Caprichos del algoritmo

Capitulo 3: Match corporativo

Mariana llevaba tres tazas de café antes de las diez de la mañana y aún no se sentía lista para la reunión.

Era su primera gran presentación como community manager del Grupo Santamaría, una cadena médica enorme con un departamento de comunicación que podía competir con una agencia de publicidad.

Ese día conocería al famoso doctor Adrián Santamaría, el cirujano oncólogo estrella —y, según Valeria, el tipo más guapo y más insoportable de todo el hospital.

—Tú tranquila —le dijo su amiga, ajustándole el cuello de la blusa antes de entrar a la sala de juntas—. Solo respira, sonríe y no discutas.

—¿Por qué lo dices como si fuera algo personal?

—Porque te conozco. Y porque dicen que el doctor tiene menos sentido del humor que una piedra.

Mariana sonrió, confiada.

—Tranquila, soy una profesional. Además, ¿qué tan serio puede ser un médico?

Spoiler: demasiado.

El doctor Santamaría estaba ya sentado al frente de la mesa, revisando unos documentos con gesto concentrado. Ni siquiera levantó la vista cuando entraron.

Tenía esa presencia que imponía sin esfuerzo: impecable, sereno, con un reloj caro y una expresión que parecía decir no tengo tiempo para tonterías.

—Buenos días —dijo Mariana, con su tono más amable—. Soy Mariana Vega, responsable de las redes y campañas digitales del grupo.

Adrián levantó la vista. Sus ojos oscuros la analizaron por un instante.

—Encantado —respondió con voz grave—. Espero que logremos coordinar el material de la fundación pronto. El evento es en menos de un mes.

Encantado, pero sin parecerlo en lo absoluto.

La reunión avanzó, y mientras el equipo médico hablaba de cifras y protocolos, Mariana presentaba el enfoque de la campaña: historias humanas, testimonios, videos emotivos, hashtags virales.

—Queremos que la gente conecte —dijo con entusiasmo—. No solo que done por compasión, sino porque se identifique.

Adrián cruzó los brazos.

—No estoy seguro de que sea conveniente convertir un tema tan delicado en una tendencia.

Mariana levantó la barbilla.

—No se trata de convertirlo en tendencia, sino de sensibilizar. Hoy la gente no lee comunicados, consume emociones.

—Yo prefiero los hechos —replicó él, sin titubear.

Valeria le dio un codazo por debajo de la mesa.

Mariana sonrió con esa calma que precede a las tormentas.

—Bueno, doctor, tal vez si mezclamos un poco de ambos… los hechos con un toque de emoción… tengamos algo que funcione en el mundo real y en el digital.

Hubo un silencio tenso. Luego, Adrián asintió levemente.

—Está bien. Haga su parte como considere. Pero quiero revisar el material antes de su publicación.

La reunión terminó con un intercambio de miradas que fue más un duelo que un saludo cordial.

Valeria no esperó ni salir del edificio para comentar:

—Te dije que no discutieras con él.

—No discutí —replicó Mariana, aún irritada—. Solo expliqué mi punto con lógica y elegancia.

—Claro, elegancia con un toque de sarcasmo letal.

Esa noche, en casa, Mariana entró a la app de citas por pura distracción.

Un mensaje nuevo la esperaba de su match, MrLogic.

Sonrió. Era el único con quien, últimamente, podía hablar sin filtros.

TeaLover: Hoy conocí a un tipo en el trabajo que me sacó de quicio.

MrLogic: Curioso. A mí me pasó lo mismo con una compañera nueva.

TeaLover: ¿También cree que sabe más que tú?

MrLogic: Exactamente eso.

TeaLover: Entonces quizás se parecen.

MrLogic: Espero que no. Una de esas ya es suficiente.

Mariana soltó una carcajada y se sirvió una taza de té.

Tenía idea de que aquel “MrLogic” debía ser alguien metódico, pero con una ironía encantadora.

Y mientras tanto, al otro lado de la ciudad, Adrián sonreía frente a su teléfono, pensando que su misteriosa TeaLover era lo mejor que le había pasado en semanas… aunque, claro, también había tenido un día infernal en la oficina con una mujer insoportablemente brillante.




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