Caprichoso destino

8: Mal día

RAYAN

Estoy tan cansado emocionalmente que no sé ni cómo he aguantado. Ha sido una tarde mágica y a la vez tan tensa. Le gusto… Pero quiere saber lo que pasa, y yo no puedo decírselo. Me odiará tantísimo que se irá. No podría aguantar ver sus ojos esperanzadores llenos de tristeza y decepción, llenándose de odio y lágrimas, hundiendo todo lo vivido. No puedo. Ni quiero. Algún día tendré que decírselo pero… de momento no.

Ha sido todo tan raro y bonito a la vez. Siente lo mismo, cosa que no pensaba que podría llegar a pasar. Y ahora tengo miedo, miedo de cagarla o de que se aleje o a saber. Miedo de lo que pueda pasar en un futuro, de que todo acabe sin casi haber empezado. Y que sea por mi culpa. Pero ahora tengo que concentrarme en seguir construyendo el bonito edificio que estamos haciendo entre los dos. “Aunque igual no tiene los mejores cimientos del mundo. Igual usar verdades a medias para construirlo no sea la mejor opción, pero de momento es lo que tengo.” Pienso, mientras caigo rendido a la cama, dándole mil vueltas al mismo asunto, sin dejar de pensar en el.

Lo que más me ha gustado ha sido ese pequeño rato en el Starbucks, conociéndonos un poquito mejor, descubriendo cosas nuevas uno del otro. Y cuando de esos apetecibles labios salió un tú también me gustas… Fue una sensación tan sublime, tan inefable, tan… perfecta. Aun sigo sin creérmelo. Me pasaría tardes enteras viéndolo hablar sin parar, o andando cogidos de la mano, con sonrisitas inocentes y un brillo especial en los ojos, borrando todo lo malo a su paso, sin necesidad de hacer nada más.

Me dejo llevar por los brazos del dios del sueño mientras sigo pensando en él y en hoy, en su sonrisa y lo trágico que sería verle perderla.

06:47 am. Me levanto desperezándome, estirando los brazos hasta que los oigo crujir, al igual que mi cuello. Me froto los ojos con la esperanza de así despertarme, al menos lo suficiente como para poder ver por dónde voy al andar. Me dirijo al baño para poder sumergirme en el agua, mientras cae por el grifo, mojándome el cuerpo y llevándose todas mis preocupaciones por un pequeño instante.

Salgo de la ducha, decepcionado por no haber podido desconectar ni un corto periodo de tiempo. No he dormido muy bien que digamos. No he parado de dar vueltas en la cama, con un sueño tan poco profundo que parecía que ni siquiera estaba durmiendo. Sin dejar de darle vueltas a lo mismo una y otra vez, y otra y otra vez… Aquel día no se irá nunca de mi memoria. Es como si me hubieran tatuado algo sin mi permiso mientras estaba inconsciente. Algo demasiado doloroso como para recordarlo en cuanto me despierto y no poder olvidarlo mientras me duermo.

A las 8 empezaban las clases, así que tengo tiempo de sobra para prepararme e ir a buscar a Willy. Saco del armario una camiseta blanca lisa y unos pantalones blancos ceñidos, los cuales junto con mis viejas Vans. Están ya un poco destrozadas, pero me siguen encantando. Me visto y al salir cojo un suéter amarillo y empiezo a andar en dirección hacia la casa de Will.

Cuando llego toco al timbre y espero impacientemente a que Willy salga. Al verlo aparecer delante de mí, sonrojado y con una gran sonrisa en sus labios todos mis males desaparecen por un momento, dejándome ver únicamente la felicidad que ilumina los ojos del ser que tengo delante.

-Hola pequeño.- le saludo, esperando verlo sonrojarse aun más, como cada vez que lo llamo así.

-Buenos días Ray.- me contesta el, afirmando mi sospecha, bajando la cabeza avergonzado. Yo me limito a sonreírle y le cojo de la mano, llevándolo conmigo mientras bajamos las escaleras, para encaminarnos hacia la Universidad. Por el rabillo del ojo veo como Willy mira disimuladamente nuestras manos unidas y como se empieza a formar una pequeña sonrisa ladina, a la vez que gira la cabeza y sigue andando, afianzando el agarre de nuestras extremidades. Sonrío internamente, deseando que el camino se haga eterno y no acabe nunca para no tener que separarnos.

Pero, desgraciadamente, hoy no estoy de suerte, porque llegamos en un pispás, viéndonos obligados a soltarnos. Le abro la puerta a Will y me despido de él con una sonrisa. Al estar en una carrera distinta a la de Willy y dos cursos más arriba solo coincidimos en una clase, literatura. Desde que lo conozco se ha vuelto mi clase favorita, mi momento preferido del día y creo que es algo recíproco. No veo la hora para que esa clase llegue y pueda sentar a su lado, acariciándonos levemente con las rodillas, con una sonrisa cómplice en la cara.

Llego a mi clase y me siento en mi sitio, apoyando los brazos en la mesa y a su vez la cabeza en los brazos. Cuando el profesor entra y empieza a explicar yo desconecto, poniéndome a pensar en otras cosas, en otro alguien…

-¡Rayan!- oigo que me llaman, con un tono de voz que me da a entender que me están llamando la atención. Yo levanto la cabeza lentamente, intentando parecer inocente para ver si me libraba de la bronca que seguramente estaba por caerme.

-¿Si, profesor?- digo, sonriendo con fingida inocencia.

-¿Me podrías explicar lo que acabo de decir Rayan?- me pregunta el profesor, exponiendo mi falta de conocimiento sobre lo que ha dicho ante toda la clase.

-Esto… No estaba atendiendo, lo siento.- contesto finalmente, rindiéndome. De nada serviría buscar excusas cuando sabe de sobra que no le prestaba atención. El profesor se limita a mirarme desaprobatoriamente mientras me dice algo borde:



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En el texto hay: amor adolecente, gaylove, misterio e intriga

Editado: 27.07.2021

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