Caprichos del corazón

Capítulo: 4

Hana

Me encierro en la habitación luego de lo sucedido, aún puedo escuchar la música de la fiesta, pero mi mente ha quedado en blanco mirando el lugar en el que estoy, bonitos recuerdos llegan a mi mente de cuando vivía en esta casa con mi padre y camino hacia la cama, todo está justo como lo dejé años atrás, él no ha cambiado nada, me siento y miro el anillo que Ares ha dejado en mi dedo, es precioso y sé que tiene mucho valor sentimental para él, sé que me odia, pero por unos segundos me permití creer que todo era real y que de verdad había sentido celos hacia mí, unos segundos, luego él mismo me bajó de las nubes.

—¿Concuerdas como yo en que no lo mereces? —miro hacia la puerta al escuchar su voz

—Es muy bonito

—Te lo quitaré cuando nos divorciemos —espeta caminando hacia mí y retengo el aire cuando él se sienta frente a mí con algo en su mano, una pequeña bolsita en donde se ve perfectamente su contenido

—Nada de esto es mi culpa —Ares ríe mientras intento mirar a cualquier otro lado menos a sus manos

—Quedaste embarazada y no quieres abortar, tampoco contradices a tu padre, acéptalo Hana, lo planeaste —niego de forma rápida —pero sé que todo durará poco —sonríe —¿quieres? —me muestra la pequeña bolsita con el polvo blanco dentro colocando esta justo frente a mis ojos.

—Estoy limpia y seguiré limpia

—Ni tú te lo crees —aprieto mi mandíbula cuando echa la droga sobre la mesita de noche y Ares la prueba, sonríe.

—Ares

—Acabarás queriendo volver a ser la misma de antes —él acerca su boca a la mía —Hana, no naciste para ser madre, solo mírate, ves un poco de droga y tus pupilas se dilatan, tu pulso se dispara y tu respiración —él ríe —te vuelves loca por probar un poco, hazlo, no le diré a nadie —deja un breve beso en mi boca y luego se pone de pie, mis ojos siguen fijos en lo que hay sobre la mesa sin poder alejar mi mirada de ahí, aprieto mis puños con fuerza haciendo un esfuerzo sobrehumano, aun así, no puedo alejarme.

—Hana —miro hacia la puerta, Ángelo camina con lentitud hacia mi —Hana tú

—Ares lo dejó, yo —no digo más, él me ayuda a ponerme de pie

—Te llevaré a casa —comenta mientras vamos hacia la puerta

—Quería probarla —me detengo justo al salir —yo quería, quiero

—¿Lo hiciste? —niego con lentitud, él sonríe —estoy orgulloso de ti —Ángelo deja un beso en mi frente —y apuesto a que él también —comenta poniendo su mano en mi vientre y haciéndome reír

—Pero no sabes lo difícil que es, si no hubieras llegado, yo

—¿Quieres que me quede hoy contigo en casa? —me pierdo en sus ojos —no me importa hacerlo

—Creo que —respiro hondo —lo mejor es no estar sola hoy —Ángelo solo asiente y juntos caminamos hacia la salida ignorando a todos, mi mirada se cruza con la de Liam antes de subir al auto, él toca la mano que Ares casi le rompe y me guiña un ojo, sé que no dejará las cosas así y que es bastante peligroso.

Despierto temprano y sonrío al ver a Ángelo en el sofá que hay frente a mi cama, el sofá es cómodo, pero sé que no ha dormido bien vigilándome a mí, intento hacer el menor ruido posible mientras me arreglo y antes de salir de casa dejo a su lado una pequeña nota dándole las gracias. Cuando supe de mi embarazo él fue la primera persona a la que acudí, tenía miedo y estaba algo asustada, pero hablando con Ángelo me di cuenta de que quería tener a este bebé, aunque la idea me aterraba lo quería mucho y agradezco que él me haya apoyado en todo, definitivamente es como el hermano que nunca tuve.

—Hana —una de las chicas de la revista en la cual trabajo se acerca a mí —el señor Sienz quiere verte —solo asiento dándole las gracias y camino por el lugar hasta llegar al despacho de Santiago Sienz, luego de dos toques en la puerta él me manda a entrar y así lo hago.

—Buenos días

—Toma asiento Hana —pide con tono formal y me siento frente a él

—¿Quería verme? —él respira hondo

—Quiero que sepas que eres una excelente modelo —sonrío —la mejor de este lugar y del país para mí —se calla sin saber bien que decir —me agradas Hana y —pasa las manos por su rostro, mi sonrisa poco a poco desaparece, él deja un documento frente a mí, el cual tomo en mis manos y entonces entiendo todo.

—Me está despidiendo —no lo pregunto porque es muy claro el documento en mis manos, solo asiente

—lo lamento —dice al fin sin mirarme a los ojos y solamente me pongo de pie y salgo de su oficina, no soy de las que piden explicaciones o se enojan, tampoco de las que lloran frente a otros y menos de las que dan lástima.

—¿Hana a donde vas? —Ariana corre hacia mí cuando iba a salir —tienes una sesión de fotos ahora

—Ya no —me mira incrédula —tu padre me despidió —su boca se abre y se cierra sin poder decir algo, pero el desconcierto es claro en su mirada.

—No puede ser

—Aquí lo dice bien —le enseño el papel —me dio una buena suma de dinero por romper el contrato —río sin poder hacer otra cosa

—Hablaré con él ahora mismo

—No Ariana —la detengo rápido —esto no lo ha hecho tu padre —suspiro —fue el mío —ella sigue confundida, pero salgo de ahí sin mirar atrás, una vez fuera rompo el documento y lo lanzo a la basura junto con el cheque.

—Señorita ya llegamos —anuncia el chofer cuando se detiene frente a la empresa de mi padre, esa que le quitó a las malas a Isaac y que me gustaría algún día hacer que este la recupere, ni siquiera me percaté del camino, mi mente estuvo en blanco todo el tiempo y en silencio bajo del auto, las personas me saludan a medida que voy caminando por el lugar, pero solo los ignoro así como ignoro a la rubia y guapa secretaria de mi padre y entro a su oficina.

—¿Me dices a qué demonios juegas? —ignoro a las dos personas presentes, él me mira enojado

—Ahora estoy reunido Hana, vuelve en otro momento

—Soy tu hija, no uno de tus empleados, así que hablemos papá, ¿a qué demonios juegas? —su mandíbula se tensa




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