MÁS CAFÉ

CAPÍTULO 21:NECESITO MÁS CAFÉ

El Bar Parisi había quedado atrás, envuelto en el olor a espresso y masa dulce. Ahora, Ariel caminaba al lado de Bastián por un sendero iluminado con guirnaldas rojas y doradas que conducía al salón donde se celebraba el cumpleaños de Jessie Pryde. A su otro costado, Adriel avanzaba dando pasitos torpes, con su peluche favorito bajo el brazo.

—No puedo creer que me hayas arrastrado a esto —murmuró ella, ajustándose el abrigo mientras trataba de ignorar cómo la nieve se le enredaba en el cabello.

—Arrastrarte no. —Bastián sonrió con ese aire descarado—. Te invité. Y aceptaste.

—Porque me…— Ariel se detuvo en seco al ver el edificio frente a ellos, todo luces, música y un brillo que parecía sacado de una película navideña con presupuesto ilimitado —. Esto es todo menos pequeño.

Adriel, que iba de la mano de su padre, señaló el lugar con emoción.

—¡mi la! Luz.

—Sí, campeón. Muchas luces —respondió Bastián, agachándose para acomodarle el gorro

La puerta se abrió antes de que ella pudiera protestar más. Jessie apareció, con un vestido plateado que parecía capturar cada chispa de luz navideña. Sus ojos brillaban con la impaciencia de quien sabe que hoy es su día y que nadie, absolutamente nadie, va a robarle protagonismo.

—¡Llegaron! —exclamó, abrazando a Bastián primero y luego a Ariel—. Estaba segura de que ibas a fallar, Bast, pero mira… cumpliste.

—Me subestimas, Jess —respondió él con una inclinación de cabeza. y luego mirando a Adriel con una fascinación que derretiría hasta al muñeco de nieve más amargado —. ¡Y trajiste a tu mini tú!

El niño la miró con ojos grandes, algo tímido, y se escondió detrás de la pierna de su padre.

—Está bien, pequeño —rio Jessie, agachándose hasta su altura—. Pero cuando saquen el pastel, quiero verte ahí.

Dentro, el salón era un festín de luces, globos y mesas con postres temáticos de invierno. Ariel apenas tuvo tiempo de mirar alrededor cuando reconoció al padre de la niña que charlaba cerca del escenario.

Adriel se soltó de la mano de su padre al ver la mesa de dulces y balbuceó con entusiasmo:

—¿papá?

—Uno —advirtió Bastián con firmeza.

Ariel observaba la escena desde un costado, sintiendo cómo algo en su interior se acomodaba. Verlo en ese rol, pendiente de cada detalle, paciente pero firme con su hijo, le mostraba un lado de Bastián que pocas veces dejaba ver en público.

—¿Esos son…? —Ariel parpadeó, incrédula.

—Sí. —Jessie rodó los ojos con orgullo—. Mis papás.

Ariel rio, medio incómoda, medio fascinada. Y en ese instante, Annie se giró hacia ellos, saludando con un gesto amable que hizo que la joven se sintiera, de pronto, incluida en algo más grande.

—Tienes un niño encantador —le dijo Annie Lar cuando se acercó a saludarlos.

—Gracias —respondió Bastián con una mezcla de orgullo y naturalidad.

Ariel miró al niño que reía con un cupcake en las manos y pensó que, quizás, no había nada más navideño que aquella imagen

—Ven —susurró Bastián, inclinándose hacia Ariel para que solo ella lo oyera—. Te prometí que sería una cita distinta.

Y lo fue. Jessie corriendo entre sus amigos, Adriel conquistando el trampolín, los brindis improvisados, la música que pasaba de villancicos a pop, y la forma en que Bastián no se despegó de ella en toda la noche. No como obligación… sino como si quisiera asegurarse de que, en medio del bullicio, Ariel nunca se sintiera sola.

Cuando por fin salieron al aire helado, Adriel iba dormido en brazos de su padre, ajeno a todo.

—No estuvo tan mal, ¿eh? —dijo él, mirándola de reojo.

—No voy a admitirlo en voz alta —replicó Ariel, aunque la sonrisa la traicionó.

Bastián acomodó mejor a su hijo, que respiraba tranquilo contra su pecho.

***

El Bar Parisi estaba tan lleno de aroma a café y panettone que cualquiera juraría que la Navidad vivía ahí dentro. La campanilla de la puerta sonó justo cuando Ariel terminaba de servir un cappuccino con espuma perfecta. Levantó la vista y vio entrar a Jacqueline… con Adriel en brazos, como si fuera lo más normal del mundo.

—Mira quién decidió cambiar de niñera —murmuró Ariel, alzando una ceja.

—No me mires así —replicó Jack con una sonrisa ladina—. Este pequeño bribón le ganó en menos de cinco segundos.

Adriel aplaudió, feliz con su nuevo transporte.

—¡Jaki! —balbuceó, estirando los brazos hacia la barra.

—Sí, campeón, Jaki está aquí —rio Jack, dándole un beso sonoro en la mejilla.

Apenas Ariel pudo reaccionar, la puerta volvió a sonar. Esta vez entraron Mónica y Jonny, detrás Bianca, todos cargados con bolsas, cajas y una energía que a esas horas solo se explicaba con exceso de café.

—¡Equipo Navidad, reportándose! —anunció Mónica, agitando una bolsa que dejaba escapar un sospechoso sonido de cascabeles.




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