Caprichos del algoritmo

Capítulo 4: Café y caos

El lunes amaneció con aroma a desastre y a café.

Mariana había pasado la noche terminando los guiones de los videos para la fundación y llegó al edificio médico con los ojos medio abiertos, el termo en la mano y la esperanza de sobrevivir con dignidad.

Spoiler: no lo logró.

Mientras coordinaba la entrega de los materiales, alguien la llamó desde la otra oficina y, en un acto de distracción mortal, giró con su taza aún llena.

El café voló en cámara lenta, directo hacia los folletos recién impresos.

—¡No, no, no, no! —exclamó Mariana, intentando rescatar el material mientras el líquido marrón se extendía como un incendio en miniatura que se escurría por la mesa y le manchó los jeans.— Maravillosa manera de inciar la semana—dijo exasperada.

Y justo en ese momento, Adrián entró.

Perfecto, el público ideal para su humillación matutina.

—¿Todo bien? —preguntó con tono neutro, aunque sus labios temblaban levemente por contener una sonrisa.

—Depende de tu definición de “bien” —respondió ella, sosteniendo los folletos empapados y mirando hacia el inferior de sus pantalones manchados—. ¿Esto cuenta como un crimen contra la comunicación institucional? —

Adrián se acercó, tomó uno de los papeles y lo examinó.

—Diría que sí. Aunque… —miró el logo borroso y sonrió apenas—. Podría funcionar como metáfora de la vida: manchas inevitables y mucha improvisación. Pero, el crimen al código de vestimenta no creo que tenga solución—añadió en tono burlón señalando sus pantalones.

—Vaya, el doctor tiene sentido del humor. Lo anotaré como evento histórico.—dijo con sarcasmo.

Valeria, desde el otro lado del escritorio, aprovechó para sacar el celular.

—Un segundo, esto hay que inmortalizarlo. —Y antes de que Mariana pudiera reaccionar, ya había grabado un clip de cinco segundos del desastre.

Esa tarde, el video ya estaba circulando en los grupos internos del hospital bajo el título: “Así trabaja el departamento de comunicación: con pasión líquida.”

Mariana quería que la tierra la tragara.

Adrián, por su parte, no dejaba de reír en silencio cada vez que alguien le mostraba el video en los pasillos.

Esa noche, Mariana entró a la app buscando distraerse del bochorno.

CoffeeLover : Día terrible. El café decidió traicionarme frente a mi jefe.

MrLogic: ¿Tu jefe sobrevivió?

CoffeeLover : Sí, pero mi reputación no.

MrLogic: Quizás no fue tan grave.

CoffeeLover: Si mañana me convierto en meme, te aviso.

MrLogic: Entonces seré el primero en darle like.

Mariana sonrió, pese al cansancio. Había algo en ese hombre que lograba hacerla reír incluso en sus peores días. Y sin saberlo, el hombre que la hacía sonreír detrás de la pantalla era el mismo que no podía dejar de pensar en ella cada vez que veía el video viral en su celular.




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