Capricho (arte y Destino)

12

- ¿Sara24? – repitió ella – que ridículo nombre - susurró

Se forzó no reír, ya entendía lo que sucedía, en un principio le asustó que un hombre le hablara sorpresivamente, pensó que era uno de los encargados del lugar que venía a echarla, pues su ropa llamaba bastante la atención, no encajaba en aquel lujoso lugar.

- Heee, hola Daniel verdad, un gusto y adiós.

Se levantó del lugar, tenía que concertrarse en su objetivo. Si lograba convencerlo no tendría que optar por el plan B, realmente no quería trabajar.

- Si lo enfrento cuando este solo, tal ves no tenga que hacer este problema más grande de lo que realmente es.

Odiaba no haber podido conseguir pruebas, ¿Cómo lo iba a sospechar?, se supone que estaban viviendo juntos, nunca se imagino que el que alguna vez fue su novio se atrevería a robarle.

- Qué remedio – dijo él

La observó alejarse. Lo había intentado, aunque no sabía cómo se lo iba a decir a su madre, de seguro ella no se rendiría y lo intentaría las veces que sean necesarias.

Y la verdad no le molestaba.

Tenía unos papeles que recoger en su oficina, así que espero que la señorita que lo estaba dejando plantado saliera antes, eso no sucedió pues ella volteó repentinamente agarrando un florero de uno de los mesones.

Ella había tratado de acercarse más para poder escuchar su conversación, pero enseguida se dio cuenta que era mala idea.

- Disculpe, no puede estar aquí – dijo un hombre.

Inmediatamente se dio cuenta de lo que sucedía, aquel hombre tenia una foto suya entre sus manos.

- ¿Acaso me toma por una criminal? – pensó frustrada – él es el ladrón.

Se dio rápidamente la vuelta, antes de que el hombre intentase algo.

- Me equivoque, yo iba para allá – se alejó rápidamente – ¡Demonios!

Sintió un escalofrió correr por su espalda cuando vio que su falsa cita seguía sentado observándola fijamente. De seguro también le llamo la atención su vestimenta y lo peor es que pudo notar lo atractivo que era.

- Genial, esto solo le pasa a Isabelle, debo estar pagando algo que hice – pensó - A la mesa le faltaba un florero – sonrió de oreja a oreja, estaba sonrojada de la pena.

- Es extraña – pensó - Si no le gusta la mesa podemos cambiarnos a otro lugar

- No, aquí está bien – miraba de reojo al supuesto guardaespaldas – ordenemos algo.

Al parecer sería difícil enfrentarlo, solo le quedaba observarlo, estudiarlo de lejos y por su puesto desaparecer de ahí sin dejar rastros. O eso es lo que debería hacer, aun no podía creer que llegase al extremo de contratar un guardaespaldas privado, solo para que ella no se acercara.

- ¿No te parece extraño? – preguntó ella – mientras esperaban la orden

- ¿Perdón?

- No me parezco a la de la foto

Necesitaba asegurarse de que Daniel creía realmente que ella era su cita, caso contrario tenía que pensar en otro plan. O bien podía salirse a ahí y comenzar de una vez el plan B y dejar de hacer el ridículo.

Eligio quedarse, actitud propia de ella, se sentía insultada. No podía salirse con el rabo entre las piernas

- Maldito orgullo – pensó

- No creo que alguien ponga su foto verdadera en una página de citas. Por lo que no me sorprendió

- Bingo – pensó ella – y que me dice usted

No se puso a pensar, tampoco preguntó a su madre que datos puso de él en la página de citas. Probablemente puso sus datos reales.

- Por lo que dice, yo si puse mi foto en mi cuenta

Aunque le sorprendía que Saly no se haya percatado de eso. Luego tendría que eliminar la dichosa cuenta.

- Parece como si no lo supiera – dijo ella tratando de ocultar su nerviosismo - ¿Es una trampa?, ¿Es sarcasmo? ¿acaso ya se dio cuenta? - pensó

No estaba segura, su voz no expresaba algún sentimiento y sus expresiones eran igual no sabía si estaba enfadado o si lo estaba diciendo en serio.

- Mi madre es la que organizó todo.

- Con que es un hijito de mamá – pensó ella, tranquilizándose sin perder de vista su objetivo.

De repente le vino un recuerdo.

- ¿No lo he visto antes?

Tenía la sensación de haberlo hecho, pero no recordaba donde.

- No, es la primera vez que la veo

Probablemente terminaría por reconocerlo. La joven le parecía extraña, estaba peinada de medio cola, llevaba una sudadera de color negro que decía “Ella es mía”, un pijama a rayas y unas pantuflas de abejita, que obviamente ella trataba de ocultar, lo que le pareció gracioso.




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