Capricho (arte y Destino)

6

Observaba detenidamente el vestido que tenía puesto el maniquí.

- Disculpe, ¿tiene este vestido en una talla más grande?

- Lo lamento, esa es la única talla que tenemos.

Lo sabía, solo quería ganar más tiempo.

- Lo llevare

-  creo que le quede

- Pues si no lo intentamos no lo sabremos

Entonces lo vio entrar, tal y como lo había sospechado.

- Ya no importa

Salió de la tienda, lo siguió sin que este se diera cuenta. Esta vez no se escaparía.

Una vez más la habían traicionado. Sabía que era su culpa.

- Isabelle por última vez el destino no existe – se solía decir a sí misma.

Aun así, seguía creyendo en el amor a primera vista. Cualquiera que fuese el motivo, que se chocara con alguien, que sus miradas coincidieran, que le coquetearan, ella inmediatamente creía que estaban destinados a estar juntos.

Lo cual no era verdad, y no hacia más que confirmar la filosofía de su madre, la cual se negaba a creer.

- Esta no te lo perdonare, maldito

No le sorprendió verlo acompañado de otra mujer, de alguna manera ya se lo esperaba.

- delgada, linda, femenina

Cualidades de las que ella carecía, ese era el concepto de belleza que tanto tiempo había intentado alcanzar. Finalmente se rindió, llego a la conclusión de que eso no era para ella.

- Al menos me cambio por alguien más bonita

No era lo que importaba en ese momento, ella solo quería recuperar lo que él le había robado. Avanzó decidida tomo una de las bandejas para disimular.

- Buenos días, ¿Qué desean ordenar?

- ¿Qué deseas linda? – dijo él a su acompañante

En ese momento sintió unas ganas de golpearlo con la bandeja

- Calma Isabelle – se dijo a si misma

- Para mí un café por f… - se asustó al verla

- Maldito ¡Donde está mi dinero!

Lo golpeó con la bandeja

- Hey se siente bien – dijo Isabelle, no había podido contenerse más.

- ¿Quién es ella? – pregunto sorprendida su acompañante

- No tengo idea, no sé quién es– respondió él.

- Ya te acordaras de mí.

- Como te atreves - gritaba su acompañante

- Tu ni hables – le señalo con el dedo amenazante - probablemente estés comiendo de mi dinero – se negaba a soltar al hombre – escúchame él solo te está utilizando, cuando se gane tu confianza se robará todo tu dinero.

- Suéltalo – se levantó la otra mujer – no me sorprendería que te engañaran, mírate crees que un hombre alguna vez te tomara enserio, por favor no me compares contigo. De seguro te vio una presa fácil.

Isabelle se quedó en shock ante las palabras de aquella mujer.

- ¡Tú! – reacciono finalmente - No era tan linda como creía, se lanzó sobre ella sin pensarlo.

- ¡Llamen a los guardias! – gritaban los que se encontraban alrededor.

- Isabelle ya basta – la sostenía él hombre

- Ves te dije que me conocía.

- ¡Arturo! – chillo la mujer en el suelo despeinada

- ¿Arturo? A mí me dijo que se llamaba Esteban. ¿Te llamas Arturo?

- Guardias – gritó el hombre – yo no te robe nada, estás loca.

Isabelle recordó a la mujer que al igual que ella en su tiempo vino a reclamarle por lo mismo, él dijo que no la conocía y ella le creyó, porque no se dio cuanta en ese entonces.

- Ella miente – dijo él – yo ni la conozco.

Todo había sido una farsa. Fue una historia de amor solo para ella.

- Señorita por favor acompáñame – dijo el guarda

Ya se lo venía venir, el guardia se mostraba incrédulo ante su versión de la historia.

- Por qué solamente yo, él se llevó mi dinero

Ella era la única sospechosa, los de a su alrededor la veían como si hubiera hecho un crimen, a sus ojos era una acosadora que estafaba para sacarles su dinero. Lo sabía, estaba acostumbrada a esa mirada.

El guardia le tomo del brazo.

- No puedo perder más dinero – pensó - no tengo a nadie, ¿quién me sacaría de ahí?

No tuvo opción, con la mano que le quedaba libre tomo la copa de vino y se la aventó en el rostro para luego golpear la parte anterior del codo justo en el pliegue, logrando deshacerse del agarre.

- No creas que te liberaras de mi – le advirtió al que una vez fue el amor de su vida.

No lo pensó dos veces, salió corriendo. Volteo para ver si la estaban siguiendo, para su suerte no.




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