Cappuccino Navideño Completa

CAPÍTULO 22: NAVIDAD

CAPÍTULO 22: NAVIDAD

Al día siguiente, el Bar Parisi estaba lleno de aromas que hacían agua la boca: café recién molido, masa dulce y… un toque inesperado de hallacas, con ese sazón venezolano que Jonny y Ariel se habían encargado de traer. La barra estaba cubierta de hojas de plátano, rellenos de guiso, aceitunas, pasas y un sinfín de especias que llenaban el aire de promesas de risas y recuerdos familiares.

—Si alguien se atreve a deformar una hallaca, juro que lo convierto en postre —bromeó Jonny mientras desenrollaba las hojas.

—Ni se te ocurra —regañó Bastián, acomodando a Adriel en su regazo—. Este es un momento sagrado de tradición… y de caos controlado.

Ariel observaba desde un costado, con la delantal atado y los dedos manchados de masa, mientras Bastián enseñaba a Adriel cómo ponerle relleno sin que todo terminara en el piso. Cada pequeño desastre terminaba en carcajadas, y el niño se divertía a lo grande, mientras Mónica y Jack corregían con suavidad los pasos de cada uno.

—Así que esta es tu idea de preparar la Navidad —dijo Bastián a Ariel, acercándose para darle un beso rápido en la mejilla mientras se tomaba un descanso—. Hallacas, café, y amigos

—No olvides la guerra de nieve y un pequeño travieso corriendo por todos lados. —respondió ella, señalando la ventana. Afuera, un muñeco de nieve a medio construir les esperaba, decorado con bufandas y gorros improvisados, mientras Bianca y Jonny reían intentando ponerle los brazos.

Los días pasaron de prisa entre risas, ensayos de cappuccino donde Ariel perfeccionaba la espuma para Bastián, citas improvisadas entre la preparación de la barra, y pequeñas guerras de nieve con Adriel como juez y comentarista oficial. Cada tarde parecía un juego de complicidad: mientras ella enseñaba a Bastián cómo hacer el café perfecto, él le tomaba la mano o se inclinaba para susurrarle algo divertido y verla sonreír.

—Prometo que esta será la hallaca más sabrosa de la historia —dijo Bastián un día, probando un poco de relleno que Ariel le ofreció.

—Si eso significa que te toca envolverlas, lo dudo —respondió ella, rodando los ojos y riendo mientras lo veía luchar con la hoja de plátano—. No tienes ni idea de cómo se hace.

Una vez terminaron de armar las hallacas, Adriel, entre risas y pequeñas travesuras, corrió a esconderse detrás del muñeco de nieve, lanzando bolas de nieve improvisadas y gritando:

—¡Papá, ata-que!

—¡Defiéndeme, Nube de Leche! —gritó Bastián, corriendo a su rescate mientras Ariel se reía tanto que casi deja caer la bandeja de galletas que llevaba en las manos para compartir.

Entre preparación de platos, cafés perfectos y juegos en la nieve, la Navidad se volvía más cálida cada día, y el Bar Parisi se transformaba en un epicentro de risas, complicidad y recuerdos que todos sabían que recordarían durante años. Ariel, observando a Bastián interactuar con Adriel, con Jack y el resto del equipo, no podía evitar sentir que esa locura navideña, llena de aromas, manos manchadas y risas compartidas, era exactamente el tipo de caos que siempre había querido…

***

Finalmente, llegó la noche del evento D’Este. El Bar Parisi había sido el cerebro organizador de la velada, pero esta vez, Bastián insistió en que Ariel solo disfrutara la noche.

—No te preocupes por nada —le dijo mientras la ayudaba a bajar del auto.

Ella sonrió, dejando que su cabello cayera en ondas suaves sobre los hombros, mientras él tomaba su mano y la guiaba hacia el elegante salón del hotel Milton. La música en vivo llenaba el ambiente con un jazz suave que se mezclaba con las luces doradas, y el murmullo de los invitados parecía desvanecerse ante la presencia de Bastián y Ariel, que caminaban como si fueran los únicos dos en la sala.

—Mira Jonny, Bianca e incluso Jack, tienen todo bajo control. —susurró Bastián mientras señalaba discretamente la pista de baile—. Solo disfruta. Prometo que me encargo de que nada te distraiga de pasarla bien.

—¿Incluso de ti? —preguntó ella, arqueando una ceja con un brillo travieso.

—Sobre todo de mí —respondió él, con esa media sonrisa que la desarmaba al instante.

Se acomodaron en una mesa cercana al escenario, mientras los músicos interpretaban una versión suave de villancicos mezclados con jazz. Ariel probaba un bocado de la exquisita cena que habían preparado, pero pronto su atención se centró en Bastián, en la manera en que se inclinaba hacia ella para comentar detalles de la noche, en cómo la miraba como si fuera lo único que importara.

—Sabes —dijo él mientras tomaba su mano bajo la mesa, haciendo que un escalofrío recorriera su brazo—, estas semanas han sido increíbles.

—Lo sé —susurró ella, dejando escapar una sonrisa tímida.

La música en vivo cambió a un tema más romántico, y Bastián, con un gesto suave, le ofreció bailar. Ariel aceptó sin dudar, dejando que sus cuerpos se acercaran, sintiendo cómo cada latido se sincronizaba con el otro. En medio de las luces doradas y el murmullo elegante de la sala, el mundo exterior desapareció.

Por un momento, solo existían ellos: risas compartidas, manos entrelazadas, disfrutando sin planes, sin agendas, solo dejando que la magia de la Navidad y la complicidad los envolviera.




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