PARTE III:
NUEVOS HORIZONTES
Bajo un cielo que huele a invierno
nació una chispa entre tazas de café,
una promesa tibia en medio de la nieve,
un “quédate” que ninguno se atrevió a decir en voz alta.
Ahora, el mundo abre sus mapas,
los días se estiran como rutas interminables,
y el café que antes calentaba una esquina de Milán
será el hilo invisible que una cada destino.
Porque el amor que empezó en una barra de espresso
no entiende de fronteras ni de husos horarios,
viaja en la maleta de los latidos,
se sirve en cada puerto, en cada idioma,
con la certeza de que siempre habrá
un sorbo de nosotros en cada amanecer.
Partimos, sí, pero no dejamos nada atrás:
llevamos el aroma de aquella Navidad
como brújula, y la certeza de que,
donde haya una taza compartida,
estará el hogar.