Mariana removía su café mientras escuchaba las bromas de sus amigas, intentando mantener la paciencia que rara vez se le escapaba.
—Mariana… ¿todavía soltera? —dijo Camila, guiñándole un ojo—. Ya casi necesitas un anuncio: “Se busca novio responsable, divertido y con buen gusto”.
—¡Por favor! —Mariana rodó los ojos, con una sonrisa sarcástica—. ¿Y quién los selecciona? ¿Un algoritmo de café con azúcar?
—Jajaja —Valeria se inclinó hacia ella—. No seas tan dramática. Vamos, abre un perfil en la app de citas. Solo por diversión, ¿sí? Solo para ver qué pasa. ¿Te asusta un pequeño reto?
—¿Una app de citas? Qué va, esas tonterías no son un reto para mí.—Mariana arqueó una ceja, apoyando la cabeza en la mano—. Por favor, chicas. Todo se ve tan… forzado. Fotos posadas, frases hechas, perfiles que parecen anuncios de supermercado. Es ridículo.
—Exactamente —sonrió Camila—. Por eso es perfecto para ti. ¿Qué es lo peor que puede pasar?
Mariana suspiró, con un gesto que mezclaba resignación y desafío. Les miró las caras y pensó: Está bien, lo haré solo para demostrarles que esto no es más que un juego tonto.
—Bueno… —dijo finalmente, con media sonrisa—. Lo haré. Pero solo para ver qué tan absurdo puede ser esto.
—¡Ese el espíritu! —celebró Camila, aplaudiendo como si Mariana hubiera ganado un premio Nobel—. Vas a ver que es divertido… aunque termine en desastre.
En otra parte de la ciudad, Adrián ajustaba la corbata frente al espejo del despacho familiar. Mientras que su hermano menor, Daniel, lo miraba con esa sonrisa que podía ser encantadora… o un poquito peligrosa. Dándole la lata por su soltería, ser muy exigente y estirado.
—Te reto a que te crees un perfil en la app de citas —dijo Daniel—. Si lo haces, prometo no contarle a nadie que eres el más serio y cuadriculado de la familia.
Adrián frunció el ceño, girando la corbata un par de veces más.
—¿Yo? ¿En una app de citas? —dijo con voz firme—. Eso es… inmaduro. Y absurdo. No tengo tiempo para tonterías digitales.
—Vamos, hermano… —insistió Daniel, apoyando un brazo en el marco de la puerta—. No es solo diversión… es un desafío. ¿No quieres demostrar que puedes hacerlo?— dijo su hermano retándolo pues sabía que Adrián no resistía que lo desafiaran.
Adrián lo miró, con ceño fruncido, evaluando. Un reto podía tomárselo en serio. Se inclinó levemente hacia Daniel, con una media sonrisa rara vez mostrada.
—Está bien… por cumplir tu maldito desafío. Pero que quede claro: esto no me hace perder un minuto de madurez.
Daniel rió con triunfo. —Eso era lo que quería escuchar. Ahora veremos si sobrevives a los chats, emojis y… esas cosas raras que llaman coqueteo digital.
Esa misma noche, sin saberlo, Mariana y Adrián se encontraron en la app.
Mariana miró la pantalla de su móvil mientras tomaba un sorbo de café. Había pasado apenas una hora desde que abrió su perfil y ya había recibido su primer mensaje.
—Hola… no sé si soy tu tipo, pero me pareces divertida. 😉 —mensaje de MrLogic.
Mariana leyó y sonrió, pensando en lo “programada” que parecía la conversación, pero aún así aceptando el juego:
—Divertido es relativo… pero acepto el desafío. 😏 —tecleó, con ese toque de humor que solo ella sabía darle a las palabras.
Y así comenzaron los mensajes anónimos: bromas, emojis ambiguos, coqueteos sutiles… sin que ninguno supiera que el otro ya formaba parte de su vida diaria.