El sonido de las notificaciones ya formaba parte del ambiente.
Cada nuevo clip de la campaña era un éxito rotundo: comentarios, corazones, etiquetas, duetos…
Mariana apenas tenía tiempo de respirar entre grabaciones, reportes y reuniones.
El último video —una breve entrevista improvisada donde Adrián contaba una historia sobre un paciente que le regaló una piedra pintada con forma de corazón— había superado las doscientas mil vistas.
El público lo amaba.
Y lo que más sorprendía a todos era lo natural que se veía junto a ella.
—Tienen química —comentó Valeria, la amiga de Mariana, mientras editaba los clips.
—Tenemos buena coordinación laboral —respondió Mariana, sin apartar la vista del monitor.
—Ajá. Claro. Y yo coordino mis sentimientos con el algoritmo.
Mariana soltó una risa.
No podía negar que trabajar con Adrián se había vuelto… agradable.
A pesar de sus bromas secas y su eterna manía de revisar cada guion como si fuera un informe médico, había en él algo que la descolocaba.
Una mezcla de seriedad y ternura torpe.
Y esos momentos en que sonreía sin darse cuenta, cuando olvidaba el personaje de doctor perfecto.
Esa noche, entre los mensajes de trabajo, una notificación distinta.
MrLogic había escrito.
MrLogic: Hoy descubrí que la gente puede emocionarse por una piedra. Literalmente.
CoffeeLover: Eso suena a una metáfora muy rara o a un mal día.
MrLogic: Digamos que fue… una lección. A veces subestimamos los gestos pequeños.
CoffeeLover: O a las personas que los notan.
Él tardó en responder.
Por un momento, pensó en la mirada de Mariana cuando él había mostrado aquella piedra frente a la cámara.
Ella le había sonreído con calidez, no con compasión, sino con comprensión genuina.
Como si hubiera visto algo más allá del cirujano correcto y reservado.
MrLogic: Tal vez.
Al día siguiente, en el set improvisado de la clínica, todo parecía marchar bien hasta que la cámara captó algo inesperado.
Adrián, distraído, dejó caer su micrófono.
Mariana lo recogió al mismo tiempo que él se agachó.
Sus manos se rozaron apenas.
El equipo contuvo la respiración.
—¿Estás bien? —preguntó ella, sonriendo.
—Sí… solo, eh… verificando la gravedad —bromeó él, intentando recomponerse.
Las risas del equipo rompieron la tensión.
El camarógrafo siguió grabando.
Y en la pantalla quedó inmortalizada esa escena: natural, torpe, dulce.
Una chispa.
Horas después, Valeria subió el clip con la leyenda:
“Cuando la química no necesita guion 💘 #CampañaConCorazón”.
El video explotó.
Comentarios, corazones, teorías conspirativas de los fans sobre si “los del video del gato” estaban saliendo.
Mariana quería que la tierra la tragara.
Adrián solo bebía su café en silencio, intentando ignorar las miradas cómplices de los residentes.
—No se preocupe, doctor, el amor vende —le dijo uno de ellos con una sonrisa traviesa.
Él rodó los ojos, pero no pudo evitar reír.
Esa noche, otro mensaje en la app.
CoffeeLover: Hoy sentí que el universo tiene un humor retorcido.
MrLogic: ¿Por?
CoffeeLover: Porque cuando intentas ser profesional, la vida te graba en HD y te convierte en meme romántico.
MrLogic: Entonces quizás deberías dejar que el universo dirija un poco.
CoffeeLover: ¿Tú dejarías que el universo tomara decisiones por ti?
MrLogic: Si insistiera demasiado, tal vez. Aunque… depende de con quién me empuje a cruzarme.
Ella se quedó mirando la pantalla unos segundos más de lo normal.
Sonrió sin saber por qué.
Y en algún lugar, no muy lejos, Adrián hizo exactamente lo mismo.